Actualizado 06/12/2014 19:57

"Los cuentos más logrados rehúyen todo afán pedagógico" dice Juan Villoro

Feria de Literatura Infantil
ARTURO LOPEZ RAMIREZ/CONACULTA

MÉXICO DF, 14 Nov. (Notimérica) -

Uno de los errores más comunes que cometen los "malos practicantes" del género de literatura infantil consiste en "empobrecer el lenguaje para ajustarse a un lector de vocabulario limitado", ha señalado el escritor Juan Villoro, quien además ha asegurado que los cuentos "más logrados rehúyen todo afán pedagógico".

El escritor, quien ofreció una conferencia en el marco de la 34 Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil, en el Instituto para el desarrollo artístico en la Ciudad de México, explicó que narrarle a un niño significa regresar y no es extraño que algunos de los mejores exponentes del género hayan sido filólogos, es decir, historiadores de las palabras que buscan un regreso en el lenguaje.

"No hay literatura infantil sin los juegos de palabras, uno de los errores más socorridos por los malos practicantes del género consiste en empobrecer el lenguaje para ajustarse a un lector de vocabulario limitado y con el mismo afán simplificador consideran que si abundan los diminutivos la historia es tierna".

Para el ensayista mexicano, como toda rama del arte, la literatura infantil es una forma de la complejidad y si el niño es menospreciado como lector, el resultado será insulso, pues estamos ante una mente de alta exigencia, determinada por un amplio interés en la fabulación que admite el realismo extremo, lo sobrenatural y también determinado por un férreo sentido de la lógica.

También consideró que la literatura infantil debe servirse de un campo lingüístico que comprendan los niños, lo cual no implica que se renuncie a inventar palabras o jugar con ellas.

"Cuando el lenguaje es algo que se aprende resulta más fácil, más divertido y más necesario transformarlo. Escribir literatura para niños significa reproducir los procesos de aprendizaje, invención y modificación de las palabras, lo que en un tiempo significa una cosa, puede representar algo distinto en otra".

Por ello, Juan Villoro habló de que el peso cultural de la literatura infantil tiene que ver con la invención del lenguaje, pero también con una peculiar representación de la realidad.

"Hay una representación de la lucha entre el bien y el mal, la ficción adulta puede ser una evasión sofisticada. En cambio la literatura infantil debe ser siempre una disquisición ética. Ahí la felicidad es un requisito moral. Estamos ante una teoría del conocimiento, cómo captamos la realidad que planteamos una solución ética y quién merece la felicidad", expuso.

El escritor reconoció que a este aspecto se suma una exigencia racional donde las historias sobrenaturales, fantásticas o hasta desmedidas, tienen oportunidad con los lectores infantiles siempre y cuando sean lógicas y agregó: "No hay modo de escribir satisfactoriamente para niños sin jugar a ser filósofo", aseveró.

Por último, destacó que la literatura no se enseña, se contagia, por lo que no hay manera más efectiva que transformarla como una forma de afecto, ya que cuando el abuelo, la madre o el hermano mayor le leen a un niño, convierten la lectura en un vínculo emotivo, no sólo con la trama, sino con la persona que lee, concluyó.