Actualizado 31/07/2013 23:56

Salarios estancados y menores remesas ponen un grillete al consumo de los mexicanos

Por Pablo Garibian y Alexandra Alper


MEXICO DF, 31 Jul. (Reuters/EP) -

- Si algún mexicano se entusiasmó con la promesa del flamante presidente de que ganaría más dinero por su trabajo, ya debería ir armándose de paciencia.

México busca avivar el consumo para que su economía no sufra por la debilidad en la demanda de Estados Unidos con una receta más cauta que la de Brasil: reformas para ganar productividad. Pero eso no traerá un alza inmediata en los estancados salarios.

"Para que empiece a notarse por lo menos de 3 a 5 años", pronosticó Claudio Loser, ex funcionario del Fondo Monetario Internacional (FMI), sobre el efecto de las reformas en los bolsillos mexicanos.

No es solo un problema de productividad. Las remuneraciones tampoco avanzan porque la demanda de trabajos supera con creces la oferta, coinciden economistas.

Durante la última década el salario mínimo real cayó de 60.06 a 58.10 pesos (4.64 dólares) diarios, según la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos.

Con estos sueldos, las remesas que envían familiares desde Estados Unidos son la red de contención para que muchos hogares lleguen a fin de mes. Y la caída de estos flujos en los últimos meses sepultó las esperanzas de que el consumo crezca pronto.

"Ni un peso me sobra", dijo Ana Martínez, una muchacha de 18 años empleada por una empresa de limpieza que le paga unos 3,000 pesos mensuales (240 dólares) por 12 horas de trabajo diarias.

"Quisiera comprarme un celular de esos con Internet, pero imagínese, con lo que gano", se lamentó confesando que su sueldo se evapora entre lo que gasta en renta, viáticos y comida.

Hasta el cauto banco central reconoció la debilidad del consumo privado, que desde el tercer trimestre del 2012 se viene desacelerando y solo creció un 0.2 por ciento entre enero y marzo.

Más allá de cruzar los dedos para que se fortalezca la demanda de Estados Unidos -su mayor socio comercial- por sus exportaciones, el Gobierno necesita que se concretan la reforma fiscal y la energética que enviará en los próximos meses al Congreso para que la economía crezca.

"Si no existe un estímulo externo para nuestro crecimiento económico, debemos impulsar aquí reformas de carácter estructural y políticas públicas que nos permitan fortalecer el mercado interno", dijo el presidente Enrique Peña Nieto en un evento hace poco más de dos meses.

Con menores ingresos por la venta de petróleo, un pequeño déficit fiscal y las ya bajas tasas de interés, el Gobierno no tiene mucho espacio para estimular la economía y sólo puede intentar crear más puestos de trabajo formales -aunque sean mal pagados- para subir la demanda interna al menos en el papel.

Pero tampoco en ese frente está cosechando mucho éxito, a pesar de que logró que el Congreso aprobara en noviembre una reforma laboral para hacer más flexible las contrataciones.

Durante sus primeros siete meses en el gobierno, Peña Nieto logró la creación neta de 62,485 empleos, la cuarta parte de lo generado en el mismo periodo un año antes. En junio sólo se crearon 2,519 puestos, el mínimo en 10 años.

MAS BARATO QUE CHINA

Cada año un millón de nuevos buscadores de trabajo irrumpe en el mercado a la caza de oportunidades, estiman especialistas, y en el mejor de los casos el ritmo económico sólo alcanza a generar puestos para la mitad de ellos, muestran datos del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).

Las leyes de la oferta y la demanda se encargan de mantener los sueldos deprimidos y las presiones sobre los precios bajas.

"El mercado laboral ha sido un ancla visible para la inflación empujada por costos, pero una débil palanca para el crecimiento del consumo privado", dijo Alberto Ramos, analista de Goldman, Sachs & Co, en un reporte reciente.

Con un sueldo de poco más de 2.5 dólares la hora, los trabajadores mexicanos en la industria manufacturera ya resultan casi un 20 por ciento más baratos que sus pares chinos, mostró un estudio de Bank of America Merrill Lynch publicado en abril.

Ese ha sido uno de los atractivos para que empresas como la alemana Volkswagen, la canadiense Bombardier, la japonesa Toyota, la estadounidense Procter & Gamble o el danés Lego Group concretaran en los últimos años millonarias inversiones en tierras mexicanas.

"¿Es tan bueno que los salarios sean bajos? Yo diría que no, no es manteniendo sueldos bajos que se construye un futuro", dijo Benito Berber, analista de Nomura Securities.

Brasil ha tenido una política opuesta a la de México, con una estrategia para impulsar el consumo con ajustes regulares a los salarios ligados a inflación y al crecimiento económico.

El sueldo promedio mensual real de los brasileños subió más de un 28 por ciento en la última década y el salario mínimo casi se triplicó en ese lapso a 678 reales (300 dólares).

Pero tampoco disparar rápido los salarios es un santo remedio. Después de haber aumentado el poder adquisitivo de su gente ayudado por un enorme incremento del crédito, ahora Brasil sufre por la inflación y el endeudamiento de sus hogares.

"Está muy de moda hablar de la necesidad de expandir el consumo y estimular la economía", dijo Loser recordando el caso brasileño. "Impulsar el consumo te da un empuje de corto plazo, pero no es cómo una lámpara de aceite, es como un cerillo".

Del otro lado de la balanza, en México disminuyó el ritmo de expansión del crédito al sector privado a tasas del 5.8 por ciento en junio, casi la mitad del crecimiento de un año antes.

Y en un país con una estructura poco competitiva que depende de las exportaciones, la mano de obra debe ser barata.

México es uno de los países más abiertos de la región, con un comercio que equivale a poco más del 60 por ciento de su economía, según la Organización Mundial de Comercio (OMC). Su consumo privado representa alrededor del 40 por ciento.

"Es una de las limitaciones del modelo mexicano, si tienes un modelo exportador está completamente basado en costos", dijo Enrique Alvarez, analista de Mercados Emergentes de IDEAglobal. "Y todo eso va en contra de poder aumentar los salarios".

Aunque en promedio los trabajadores registrados en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) -desde empleados hasta ejecutivos- ganan 271.58 pesos (21 dólares) al día, eso representa un aumento de solo un dólar si su salario promedio diario de hace una década se ajusta por inflación.

Por eso para muchos las remesas hacen la diferencia. Sin embargo, en los primeros cinco meses del año cayeron un 10 por ciento a 8,758 millones de dólares frente al año previo, su menor monto para un periodo enero-mayo en ocho años.

Las ventas al por mayor -que anticipan a las minoristas- cayeron un 5.5 por ciento entre enero y mayo, y la confianza en la economía tocó en junio su menor nivel en nueve meses.

"Esto está muy flojo, este año ni con las ofertas viene mucha gente. Mire como está toda la tienda medio vacía", dijo Brenda Olvera, vendedora de la tienda departamental Liverpool. "El año pasado a estas alturas no nos dábamos abasto para atender a la gente que compraba furiosamente".

El estancamiento de sueldos y la poca generación de empleo podría atizar el descontento de la gente, pero es poco probable que estallen protestas sociales como las de Brasil o de Turquía.

CUESTIÓN DE PRODUCTIVIDAD

Si algo aguó la fiesta del presidente mexicano fue la desaceleración económica.

El Gobierno redujo en mayo su pronóstico de crecimiento para este año de un 3.5 a un 3.1 por ciento, pero incluso esa cifra suena optimista.

Buena parte de la culpa la tiene la caída de un 5.6 por ciento en los ingresos petroleros en el primer semestre y la debilidad las exportaciones manufactureras, que en la primera mitad del año crecieron un 2.5 por ciento comparado con un promedio del 10 por ciento en la última década.

Estas perspectivas desinflaron el entusiasmo que generó en el exterior la agenda de cambios estructurales de Peña Nieto tras la aprobación del plan laboral, una reforma educativa y una de telecomunicaciones a poco de haber asumido.

"El problema de México sigue siendo el pobre crecimiento económico: no alcanza para generar las cantidades de empleo pero tampoco para repartir el ingreso de mejor manera", dijo Alfredo Coutiño, director para América Latina de Moody's Analytics.

El Gobierno lo sabe.

Por eso selló un pacto con los partidos opositores para acelerar el paso legislativo de la reforma fiscal, la energética y también de una bancaria. Si prosperan se calcula que el crecimiento anual se duplicaría a un 6 por ciento para el 2018.

A pesar de todo, un mayor crecimiento económico no garantiza mejores sueldos. Ni tampoco el hecho de crear empleos formales en un país donde, un poco por cultura y otro poco por falta de oportunidades, 6 de cada 10 trabajan en la economía subterránea.

"La productividad es la táctica", dijo Jonas Prising, presidente para las Américas y el sur de Europa de Manpower.

Un trabajador que produce más se lleva más dinero a casa. Pero de 1992 al 2012, la productividad por empleado en México creció solo un 16 por ciento frente al 30 por ciento de Brasil, el 43 de Argentina, el 57 por ciento de Chile y el 113 de Perú, con base a cifras de la Conference Board Total Economy Database.

"Este es el alcance final (...) que tienen las políticas públicas que en materia económica estamos impulsando: el que realmente las familias puedan ganar más, tener mejores ingresos, a través de ser más productivos", sostuvo Peña Nieto.

La baja productividad de los trabajadores mexicanos es resultado de un sistema educativo que ha sido deficiente durante décadas, la limitada inversión tecnológica de las empresas y en ocasiones un bajo nivel de capacitación laboral.

Además de la reformas estructurales, para subir la productividad se necesitan monumentales inversiones. Y eso tampoco se le escapa al Gobierno.

Peña Nieto anunció un plan de 360,000 millones de dólares para construir carreteras, puertos y aeropuertos en los próximos cinco años, que de cumplirse sentaría los pilares para mejorar la eficiencia productiva.

"México se está moviendo en la dirección correcta, ahora esto va a llevar tiempo", dijo Coutiño.