Actualizado 24/05/2014 21:59

La decisión entre paz o guerra lleva a Santos y Zuluaga a luchar por la Presidencia

Juan Manuel Santos y Oscar Ivan Zuluaga en el debate electoral
Foto: COLPRENSA

La Habana y el 'narco', únicas diferencias entre dos candidatos que prometen continuidad en materia económica

   BOGOTÁ, 24 May. (EUROPA PRESS) -

   Las elecciones presidenciales que se celebran este domingo en Colombia se vivirán como una estrecha pugna marcada por el futuro del conflicto armado vigente desde hace más de medio siglo, ya que obligarán al país a decidir entre la ansiada paz prometida por Juan Manuel Santos, que aspira a la reelección; o la vuelta a la fiera guerra de la mano de Óscar Iván Zuluaga, candidato del 'uribista' Centro Democrático.

   Los últimos sondeos vaticinan un empate técnico entre Zuluaga y Santos, que conseguirían un 29,3 y un 29 por ciento de los sufragios, respectivamente, lo que obligaría a celebrar una segunda vuelta el próximo 15 de junio en la que el candidato 'uribista' se haría con la victoria por una diferencia de casi diez puntos.

   Estas cifras reflejan el vuelco que ha sufrido la campaña electoral en apenas una semana, ya que a su arranque el presidente partía con una clara ventaja frente al resto de sus competidores. Pero progresivamente se ha ido reduciendo, primero a favor del candidato de la Alianza Verde, Enrique Peñalosa, y después a favor de Zuluaga.

   Entre las causas que han llevado a esta inversión del liderazgo en la carrera presidencial destaca la creciente apatía hacia el proceso de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) que, de acuerdo con una reciente encuesta, es la séptima preocupación de los colombianos.

   El desinterés por lo que Gobierno y guerrilla negocian en La Habana se explica por el hermetismo que caracteriza el proceso de paz y por el hecho de que, aunque Santos ha intentado presentarse a sí mismo como el único capaz de llevarlo a buen término, otros candidatos han prometido continuar con las conversaciones.

   "Respaldamos las negociaciones de paz en La Habana. Es una política de Estado que no se puede cambiar de Gobierno a Gobierno", ha dicho Peñalosa, quien también ha sufrido una repentina caída en las encuestas. Ha pasado desde la primera y segunda posición, a la quinta con un 10,6 por ciento.

   La candidata del Partido Conservador, Marta Lucía Ramírez, que se sitúa en un lejano tercer lugar para la primera vuelta, aunque en un hipotético balotaje ganaría a Santos, también ha prometido seguir con el proceso de paz, como no podía ser de otra manera, teniendo en cuenta que su padrino político, el ex presidente Andrés Pastrana, ya intentó pactar con la guerrilla durante su Gobierno.

   Por su parte, la aspirante de Polo Democrático y Unión Patriótica, Clara López, --que está en las últimas posiciones junto a Peñalosa-- no solo apoya el proceso de paz, sino que se encuentra en posiciones ideológicas muy cercanas a las FARC, ya que Unión Patriótica se formó con los insurgentes que decidieron desmovilizarse tras el proceso de paz del Gobierno de Belisario Betancur.

   De esta forma, la que Santos creía su gran baza para conseguir otros cuatro años en el poder se ha revelado como un premio a repartir entre demasiados competidores. Esta situación, en cambio, ha catapultado a Zuluaga, el único capaz de capitalizar el escepticismo de los colombianos ante el proceso de paz.

SANTOS VS ZULUAGA

   El principal punto de desencuentro entre los dos favoritos es, sin duda, el proceso de paz. A pesar de que durante su etapa como ministro de Defensa del Gobierno de Álvaro Uribe, dio duros golpes a la guerrilla, Santos supo desprenderse de esta herencia política y comenzar un diálogo con las FARC encaminado a poner fin de una vez por todas al conflicto armado.

   En la última semana de campaña electoral, Santos ha recibido un fuerte espaldarazo de la guerrilla --según algunos analistas políticos, bien planeado-- porque ha arrancado a las FARC el compromiso de romper sus vínculos con el narcotráfico, su principal fuente de financiación, lo que se suma a los acuerdos anteriores sobre desarrollo agrario y rural y participación política.

   En las antípodas, Zuluaga, a quien no le acompleja definirse como el nuevo ahijado político de Uribe, ha prometido "un Gobierno que no se arrodille ante los terroristas de las FARC", adelantando que, de hacerse con la victoria, acabará con el proceso de paz y reanudará la ofensiva militar contra la guerrilla.

   Ha sido este discurso el que ha permitido a Zuluaga despegar en las encuestas. A lo largo de la campaña electoral ha visitado hasta el último rincón del país acompañado por Uribe, prometiendo seguridad a los habitantes de las zonas rurales, donde se concentra el voto de los 33 millones de electores colombianos, con lo que ha conseguido desprenderse de la imagen de técnico gris que tenía.

   Más allá del proceso de paz, Santos y Zuluaga tienen visiones enfrentadas en otros temas. En materia de drogas, el presidente ha evolucionado en los últimos años hasta ser uno de los líderes regionales que consideran necesario, al menos, debatir sobre nuevas formas de combate al narcotráfico. El 'uribista', por el contrario, asume la posición estadounidense de continuar con la lucha armada.

   Otro de los puntos de discordia traslada la batalla al ámbito social. Mientras que Santos ha adoptado una postura neutral en los matrimonios homosexuales, cuya decisión final ha dejado en manos de jueces y notarios, Zuluaga, de convicciones profundamente católicas, es un firme detractor de las uniones gays.

   Aquí acaban las diferencias ideológicas entre Santos y Zuluaga, ya que ambos son herederos de la doctrina neoliberal que ha multiplicado los Tratados de Libre Comercio suscritos por Colombia y ha batido récord en inversiones extranjeras, convirtiendo a la colombiana en una de las economías más prósperas de la región.

OTROS CANDIDATOS

   En Ramírez apenas hay discrepancias con Santos, algo que han percibido en su partido, donde se ha producido un auténtico cisma, porque una gran parte de sus miembros ha expresado públicamente su apoyo al jefe de Estado, a pesar de contar con una candidata propia.

   Quizá, la única diferencia con Santos es que Ramírez ha prometido acabar con "la mermelada", como se conoce popularmente a las prebendas prometidas a los diputados a cambio de respaldo político en el Congreso para sacar adelante las iniciativas del Gobierno, algo que el jefe de Estado considera "inversión social".

   Así, el discurso disonante de la campaña electoral lo han aportado Peñalosa y López. Aunque el candidato de la Alianza Verde ha rehusado definirse ideológicamente en la izquierda o en la derecha, ha prometido "una política distinta", asegurando que su "obsesión" es acabar con las desigualdades sociales en un país con una brecha abismal entre zonas urbanas y rurales, entre ricos y pobres.

   A su favor juega su magnífica gestión como alcalde de Bogotá entre 1998 y 2000, dos años durante los cuales puso en marcha el actual sistema de transporte público, construyó colegios y polideportivos y una vía ciclista que ha hecho de la colombiana una de las capitales más modernas de América Latina. En su contra, su alianza con Uribe en 2011 para intentar volver a la Alcaldía de Bogotá, que quedó en manos del ex guerrillero del M19 Gustavo Petro.

   López es quizá la candidata presidencial que mejor ha sabido definirse. Única representante de la izquierda colombiana encarna una candidatura de consenso que tiene como ejemplo el programa del Gobierno chileno de Michelle Bachelet. Lejos de la utopía, sabe bien lo que es desempeñar un cargo público, gracias a su experiencia en el Ejecutivo de su tío Alfonso López Michelsen.

   Los ejes de la propuesta de López son la paz, ya que ha sufrido en primera persona el horror del conflicto armado al ver masacrados por los escuadrones paramilitares a 4.000 compañeros de Unión Patriótica; y reducir las desigualdades, cualquiera que sea el ámbito en el que se manifiesten, dando especial importancia a la lucha contra la pobreza y por la igualdad de género.