Actualizado 01/08/2009 16:05

Afganas golpeadas optan por divorcio en vez del suicidio

Por Golnar Motevalli

HERAT, Afganistán (Reuters/EP) - Después de las constantes golpizas, torturas e intentos de asesinato por parte de su esposo, Zahra, de 35 años, trató de quemarse a lo bonzo para escapar de su matrimonio. Luego se enteró de una opción más segura: el divorcio.

Zahra forma parte de un creciente número de mujeres de la provincia de Herat, en el oeste de Afganistán, quienes, con la ayuda de una entidad de caridad, han enfrentado las leyes patriarcales para obtener el divorcio, un tabú en este estado fervientemente musulmán y anteriormente gobernado por el Talibán.

"No tuve un solo día de felicidad con mi marido (...) él no era un ser humano. Me golpeaba a diario", dijo ella, dejando ver las heridas en su pierna y pie derechos donde su marido la había electrocutado deliberadamente.

Tras casarse a los 14 años, Zahra, quien se negó a dar su nombre completo por seguridad, dijo que sufrió años de abusos. Luego, una disputa por una propiedad con sus suegros convirtió su matrimonio en una pesadilla total.

"Me quisieron matar en tres o cuatro ocasiones. Una vez me dieron veneno para ratas (...) No puedo salir por el divorcio y mis cuatro hermanos me están buscando; me quieren matar," dijo la mujer.

El divorcio le costó la custodia de sus siete hijos y dos hijas e hizo que su padre la desconociera.

Inicialmente, su ex esposo le permitió conservar a sus hijas con la condición de que no se volviera a casar.

Pero su situación financiera, en un país donde las mujeres rara vez trabajan, era tan precaria que con el tiempo ella volvió a contraer nupcias y, cuando su ex esposo se enteró, le quitó las hijas.

AUMENTAN DIVORCIOS

Suraya Pakzad dirige un refugio para mujeres en Herat y ha ayudado a varias mujeres, incluyendo a Zahra, a divorciarse.

Ella dice que sus programas, que informan a las mujeres sobre el divorcio, las disuade de inmolarse y las ayuda a enfrentarse a la ley de divorcio.

El número de divorcios se ha duplicado en Herat en los últimos dos años, según Pakzad, mientras que los casos denunciados de inmolación han disminuido.

"En 2006 tuvimos 98 casos de mujeres que se mataron prendiéndose fuego (...) en 2008, hubo unos 73 casos, de modo que definitivamente ha habido una disminución", dijo Pakzad.

"Cuando bajamos el número de inmolaciones, el número de divorcios automáticamente subió porque las mujeres se dieron cuenta de que no podían resolver sus problemas prendiéndose fuego", explicó.

Bajo la ley islámica de Afganistán, un hombre puede divorciarse sin necesidad del acuerdo de su esposa. Pero si una mujer busca el divorcio ella debe obtener la aprobación de su esposo y necesita testigos que puedan dar cuenta ante la Justicia de que la separación está justificada.

"Un hombre puede decirle a la corte que la conducta de su esposa es inapropiada, que no se comporta bien en la casa y que se quiere divorciar. Un hombre decide el futuro de una mujer con un pedazo de papel," dijo Maria Bashir, jefa de la fiscalía de Herat.

Una mujer puede solicitar el divorcio aduciendo que su esposo está ausente durante largos períodos, que no puede mantener a su familia, financieramente o porque es físicamente incapaz de hacerlo, si él es impotente o abusa de ella al punto que su vida pueda estar en riesgo, explicó Bashir.

Para conseguir el consentimiento de su esposo para el divorcio, las mujeres eran forzadas a permitir que su esposo y su familia se queden con los hijos, una posibilidad que disuadió a muchas mujeres golpeadas.

"Las mujeres prefieren la muerte al dolor de ser separadas de sus hijos. Este es el motivo por el que muchas mujeres, antes de consultar a la Justicia, recurrirán a la inmolación, a suicidarse o a escaparse", agregó Bashir.

Pakzad mudó su oficina de Kabul a Herat, un lugar mucho más conservador que la capital, aunque tal vez es la ciudad más próspera de Afganistán debido a la mayor seguridad y el pujante comercio con los países vecinos.

"En Kabul, el acceso de las mujeres a las finanzas o a la economía está mucho más limitado que en Herat, pero ellas tienen un mucho mejor acceso a la libertad. El clima para las mujeres es más fácil y más relajado", explicó Pakzad.

"Las familias afganas piensan que una mujer no debe divorciarse, sin importar lo que atraviese. Ella debería morir antes de pedir el divorcio," agregó Pakzad.

Pakzad conecta a las mujeres con una de las cinco o seis firmas de abogados en Herat que reciben casos de divorcio. Ellos van a la Justicia con la mujer, quien además puede apelar su caso si el fallo no es satisfactorio.

Pero los costos, la dificultad de acceder a abogados y el enorme estigma que acompaña el proceso aseguran que la mayoría de las mujeres nunca llevará sus casos ante los tribunales.

"Las mujeres saben esto y es por esto que tienden a tolerar sus problemas", dijo Pakzad.

"No queremos trabajar en contra de la ley. Nuestro enemigo es el Talibán y no queremos hacer del Gobierno otro enemigo, pero la ley debe cambiar y necesitamos una sesión (parlamentaria) para cambiar esto", agregó Pakzad.

"MI UNICA SALIDA"

A unos pocos kilómetros de allí, en el único hospital de Afganistán dedicado a "khod soozi," o quemaduras auto infringidas, el doctor Mohammad Aref Jalali supervisa a una de sus pacientes y le pregunta cómo se siente.

Todo el cuerpo de Zarbakht, de 20 años, está enyesado. Ella está recostada sobre una cama todo el día y apenas puede mover sus labios para hablar y sus cejas. La joven dice que su familia nunca la visita.

"Tuve que casarme a los 14 años. Fui empujada a casarme porque mi familia es muy pobre (...) No tuve alternativa. Después de cinco años no pude tolerarlo más, ¿Qué otra cosa debía hacer?", dijo Zarbakht en un suspiro afectado, con su mandíbula casi fija por los vendajes.

Al doctor Jalali, quien confirmó la existencia de menos cantidad de casos de autoinmolación en Herat en lo que va del año comparado con el 2008, no le sorprende que sus pacientes probablemente jamás contemplen el divorcio.

"El problema en un 80 por ciento es que las mujeres afganas son analfabetas y no tienen los medios para solucionar sus problemas, por lo que recurren a medidas extremas y desesperadas, como el suicidio", dijo Jalali.

El año pasado, de los 85 pacientes admitidos en su guardia, 63 murieron por las quemaduras autoinfringidas.