Publicado 17/04/2016 09:59

Elecciones en Perú, ¿hacia un cambio de rumbo?

A woman casts her vote during presidential election at a polling station at a cl
STRINGER . / REUTERS

   Por Diego Bosch Mendoza*, investigador del Instituto Universitario de Investigación en Estudios Latinoamericanos (IELAT) de la Universidad de Alcalá.

   MADRID, 17 Abr. (Notimérica) -

   Las elecciones del domingo 10 de abril en Perú, resultaron previsiblemente en una segunda vuelta. Que Keiko Fujimori avanzase, era evidente, y sólo faltaba por conocer quien la acompañaría en la recta final de la carrera a la presidencia para los próximos cinco años. Finalmente será el ex ministro de economía Pedro Pablo Kuczynski quien compita con la hija del ex presidente Alberto Fujimori. Sin embargo, como se vio durante la campaña y el debate electoral, ninguno de los dos candidatos ha ofrecido propuestas sólidas de crecimiento para sustentar y mantener el asombroso desempeño económico y social que Perú experimentó durante el siglo XXI. Porque Perú ha progresado mucho según los indicadores estadísticos referentes al PIB, y a la reducción de la pobreza.

   Según la CEPAL, durante el período 2000-2014, el PIB peruano creció a un promedio de 5,3 por ciento anual, el promedio más alto de América del Sur. A su vez, según esta fuente también fue el que más pobreza redujo en esta subregión durante el siglo XXI, pasando de 54,8 por ciento en 2001 a 24 por ciento en 2013. La desigualdad también se redujo pues el índice de Gini pasó de en 2001 de 0,52 a 0,44 en 2013.

   Pero no todo ha sido tan positivo como parece. Si atendemos a la estructura exportadora y productiva vemos que la primarización incluso ha aumentado, ya que en 2001 las materias primas suponían en torno al 78 por ciento de las exportaciones, y en 2013 en torno al 88 por ciento. Es más, ha habido una mayor concentración hacia la minería ya que esta suponía el 46 por ciento en 2001 y en 2013 un 57 por ciento. Estos datos son preocupantes, ya que el éxito peruano ha tenido mucho que ver con el boom de las commodities a nivel internacional, el cual favoreció las exportaciones primarias. Pero aunque de gran importancia, este no ha sido el único motivo del éxito. Pues según un estudio del Banco Central de Reserva del Perú, fue el aumento de la productividad el principal motivo de crecimiento del PIB.

   Productividad que habría mejorado tras la apertura económica iniciada durante la era Fujimori en los noventa. En esta etapa que fue llevada a cabo bajo los moldes del Consenso de Washington, se intensificó notablemente la inversión extranjera directa (IED), privatizándose empresas estatales ineficientes, y llegándose de esta manera tras una primera fase de ajustes traumática, a un aumento durante el siglo XXI en la productividad de los trabajadores peruanos, lo que permitió en consecuencia el incremento de sus salarios y la consiguiente reducción de la pobreza.

   Ya que esta no se redujo tanto por medio de políticas asistencialistas a lo Lula Da Silva, sino que su reducción recayó más en el citado aumento salarial. Pero la dependencia del asistencialismo se intercambia por la dependencia de la IED que de momento acompaña positivamente a la economía peruana, teniendo mucho que ver en que pese a la disminución del boom exportador, la economía peruana aún crezca por encima del promedio de una región en clara desaceleración económica. Aunque esto no niega que gran parte de la IED está destinada al sector primario y no a otros sectores, como las manufacturas, donde favorecería procesos de mayor valor agregado. De hecho, las manufacturas se enfrentan actualmente a un decrecimiento, evidenciando las lagunas del modelo económico que iniciase Fujimori y que mantuviesen sus sucesores en puntos tan influyentes como la primarización exportadora y la dependencia de la IED. Pues el que las manufacturas hayan decrecido recientemente tiene mucho que ver con que Perú haya reducido su capacidad de exportación, disminuyendo así su capacidad de importar, lo cual ha dañado a sectores que como las manufacturas dependían de las importaciones para poder mantenerse a flote. Es decir, los sectores más afectados por la disminución del boom exportador serían aquellos sectores que recibían menor IED, ya que la minería no ha sufrido el revés manufacturero.

   En definitiva, es cierto que el modelo peruano ha sido innegablemente exitoso para lo que llevamos del siglo XXI, y que aún aguanta los envites del fin de ciclo de las commodities. A su vez, ha habido mejoras en la infraestructura y se ha incrementado notablemente la productividad, y también se ha reducido destacablemente la pobreza y aumentado las clases medias incrementando significativamente el consumo. Sin embargo, el mantenimiento y expansión de estas clases medias depende de medidas estructurales que no se han realizado en la justa medida, pues no se ha sido capaz de reducir la dependencia del exterior, desaprovechando gravísimamente una extraordinaria oportunidad de crear un modelo de reducción de la primarización, desarrollando una economía de mayor valor agregado, y por si fuera poco, tampoco se han sentado las bases para un proceso de generación de tecnología propia que reduzca la dependencia tecnológica que siempre ha atormentado a América Latina.

   No sabemos si Perú volverá a tener una época de bonanza como la que ha desperdiciado en cuanto a la reforma del modelo productivo, pero la desaceleración de China no nos permite ser optimista por lo menos en el corto plazo. Por lo tanto Perú ha evidenciado en el siglo XXI un problema de falta de voluntad política para reformular un sistema económico vulnerable. Lamentablemente, ninguno de los dos candidatos que se enfrentarán en la segunda vuelta invita a pensar en un cambio de rumbo hacia el progreso. Porque ni Keiko ni Kuczynski parecen tener un plan sólido de reforma del modelo económico, que permita afrontar los retos a los que Perú se enfrenta tras el fin del ciclo de las commodities, uno de los pilares de su crecimiento.

   Es cierto que Keiko parte con ventaja tras lo visto en la primera vuelta, pero no tiene el éxito asegurado, pues queda por ver si Kuczynski, será capaz de aglutinar el voto anti keiko. Centrando su discurso en el desprestigio a su rival a base de vincular a Keiko con la figura de su padre, y denunciando la corrupción y las violaciones a los derechos humanos perpetuadas por este, así como su carácter autoritario, recordando el autogolpe de 1992.

   Y pese a que Keiko haya intentado distanciarse de la herencia de su padre y declarado que si llega al poder no lo indultará, la estrategia del desprestigio podría causar un efecto electoralista notorio, atrayendo a favor de Kuczynski una parte importante del electorado que siente repulsa hacia el legado de Fujimori. Sin embargo, aunque la problemática que rodea a Alberto Fujimori puede ser importante en el desenlace de la segunda vuelta electoral, como hemos podido ver a lo largo de este artículo los problemas reales que atraviesa Perú y que están en juego, son mucho más profundos que las acusaciones y la condenación de la figura de Alberto Fujimori, hoy entre rejas.

   * Diego Bosch Mendoza es investigador del Instituto Universitario de Investigación en Estudios Latinoamericanos (IELAT) de la Universidad de Alcalá e historiador por la misma universidad, donde ha realizado una maestría en 'Unión Europea y América Latina: Una cooperación estratégica' y actualmente realiza el programa de doctorado 'América Latina y la UE en el contexto internacional" también en la citada universidad.