Actualizado 14/06/2009 17:07

Festivales de rock luchan contra el desastre financiero

Por Marton Dunai

BUDAPEST (Reuters/EP) - The Prodigy o Fatboy Slim no alcanzan para persuadir a Dorina Keresztes de gastar dinero en un boleto para un festival de rock este verano boreal. Ella dice que encontrará otras formas de divertirse.

"Recostarse en un parque bebiendo vinos con amigos es gratis", dijo esta estudiante de 22 años de Budapest.

Puede que se agoten las localidades para Glastonbury en Gran Bretaña, pero al norte y al este de Europa, desde Roskilde en Dinamarca a B'esfest de Rumania y Sziget de Hungría, las incertidumbres generadas por la recesión hacen que este año la venta de boletos para los festivales de rock sean más difíciles.

Así como algunos auspiciantes dan un paso al costado, la oferta de descuentos parece estar dirigida a la publicidad. Traiga a 45 personas a Sziget -usualmente el tercer mayor evento de Europa después de Roskilde y Glastombury- y todos pueden comprar boletos a mitad de precio, dicen los organizadores.

Otros festivales están posponiendo los aumentos de precio planeados, particularmente en Europa del este, donde la crisis ha recaído sobre países con colchones económicos mucho más delgados que en Europa occidental.

Muchos han tenido que optar por reducirse.

Como un pasatiempo exclusivamente discrecional, los festivales deben tener un equilibrio justo entre precio y valor, dice Christof Huber, secretario general de Yourope, una organización de festivales de verano. "Eso podría resultar difícil este año", auguró.

El índice de desempleo en Hungría está cerca del 10 por ciento, el más alto en al menos 13 años, y los indicadores de crecimiento económico están en sus niveles más débiles desde el final del comunismo.

El país depende de un préstamo del FMI por 25.000 millones de dólares. La gente se siente al borde del abismo.

EXTRANJEROS, EL NEGOCIO

Atraer extranjeros poniendo de relieve la relativa accesibilidad de Europa del este parece la mejor alternativa de algunos festivales.

"A medida que aumentamos los precios para ponernos a la altura de los festivales de Europa occidental, el público húngaro lentamente se desintegra. Pero para los occidentales, esto todavía es barato," dijo Gabor Takacs, director financiero de Sziget.

En los últimos años, Sziget ha atraído visitantes franceses, alemanes, holandeses y británicos por su accesibilidad similar a los eventos de sus países de origen, dijo Takacs.

Un pase de seis días para el festival de Sziget, que significa "isla" y transcurre en una isla en el río Danubio, cuesta 150 euros (208 dólares).

Esto es más accesible para un alemán que en promedio percibe un suelo de 2.140 euros al mes que para un húngaro que en promedio gana 475 euros, según los últimos datos de Eurostat.

"Ese precio es obsceno," dijo Keresztes. "El precio de la entrada es solo el comienzo. Tienes que comer, beber, fumar", dijo la joven.

Sin embargo, el costo de montar un festival también aumenta si, como en el caso de Hungría, la divisa se debilita mucho.

Takacs de Sziget dijo que los contratos de los principales artistas extranjeros -el mayor gasto, que puede ascender a 1 millón de dólares- creció aproximadamente un 20 por ciento debido a la devaluación del florín este año.

Y si Hungría funciona como un indicador, la cantidad de turistas occidentales también está bajando: la Oficina de Estadísticas dijo que las visitas del exterior habían caído un quinto en lo que va del 2009 y la Junta de Turismo espera una caída del 5 por ciento para la temporada.

FRIO

En Bucarest, se esperaba que el festival B'esfest cubriera los costos este año, algo que los organizadores revisaron debido a la crisis. La rentabilidad no va a llegar hasta 2011.

"Este recién es nuestro tercer año. Quisimos subir un poco los precios, pero la mayor parte de nuestro público es de Rumania, de modo que en este momento los habríamos ahuyentado. Incluso ahora, probablemente no se agoten las entradas," dijo el portavoz de B'esfest Guido Janssens.

Roskilde de Dinamarca, el mayor festival de Europa en días de duración, está sintiendo el frío nórdico, dijo el portavoz Esben Danielsen.

"Las ventas en Dinamarca están yendo muy bien. Pero un tercio de nuestro público proviene de otras partes de Europa del norte. En estos días en Islandia, que casi quedó en bancarrota, o en Suecia, donde la corona se debilitó mucho, no nos está yendo tan bien," dijo Danielsen.

Incluso entre los festivales que se agotan meses antes de apertura, se percibe una urgencia. Glastonbury, el festival más grande de Gran Bretaña con casi 600.000 asistentes por día, agotó sus localidades poniendo las entradas a la venta en octubre para evitar quedarse atrás de eventos rivales.

Según el portavoz Chris Aubrey, los últimos pases fueron vendidos en abril de este año.

El lado bueno es que la perspectiva de un clima seco y soleado resulta un atractivo para los británicos que podrían optar no ir al tradicional festín de lodo que es Glastonbury. El festival Benicassim en España, que ofrece una playa mediterránea a unos pocos pasos, también agotó sus localidades en abril.

Glastonbury es inusual para Europa ya que casi todo su público es británico. En otras partes, la multitud es más internacional y muchos organizadores dijeron que el público podría volverse más selectivo este año y elegir uno o dos eventos, en vez de la sucesión de festivales de años pasados.

"La gente solía ir a dos, tres o cuatro (festivales cada año). Ahora puede que solo elija al más grande con la mejor propuesta artística," dijo Mikolaj Ziolkowski, organizador de un festival en Polonia.

AUSPICIANTES NERVIOSOS

Janssens de B'esfest dijo que los auspiciantes también habían recortado algunos presupuestos: para el festival rumano, que depende de socios corporativos para más de la mitad de sus ingresos, tales recortes resultan dolorosos.

Un festival maduro recibe menos del 10 por ciento de su presupuesto de parte de los auspiciantes, apoyándose en cambio en la venta de entradas y concesiones. Los auspiciantes aportan cerca de un cuarto de los presupuestos de muchos festivales europeos del este.

"Están jugando a lo seguro. Ellos quieren al mejor público. Ellos van a hablar con los festivales mejor posicionados", dijo Mikolaj Ziolkowski, quien fundó el festival más grande de Polonia, Open'er, en la ciudad de Gdynia sobre la costa del mar Báltico.

Open'er se realiza desde el 2002 y el lugar donde se lleva a cabo, un aeropuerto militar, tiene espacio para 220.000 asistentes durante 4 días, lo que lo coloca entre los primeros escalones de los eventos europeos.