Publicado 03/08/2015 13:32

Una biblioteca que acerca la cultura a los poblados indígenas

   BOGOTÁ, 3 Ago. (Colprensa/Notimérica) -

   Es la tercera vez que Daniel lee el mismo libro de Tintin. Por eso ya sabe de sobra lo que ocurre en la historia: un audaz reportero llega hasta el lejano oeste y presencia las andanzas de un indio cherokee que viaja de pueblo en pueblo con una extraña diversión, recostarse sobre un poste y permitir que los asistentes a su espectáculo callejero le lancen flechas desde distintas direcciones.

   El hombre lo consigue varias viñetas después. Daniel celebra la hazaña y ríe con ganas. "Otra vez lo volvió hacer", se le escucha decir al pequeño de 9 años, que enseguida cierra el libro, se levanta de la mesa y camina unos pocos pasos hasta dejarlo en una esquina del estante de donde lo tomó prestado hace una media hora.

   La escena transcurre en la 'Misak Misak Ala Kusreik Ya'. Una bella biblioteca que se levanta sobre la vereda de Las Delicias, en Silvia, un pueblo al norte del Cauca (Colombia).

   La traducción popular de este lugar es en español 'La casa del saber' o 'La casa del conocimiento'.

   María Ascensión Velasco, a sus 34 años, es la bibliotecaria de este sitio, que nació en 2009 y que hace poco fue finalista del concurso Daniel Samper Ortega, que lidera la Biblioteca Nacional para premiar a las mejores bibliotecas del país.

   María explica que el espacio nació de la ambición de Segundo Tumbé y Bárbara Morales, ambos profesores, que hace unos ocho años decidieron, con buen juicio, que la comunidad necesitaba una biblioteca bien dotada que le sirviera a su vez como lugar de encuentro.

   En ese momento, la Biblioteca Nacional había preparado un programa de bibliotecas interculturales y no dudó en ponerle alas al sueño de este par de maestros. Se eligió la vereda de Las Delicias ya que resultaba una zona equidistante para un total de 14.000 habitantes que habitan en la zona.

   De este modo, consiguieron preparar el segundo piso del colegio de Las Delicias para la construcción de la biblioteca. Y poco a poco, fueron llegando los libros, películas y juegos de mesa. Además de un total de 15 ordenadores. Toda esta dotación atrajo con rapidez la atención de niños y adultos, que también se reúnen allí para compartir conocimientos.

UN LUGAR PARA LAS PREGUNTAS.

   Ya es poco más de medio día y miles de niños acuden a la biblioteca a compartir su almuerzo, mientras que charlan y ojean los libros. "En un mismo día pueden llegar hasta 60 y yo los dejo, porque eso es también una manera de aprender", comenta María.

   La Misak Misak es la biblioteca que menos se parece a una biblioteca. El silencio es sustituido aquí por el bullicio natural de los niños, sus risas y las preguntas que en voz alta formulan. Un grupo de chicos que en sus ratos libres juegan a leer o, mejor, que leen para jugar. Que entendieron que los libros no son solo de quienes los escriben sino también, sobre todo, de quienes los leen.

   María Ascensión, la única trabajadora de este lugar, resuelve una a una las dudas de los pequeños usuarios. Otras veces, lee con ellos o participa en sus juegos y risas.

   Algunos niños deciden también llevar los libros a casa. El préstamo varía entre los tres y quince días, dependiendo de su extensión. En ocasiones leen junto a sus hermanos o el resto de la familia.

   "Una vez una madre vino a buscarme porque no entendía por qué a su hija le habíamos prestado un libro que hablaba de una niña que practicaba brujería y que incluso era capaz de hacer desaparecer a un profesor. Claramente se trataba de un cuento. Pero a mí me quedó la satisfacción de que ese libro se hubiera ganado dos lectoras que antes no tenía".

PROTEGE LA LENGUA TRAIDICIONAL.

   María lee los cuentos e historias en la lengua tradicional, la 'namtrik', también llamada 'namuy wan'. Otra de las luchas de esta biblioteca es conservar las tradiciones ancestrales de los misak, aunque los más pequeños prefieren utilizar el castellano.

   "Lo que preocupa es que nosotros somos sobre todo una cultura oral. Entonces nuestra lengua se escribe más bien poco. Y así los niños se van alejando de su identidad", reflexiona María.

   Y eso que los tiempos han cambiado. Ahora, por lo menos, los niños reciben clases de profesores que por obligación deben ser bilingües. Cuando María tenía la misma edad la única posibilidad de aprender ambas lenguas era en casa junto a su familia.

   Movida por el deseo de que esas tradiciones no naufragaran en medio del disfrute cotidiano de la televisión o de la radio, ambas con emisiones en español, María decidió involucrar a los abuelos en este proyecto.

   Por ese motivo, ideó un plan para que cada día los pequeños pasaran una hora conversando con sus abuelos y abuelas y fueran conscientes de las tradiciones del país.

   El abuelo ('taita') Javier Calambas les habla sobre la importancia del territorio y les narra la historia de la lucha indígena. El taita Samuel les embelesa con sus cuentos sobre mitos y leyendas locales.

   Algunas abuelas también participan y lo hacen contando historias a través de sus telares o cómo utilizar las plantas medicinales como un remedio natural.

   La antropóloga y funcionaria de la Biblioteca Nacional, Juliana Botero, asegura que es tal la tenacidad de María Ascensión, que cuando se entera de que los chicos de las veredas más apartadas no pueden llegar hasta la biblioteca Misak Misak, ella misma acude allí con libros.

   Mientras repasa documentos, actas, fotos y archivos históricos donados por los abuelos a la biblioteca, Juliana recuerda haber visto a María recorrer más de hora y media para llegar hasta las veredas Cofre y Aguabonita, para hacer llegar la literatura y música a los poblados más apartados.

   María asegura que simplemente se trata de "otra manera de vivir el territorio", porque un misak sin su tierra no puede existir.