Actualizado 30/06/2009 19:10

Honduras, bajo presión para restablecer a Zelaya

Por Enrique Andrés Pretel

TEGUCIGALPA (Reuters/EP) - El Gobierno interino de Honduras desafiaba el martes la creciente presión internacional y las protestas callejeras que exigen la restitución del derrocado presidente Manuel Zelaya, quien anunció que retornará al país centroamericano esta misma semana.

Estados Unidos, la Unión Europea y países latinoamericanos han cerrado filas en torno a Zelaya -un cercano aliado del presidente venezolano, Hugo Chávez- luego de que fuera depuesto el domingo por militares y llevado por la fuerza a Costa Rica.

Zelaya dijo que retornará a Tegucigalpa el jueves acompañado por el presidente de la Organización de Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulza, pese a que el Gobierno interino afirmó que su entrada al país está supeditada a que pida un permiso y reconozca que ya no es el presidente.

La comitiva que acompañará a Zelaya a su país también estará integrada por la mandataria de Argentina, Cristina Fernández, y "posiblemente por otros presidentes de la región", dijo el martes una fuente de la cancillería argentina.

Pero antes, Zelaya hablará ante la asamblea de Naciones Unidas (ONU) en Nueva York.

"La ley no le permite venir a intervenir en los asuntos soberanos de Honduras, entonces él (Insulza) va a pasar y el presidente Zelaya (como mandatario) no va a pasar", dijo el martes el canciller interino, Enrique Ortez, a un canal local de televisión.

Tegucigalpa registraba calma en las primeras horas del martes tras la segunda noche de toque de queda.

El lunes, policías y militares repelieron con golpes y gases lacrimógenos a cientos de manifestantes que pedían el regreso inmediato de Zelaya, dejando decenas de heridos y detenidos en la capital hondureña.

Mientras tanto, la presión internacional crecía y ningún gobierno ni institución internacional ha reconocido al presidente interino Roberto Micheletti, quien fue designado el domingo por el Congreso con el apoyo unánime de los diputados, incluyendo el Partido Liberal que integraba Zelaya.

El bloque de países izquierdistas ALBA liderado por Chávez retiró el lunes a sus embajadores en Honduras y las naciones centroamericanas cerraron el comercio terrestre en señal de protesta por el golpe. Además, el mandatario venezolano aseguró que no enviará más petróleo a los "usurpadores".

PULSO INTERNO Y EXTERNO

Micheletti ignoró el cerco internacional y nombró el lunes un gobierno interino de transición, con el que planea conducir al empobrecido país hasta enero, cuando terminaba el mandato de cuatro años de Zelaya.

El presidente Barack Obama reiteró que Estados Unidos sólo reconocerá a Zelaya como presidente, asegurando que si se mantiene la situación sentaría un "terrible precedente"; mientras que el canciller español, Miguel Angel Moratinos, dijo que la Unión Europea también podría retirar a sus embajadores del país centroamericano.

"Tiene que darse algún tipo de negociación", dijo Shannon O'Neil, del Consejo de Relaciones Exteriores en Nueva York.

"Para la comunidad internacional, la solución más aceptable sería que Zelaya regrese y termine los meses que le quedan de mandato", agregó la experta en asuntos Latinoamericanos.

Sin embargo, las cortes, los militares, sectores políticos, empresariales y de la Iglesia Católica respaldaban la salida forzada del magnate maderero, cuyo giro hacia la izquierda y su creciente alianza con Chávez irritaron a las elites conservadoras y a buena parte de la población.

"Nosotros nos vamos a hacer un nudo los hondureños, vamos a defender esta posición y no es Hugo Chávez quien va a venir a imponer cosas en un país que no le compete a él", dijo el presidente de la Federación Nacional de Agricultores y Ganaderos de Honduras (FENAGH), Santiago Ruíz.

La tensión crecía en el pequeño país de siete millones de habitantes, el más pobre de América detrás de Haití y la vecina Nicaragua, cuya economía dependiente del café, los textiles y las remesas se vio duramente golpeada por la crisis económica internacional.

Zelaya fue depuesto el domingo cuando impulsaba una consulta no vinculante sobre la reelección presidencial que había despertado el recelo de muchos hondureños, en momentos en que su respaldo había caído a niveles del 30 por ciento debido a la mala situación financiera del país.