Actualizado 07/03/2016 17:16

Incertidumbre ante las elecciones en Perú: los ecos de un sistema de partidos débilmente institucionalizado

Incertidumbre ante las elecciones en Perú: ecos de un sistema débilmente institu
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   Por Leticia M. Ruiz Rodríguez*, profesora de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).

   MADRID, 7 Mar. (Notimérica) -

   Este próximo mes de abril se celebra una triple cita en Perú: la elección presidencial, la de los diputados al Congreso de la República y la de los representantes en el Parlamento Andino. En un país especialmente entregado a la demoscopia, la favorita de los sondeos en la carrera hacia la Casa de Gobierno es Keiko Fujimori, que repite como candidata.

   Las encuestas también indican que si la contienda se resolviera en segunda vuelta sus posibilidades disminuirían. Su oportunidad de ser presidenta requerirá de una ventaja holgada en primera vuelta.

   Pero, ¿quiénes son los principales rivales de K. Fujimori? Hoy en día es una pregunta difícil de responder. Esta dificultad no reside en razones técnicas, tales como la extrapolación de resultados de una muestra al universo de votantes, ni se debe a electorados imprevisibles y volátiles. En este caso la interpretación de la normativa electoral y partidista de los organismos electorales (ONPE y JNE) ha generado un escenario de incertidumbre donde no parece todavía quedar claro si algunos candidatos pueden competir.

   Esto afecta a dos sorpresas electorales: César Acuña (Alianza por el Progreso) y Julio Guzmán (Todos por el Perú). En dos momentos diferentes de esta campaña, ambos han tenido la condición de segundo favorito aunque alejados de las posibilidades de K. Fujimori. Y ambos ahora están pendientes de inhabilitación de sus candidaturas. Junto a ellos, los expresidentes Alejandro Toledo y Alan García, así como el economista Kuczynski repiten en estas lides aunque con una expectativa de éxito menor, según las encuestas de opinión.

   Asimsimo, la relevancia de la figura presidencial sobre el resto de la arquitectura presidencialista hace obviar las predicciones respecto a las otras citas electorales. La campaña de diputados arranca más tarde y próximamente se estará en mejores condiciones para responder a preguntas tales como: ¿Aumentará la bancada fujimorista? Ésta parece la bancada mejor posicionada para mantener una condición de grupo parlamentario numeroso (ahora con 37 congresistas). ¿Entrarán los partidos de esos candidatos también favoritos, ahora pendientes de inhabilitación, con fuerza en el Congreso? El efecto arrastre del voto presidencial jugará un papel relevante para decidir los 130 congresistas. Por ejemplo, en 2011 Unión por el Perú fue la bancada más grande con 47 escaños a la vez que su líder, Ollanta Humala, accedía a la Presidencia de la República.

   No obstante, la segunda vuelta puede producir una suerte de gobierno dividido, como en 2006 cuando el recién estrenado Ejecutivo de Alan García no era el más fuerte en el Legislativo (36 congresistas eran del APRA frente a 45 de Unión por el Perú).

DÉBIL INSTITUCIONALIZACIÓN PARTIDISTA

   Junto a las incógnitas sobre los mandatos de Presidente y parlamentarios de los próximos cinco años, los resultados permitirán reflexionar sobre la dinámica del sistema de partidos y de los partidos que lo integran. Entre analistas y comparativistas constituye casi un mantra la alusión a la baja institucionalización partidista de Perú.

   Hasta el momento todo apunta a que no hay nada parecido a un punto de inflexión. De hecho, el desarrollo de la campaña confirma algunos de los tics propios de una débil institucionalización partidista.

   En primer lugar, la actualidad política evidencia la escasa estructuración programática de los partidos políticos. Ha sido posible la otra impensable Alianza Popular que encabezan Alan García (APRA) y Lourdes Flores (Partido Popular Cristiano). Bajo este paraguas se integra a dos partidos distantes ideológicamente y, paradójicamente, de los más consolidados del escenario nacional.

   De la misma forma, el proceso de selección de candidatos a diputados no ha contemplado la sintonía entres sus ideas y las de las siglas partidistas. Si bien es cierto que esta suerte de irrelevancia del programa ha dejado fuera, hasta ahora, el surgimiento de un proyecto populista, pseudo-participativo y refundacional, al estilo de Bolivia, Ecuador y Venezuela, que haya polarizado a la sociedad. Sin embargo, la reducción del elemento programático a lo accesorio desprovee al elector peruano de la capacidad de predecir las políticas de sus candidatos.

   También ello imposibilita un voto racional (premio o castigo) en función del desempeño de líderes y partidos, por citar dos efectos sobre la calidad de la democracia. En este sentido, la existencia de voto preferencial con candidatos de un mismo partido que compiten entre sí apelando a sus propias banderas y propuestas es disfuncional para construir un programa común en cada partido.

   En segundo lugar, las candidaturas de estas elecciones confirman la alta fluidez de las siglas partidistas. Como en convocatorias anteriores se ha asistido a la refundación de numerosos partidos. Los dos presidenciables que en la actualidad son favoritos, aunque a distancia entre sí, concurren con siglas partidistas nuevas: Todos por el Perú de Guzmán antes era la Coordinadora Nacional de Independientes y Fuerza Popular de K. Fujimori antes era Fuerza 2011.

   Otros partidos minoritarios, como el antiguo Frente Independiente Moralizador que ahora Fernando Olivera reconvierte en Frente Esperanza, son también ejemplos de este proceder. La condición de vehículos personales explica la inestabilidad de las siglas vinculadas a un líder y sin vocación de perdurar. El marketing de la mutación de siglas partidistas es más poderoso que el recurso a la trayectoria e historia del partido como aval para las candidaturas.

GUZMÁN, LA ESTRELLA ASCENDENTE

   El desarraigo y baja legitimidad de los partidos en la sociedad, hijo de los dos rasgos anteriores, también es notable. Queda hueco para las ya tradicionales "sorpresas electorales": candidaturas que, pese a su corta andadura, despuntan rápidamente en intención de voto. Ese fue el terreno de outsiders convertidos en presidentes, tales como Fujimori, Humala y Toledo. En estas elecciones César Acuña ha sido algo parecido a una sorpresa. En sentido estricto ya lleva tiempo en política (ha sido diputado y alcalde) aunque su plataforma ha sido el mundo de la educación y sus apoyos se vieron sorpresivamente incrementados en los primeros movimientos de campaña.

   Sin embargo, como una expresión más del desarraigo, éstos se han desinflado a favor de la ascendente estrella de Guzmán. Este exministro de Humala y para muchos su candidato, es considerado ahora la auténtica sorpresa de estas elecciones. Su despegue se ha beneficiado de transferencias de electores volátiles coyunturalmente proclives a votarle, si bien su intención es susceptible de variar. Lo que es cierto es que mientras el reloj avanza y no se define su condición de candidato, existe la opción de sacar ciertos réditos de la situación de enfrentamiento que le puede convertir en una víctima del sistema y ampliar su caudal de votos.

   Los rasgos de la dinámica partidista, propios de un sistema de partidos que ha institucionalizado --en el sentido de prolongado-- su desinstitucionalización, se han topado con una normativa exigente. En un intento por fortalecer los partidos se ha reglamentado su vida interna para así, también, aumentar la calidad de los procesos electorales.

   La normativa resulta de difícil cumplimiento, introduce excesivas barreras a la creación de partidos y, por su complejidad, convierte en protagonistas de los procesos electorales a los organismos electorales. El resultado de todo ello es una alta incertidumbre sobre los resultados que, por otra parte, ya es habitual en Perú y que nos dejará pendientes de los acontecimientos de las próximas semanas.

*Leticia M. Ruiz Rodríguez es profesora titular de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid y autora de libros y artículos relacionados con la dinámica política desde una perspectiva comparada. Actualmente dirige un proyecto, financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad, sobre competición ideológica en escenarios de estabilidad y de cambio de selección de sistemas de partidos latinoamericanos.