Actualizado 14/09/2016 20:42

La corrupción, el talón de Aquiles de las democracias latinoamericanas

Lula Da Silva
UESLEI MARCELINO / REUTERS

   Por Desarrollando Ideas

   BRASILIA, 14 Sep. (Notimérica) -

   En el año 2015 y en este 2016, la corrupción ha cobrado una gran notoriedad en América Latina y relevancia por la magnitud de los casos que han salido a la luz. Una corrupción que sigue muy presente en esa región pese a que muchos aspectos han cambiado en los últimos años en los que se ha creado un entramado institucional que sirve para controlar y perseguir la corrupción. Además, ahora existe una sociedad de clases medias, más urbana, mejor preparada y autónoma, capaz de movilizarse, como ha ocurrido en países como Brasil o Guatemala, para reclamar transparencia y castigo a la corrupción.

   La persistencia de la corrupción en América Latina es una de las grandes amenazas que afrontan las democracias de la región porque daña la institucionalidad democrática y a uno de sus principales pilares, el sistema de partidos. En América Latina, no solo son abundantes los casos de corrupción sino que existe una extendida percepción social de que esa corrupción es de alta intensidad. Esta renovada percepción de la corrupción se une a una coyuntura desfavorable marcada por la ralentización o crisis que profundiza los problemas sociales. Esta combinación de elevada percepción de la corrupción, crisis económica y malestar social supone un misil en la línea de flotación de los sistemas democráticos de la región.

   La región es muy heterogénea; conviven países con muy bajos niveles de corrupción con otros en los que el fenómeno es notablemente elevado y constante. En promedio, se aprecia un leve progreso en los indicadores, aunque no es generalizable a todos los países ni invariable en el tiempo. Sin embargo, la mayoría de los países de América Latina se han visto atrapados por importantes casos de corrupción que están poniendo en serios aprietos a diferentes gobiernos, partidos e instituciones de la región.

   Esta nueva oleada de escándalos de corrupción que se está dando en América Latina se produce tras 15 años en los que han cambiado profundamente las sociedades latinoamericanas, las cuales han pasado a ser sociedades más urbanas y más de clases medias con su propia agenda. Más activas y empoderadas, esas clases medias exigen mejores servicios públicos, seguridad y transparencia.

   Para combatir eficazmente la corrupción se necesitan tres componentes: un aparato institucional fuerte, un cuerpo legal sólido y una clara y decidida voluntad política para luchar contra ese flagelo. Y eso es así porque estas tres características se convierten en valladares contra esas malas prácticas y en desincentivos de las mismas. La corrupción es, finalmente, una conducta racional que responde a determinados incentivos. Por lo tanto, la existencia de leyes anticorrupción y de instituciones que hagan cumplir y apliquen esas normas se antoja como clave a la hora de combatir las malas prácticas. Se trata no solo de construir instituciones más sólidas, independientes y efectivas sino sobre todo con real capacidad sancionadora y respaldadas por una voluntad política para cumplirlas.

   América Latina es una zona con una incidencia media-alta del fenómeno de la corrupción. Además, existe una gran heterogeneidad de casos en la región ya que hay países con bajos niveles de corrupción como Uruguay o Chile y otros con índices altos como Venezuela. La corrupción está relacionada con una legislación desactualizada, una institucionalidad débil, un acceso deficiente a la información pública, una participación ciudadana escasa, con la existencia de conflictos de interés y por la impunidad.

   La participación ciudadana es esencial en este proceso. Probablemente lo que estamos observando hoy en la región --especialmente en países como Brasil, México o Guatemala-- es parte de un movimiento social (nacional e internacional) en contra de la corrupción. La sociedad ha alcanzado una situación de hartazgo que se ha materializado en un movimiento muy importante en la región.(Este movimiento representa un paso en firme pero quizás todavía insuficiente.) Uruguay y Chile son, pese a sus deficiencias, un ejemplo a seguir. Todavía queda un largo camino que recorrer aunque algunos países ya están liderando el proceso de lucha contra la corrupción.

   Puede leer el informe completo pinchando aquí.