Actualizado 03/09/2016 10:14

'Sin muertos no hay carnaval', reflejo de crueldad y realismo

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   QUITO, 3 Sep. (Notimérica) -

   Una de las grandes cualidades que abarca el fenómeno cinematográfico de Latinoamérica es la de acercar al ignorante, sin reservas, lo que ocurre en territorios que presentan otra cara menos amarga en las postales turísticas.

   De esta forma, se desata el rechazo a una situación desconocida que prácticamente se ha convertido en un evento ignorado que el cine pretende imprimir en imágenes y sonidos. Por eso, 'Sin muertos no hay carnaval' es el nombre que recibe el nuevo largometraje del director ecuatoriano Sebastián Cordero, que ocupa el sexto lugar en su carrera profesional por orden cronológico.

   Esta cinta conforma un golpe emocional ya desde su título, que de alguna forma da reconocimiento a lo que viene después: episodios crudos, realistas, sin miramientos. Al realizador no se le coloca nada por delante para poner en evidencia lo que ocurre en su país.

   Para él supone su "rodaje más grande", tal y como indica en el diario local 'El comercio', que también recoge su objetivo de hacer llegar el cine a sus espectadores porque siente que "al público le corresponde la película". Se trata de un conjunto audiovisual hecho por y para la gente, que son los principales protagonistas de la historia.

   La vislumbrante calidad de sus encuadres --que incluyen todo tipo de paisajes boscosos de diferentes tonalidades-- no hacen sino sumarse al tamaño de sus protagonistas, encarnados por el célebre actor Andrés Crespo (quien también ha coescrito la narrativa junto al Cordero) junto con Erando González, Diego Cataño y Maya Zapata.

   Estos últimos --mexicanos de nacimiento-- ya indican la calidad del largometraje por su especial desempeño actoral en el que tuvieron que aprender el dialecto guayaco para sus diferentes papeles. De hecho, Cataño se aisló en el centro de Guayaquil, donde está situada la trama, para ir haciéndose a la vida y las costumbres del lugar.

   Porque, al final, todo parece ser una costumbre obligada de la que Cordero quiere dar cuenta con su historia. En ella, se trata la corrupción, el poder, la injusticia y los conflictos sociales derivados de las invasiones terrestres en la ciudad porteña, la más poblada de Ecuador, conocida como 'Monte Sinaí'.

   Allí, Lisandro Terán (Andrés Crespo) se encarga de invadir las tierras bajo el engaño de una recompensa monetaria a todas aquellas personas que compren unas parcelas supuestamente legalizadas de las que más tarde obtendrá beneficio propio. Antes, se encontrará con la oposición de un pueblo que no se deja comprar, del que destaca el joven Celio Montero (Diego Cataño).

   La idea comenzó a gestarse hace nueve años, cuando Crespo pensó en la idea que desprendía Guayaquil al pensar en su historia, donde comenzaron los primeros asientos irregulares hace más de medio siglo. Desde ese momento, ya se desarrolló un escenario inscrito en la inseguridad, la falta de recursos y la pésima calidad de vida de su población.

   Así, el coescritor de la historia comentó en la agencia 'Andes' que gran parte del material informativo para la realización del filme vino de Billy Navarrete un luchador de los Derechos Humanos de la ciudad ecuatoriana que es protagonista.

   Los escenarios y las acciones son verídicas ya que el metraje se rodó en la propia ciudad de forma íntegra y los asentamientos irregulares se rodaron en el barrio Thalía Toral. Además, muchos de sus extras son personas que viven en dicho territorio y, tal y como confirma el diario 'El Telégrafo', los guionistas trabajaron con las víctimas de la venta ilícita de estas tierras.

   En su reciente estreno en 42 cines ecuatorianos este viernes, Crespo ha asegurado que "se mantiene la estructura general de la historia y el estilo del retrato que estábamos buscando y se convirtió en una película coral".

   En relación a las diferentes apreciaciones de la ciudad, el actor considera que "es nuestro punto de vista frente a los 3.000 puntos de vista que existen sobre el país". De esta forma, el actor indica las distintas concepciones humanas capaces de formar parte en una película en la que se hacen frente los conflictos éticos y los sociales.

   

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