Actualizado 16/02/2015 12:32

Argentina camina hacia la igualdad real de la mujer en política

NIÑAS
Foto: CREATIVE COMMONS

BUENOS AIRES, 15 Feb. (Notimérica) -

   Desde la infancia a la vida adulta, la igualdad entre sexos es una de las luchas sociales más importantes. Se trata de una pretensión tan histórica como actual, que ha formado parte de códigos y legislaciones nacionales e internacionales, considerada como uno de los derechos humanos más fundamentales. Argentina es una de las regiones del mundo que avanza, no sin esfuerzos, hacia la igualdad real de la mujer en política.

   La igualdad de género es un asunto trascendental, no sólo por las implicaciones éticas que conlleva, sino también porque incrementa el potencial económico de los países y es una fuerza transformadora del desarrollo humano. Además, las mujeres con mayores niveles de educación y poder de decisión amplían las capacidades de sus familias y comunidades.

   Aunque Argentina ha avanzado en las últimas décadas en la integración de las mujeres en puestos laborales, persisten aún desafíos entre la igualdad formal y la igualdad real, "entre la existencia de los derechos y su reconocimiento", según reveló el informe del Programa de NNUU para el Desarrollo (PNUD) 'Género en el trabajo: brechas en el acceso a puestos de decisión en Argentina'.

   Este tránsito ha sido más lento y desigual para las mujeres, aunque el país cuenta entre sus victorias con una "mayor participación de las argentinas en algunas instancias de los poderes del estado, sus logros educativos y su mayor presencia en el mercado laboral".

   Por ejemplo, en el Congreso nacional, desde la implementación de la ley de cupo, la representación de las mujeres aumentó en proporciones importantes. Aprobada en 1991, la norma obliga a una representación de un mínimo del 30 por ciento de mujeres en listas electorales.

   Además, Argentina es un ejemplo paradigmático del acceso de una mujer al puesto más alto del poder, ya que ha sido una presidenta la que ha ejercido el poder ejecutivo nacional durante las dos últimas administraciones: Cristina Fernández de Kirchner.

   Desde la restauración de la democracia, tras los años de dictadura militar (1976-1983), los logros educativos de las mujeres han sido significativos: "Las argentinas tienen actualmente mayor tasa de matriculación, menor tasa de sobreedad y mayor tasa de egreso que los varones", según el PNUD.

DIFICULTADES POR SER MUJER

   Sin embargo, "la desigualdad de género en la inserción en el mercado
laboral persiste", ya que "una proporción importante de las trabajadoras continúa desempeñándose en trabajos más precarios, inestables, con menor cobertura formal y menores salarios que los de sus pares varones", según denuncia el PNUD. Esta desigualdad habla de una división sexual del trabajo.

   El problema principal es que la creciente participación de las mujeres en el mercado de trabajo se da en un contexto donde se mantiene "la expectativa social de que sean ellas las principales proveedoras de cuidado familiar", lo que genera indudablemente desigualdad. Esta se expresa no solo en una inserción laboral diferente y en brechas salariales sino también en "una participación ocupacional segregada verticalmente".

   Una manifestación clara de esta segregación vertical es la diferencia de género en el acceso a puestos de decisión. La disparidad entre el porcentaje de varones y mujeres en posiciones jerárquicas es significativa: las mujeres ocupan solo un tercio de los puestos de jefatura y dirección.

   Los conocidos como 'techos de cristal', o las barreras que enfrenta la mujer por su género, "persisten, dificultan el acceso de las mujeres argentinas a espacios de decisión y restringen su trayectoria laboral". No obstante, algunas tendencias alentadoras sugieren avances para las Trabajadoras, avances que son más marcados entre las mujeres que han completado estudios superiores y universitarios.

   Si bien "aún predominan estereotipos que vinculan los espacios de decisión con estilos 'masculinos'", en los últimos años las argentinas han llegado a espacios antes vedados, han cuestionado algunos de estos estereotipos y han delineado estilos propios de liderazgo.

   Una de las grandes banderas en esta dirección es el 'empoderamiento', que define "las capacidades de las personas para canalizar sus derechos a través de la participación en los ámbitos donde transcurren sus vidas: la familia, las instituciones comunitarias, las instituciones del estado y el trabajo".

   En el fondo, empoderamiento son las capacidades para controlar el propio destino, ejercer los derechos y disponer de oportunidades para tomar decisiones. Sin embargo, "para que una persona pueda ejercer efectivamente sus derechos debe vivir libre de discriminación, coerción y violencia", para lo que la igualdad es el único camino.

   De cara al futuro, "la autoestima, la autonomía y la creencia en la generación de cambios en sus respectivos entornos son actitudes fundamentales en la construcción del empoderamiento". Las mujeres empoderadas adquieren control sobre sus propias vidas y derechos, participando de forma plena en el proceso de toma de decisiones económicas, políticas y sociales, lo que debería ser el objetivo de todo Estado de Derecho.