Actualizado 16/07/2016 10:29

El Maracanazo: la victoria que nadie esperaba cumple 66 años

Selección de Uruguay, campeón del mundo en 1950
AIK FOTBOLL

   MADRID, 16 Jul. (Notimérica) -

   La Final de la Copa del Mundo de Fútbol de 1950 que tuvo lugar en el Estadio de Maracaná pasó a la historia bajo el nombre de 'Maracanazo'. Brasil, la anfitriona, se enfrentaba a Uruguay en el estadio de Río de Janeiro y, contra todo pronóstico, perdieron los locales.

   La ronda final de este campeonato no se definió --tal y como hoy estamos acostumbrados-- por una fase eliminatoria sino mediante una 'liguilla' en la que se encontraron, por orden descendente de clasificación, Suecia, España, Uruguay y Brasil. Este formato concluyó con una final de facto entre los dos primeros.

   Brasil se presentaba a la final como favorita habiendo ganado cinco y empatado tres de los once últimos partidos contra la selección uruguaya. Pese a estos resultados, la selección de Uruguay no estaba lejos del nivel brasileño con una Copa del Mundo y ocho de América en su haber, además de dos títulos olímpicos.

   Los diarios locales y el público fueron quienes se renegaron a la expectación propia de una final del Mundial. Titulares como "O Brasil vencerá - A Copa será nossa", "Brasil Capeão 1950" copaban los kioscos de manera previa a la final. El estadio incluso estaba decorado con pancartas que ya 'homenajeaban' a los presupuestos campeones.

   La prensa y afición local no fueron los únicos en hacer de menos a la selección de Uruguay sino que hasta las autoridades brasileñas habían acuñado monedas conmemorativas con los nombres de su selección. Sumado esto a otros detalles como que a la banda encargada de tocar el himno de la final ni se le entregó la partitura del himno uruguayo y compuso una marcha triunfal para la ocasión.

   El desánimo uruguayo era evidente: los propios integrantes de la embajada que visitaron a los jugadores instantes antes del partido les pidieron que su derrota fuera "una derrota digna".

LA FINAL

   Momentos antes de las tres de la tarde, hora del comienzo de la final, el seleccionador Juan López Fontana ordenó un juego defensivo para evitar una goleada. El capitán de los uruguayos, Obdulio Varela, no entendió esta orden y tras la marcha del preparador invitó a sus compañeros a salir al campo de manera ofensiva. Varela se respaldó en lo que había sucedido a España y Suecia que, por salir con ese esquema defensivo, recibieron sendas goleadas de la favorita.

   La afición esperaba un marcador idéntico a los que se habían dado con España y Suecia (6-1 y 7-1, respectivamente) pero el partido fue al descanso con empate a cero. El portero de Uruguay, Roque Máspoli, consiguió atajar los ataques brasileños durante el primer período y que el encuentro pasase los 45 primeros minutos en tablas, provocando así el enfado de las gradas.

   Brasil salió con todo en la segunda parte y el público no dejó de animar, dos minutos sirvieron para que el delantero brasileño Friaça marcase el primer gol de la tarde. El gol hizo que Maracaná estallara de júbilo y el estadio se convirtió en una fiesta de 173.850 espectadores.

   Obdulio Varela se dirigió entonces al árbitro a reclamar que el gol había sido en situación antirreglamentaria, lo que años más tarde narró que hizo para ganar tiempo y no tener que jugar ante el ambiente ensordecedor de la hinchada local. Esta discusión entre un jugador que no hablaba inglés y un árbitro que sólo hablaba esta lengua sirvió para fomentar la incertidumbre y enfriar los ánimos.

   El delantero Uruguallo Alcides Ghiggia conseguiría escaparse por la banda derecha es el minuto 21 y, tras amagar un disparo, pasar el balón al centro del área donde Juan Alberto Schiaffino remataría al estar sin marcaje. Este tanto de Shiaffino seguía sin ser suficiente puesto que el empate significaba que el título se quedaba en casa pero el público solicitaba con su griterío que se desequilibrase el marcador.

   Habían pasado 13 minutos de la asociación entre Ghiggia y Schiaffino cuando el capitán y artífice de la actitud ofensiva uruguaya adelantó el balón hacia Ghiggia que trianguló con Julio Pérez, superó a la defensa brasileña y Pérez le devolvió el balón.

   Ghiggia se encontraba frente a Moacir Barbosa mano a mano, el delantero, como sucediese en el primer gol, fingió un amago que provocó el adelantamiento de Barbosa y del que se sirvió para anotar el segundo gol al primer poste.

   El único tiro de Ghiggia entre los tres palos durante todo el partido se convirtió en el gol que Brasil no sería capaz de revertir. Barbosa, el portero que lo encajó, lo recordaba años más tarde, todavía afectado durante una entrevista --seis años antes de morir-- en 1994: "En este país, la pena máxima para un crimen es de 30 años. Yo no soy un delincuente y ya he cumplido diez más. Tengo derecho a dormir tranquilo".

EL SILENCIO

   La victoria, el 'Maracanazo', ha sido una de las más inesperadas de la historia. El presidente de la FIFA en esta época llegó a contar en un libro que dejó su puesto en la tribuna con el 1-1 que hacía a Brasil campeón para que preparasen los micrófonos. Rimet narra que el ruido en aquellos momentos le dejaba "ensordecido" y que cuando sucedió el segundo gol de Uruguay "un silencio desolador había ocupado el lugar de todo aquel júbilo".

   Brasil intentó sin éxito volver a poner las tablas en el marcador y protagonizó un acoso incesante ante los uruguayos pero sin ningún éxito. Eran las 16:45 de la tarde cuando el árbitro, George Reader, hizo sonar su silbato decretando el final del partido ante la incredulidad y tristeza nacional.

   Rimet narra en su obra como se vio "solo, en medio de la multitud, empujado hacia todos lados, con la copa bajo el brazo" y como, al final, encontró al capitán uruguayo y "casi a escondidas" le hizo entrega del premio.

EL HÉROE QUE SE FUE A LOS 65 AÑOS

   El autor del mítico gol de Uruguay falleció hace un año, cuando se cumplían exactamente 65 años de la hazaña que él mismo había protagonizado. Ghiggia fue uno de los primeros futbolistas de su país en jugar en Italia.

   El 65 aniversario del 'Maracanazo' se llevó al último jugador vivo de esa histórica escuadra. El delantero, ya con 88 años, sufrió un paro por el que fue internado pero no pudo ser reanimado.

   Alcides Ghiggia pasó a la historia por ser el artífice del 1-2 frente a Brasil en la final del Mundial de 1950, del que declaró: "tan sólo tres personas, con un único gesto, han hecho callar a un Maracaná con 200.000 espectadores: Frank Sinatra, el Papa Juan Pablo II y yo".