Actualizado 30/03/2017 14:20

Ortega, rumbo a su cuarto mandato con la mira puesta en su sucesión política

   MADRID, 5 Nov. (EUROPA PRESS) -

   Daniel Ortega es el claro favorito para ganar las elecciones presidenciales que se celebran este domingo en Nicaragua. Camina con paso firme hacia el que será su cuarto mandato --tercero consecutivo-- al tiempo que apuntala a su mujer, Rosario Murillo, como sucesora política.

   Ortega, del Frente Sandinista para la Liberación Nacional (FSLN), no tiene rival en estos comicios. La última encuesta publicada, de M&R Consultores, le concede una intención de voto del 69,8 por ciento, 61,7 puntos más que su principal competidor, Maximinio Rodríguez.

   Estos números son prueba de la gran popularidad que ha cultivado en la última década y que, de acuerdo con el Latinobarómetro más reciente, le convierten en uno de los líderes más queridos por sus ciudadanos, en contraste con muchos de sus colegas regionales.

   El apoyo popular se debe a lo que incluso sus detractores han reconocido como una gestión prudente que le ha permitido combinar los programas sociales que constituyen el sistema de bienestar nicaragüense con el impulso económico.

   Ortega ha confeccionado una política fiscal --aplaudida por el FMI-- con la que ha conseguido reducir la pobreza 13 puntos porcentuales desde su vuelta al poder, en 2007, al tiempo que ha convertido a Nicaragua en un destino atractivo para la inversión privada.

   Además --y a pesar de estar en una región sumida en la violencia--, Ortega ha sabido mantener a raya a las peligrosas pandillas que han devorado los vecinos Honduras, Guatemala y El Salvador, el llamado Triángulo Norte, lo que arroja una criminalidad relativamente baja.

   Sus alianzas en política exterior también han contribuido a mantener una paz peleada durante décadas. Ortega ha jugado a dos bandas: con la Venezuela bolivariana que le ha abastecido de 'petrodólares' y Estados Unidos, su principal socio comercial.

SIN OPOSICIÓN

   Pero esta panorámica de país no explica por sí misma la contundencia de la corriente electoral. Esta vez Ortega concurre sin un candidato opositor capaz de hacerle frente, ya no en las urnas, sino en el debate político ordinario.

   Rodríguez, del Partido Liberal Constitucionalista (PLC), lidera el ranking opositor. Con tan solo un 8,1 por ciento de intención de voto, el ex combatiente de la Contra nicaragüense --fuerza apoyada por Estados Unidos--, solo tiene margen de mejora en el 15,5 por ciento de indecisos.

   La oposición denuncia que Ortega se ha encargado de aniquilarla de cara a estos comicios. Para ello se habría valido del Consejo Supremo Electoral (CSE), integrado por diez magistrados elegidos por el Congreso, dominado por el FSLN.

   El prominente opositor Eduardo Montealegre, del Partido Liberal Independiente (PLI), perdió la Alcaldía de Managua hace ocho años en unas elecciones locales que el Centro Jimmy Carter --habituado a observar procesos latinoamericanos-- calificó de "fraude confirmado".

   El oficialismo dio el jaque mate a Montealegre el pasado verano con un fallo del Tribunal Supremo que le arrebató el control del PLI a favor de Pedro Reyes, una figura cercana al 'sandinismo'. La estrategia culminó cuando el Tribunal Electoral despojó de sus escaños a 28 diputados de la formación opositora por mantenerse fieles a su antiguo líder.

   La Coalición Nacional por la Democracia (CND), debilitada por la pugna interna del PLI, uno de sus integrantes, fue decapitada igualmente este verano después de que el Tribunal Supremo anulara la candidatura presidencial de Luis Roberto Callejas, tras lo cual la CND decidió retirarse definitivamente.

   Ante la arremetida oficialista, el núcleo opositor ha llamado a un boicot electoral como punto de partida para la "lucha cívica". "Ortega ha demostrado un profundo desprecio al pueblo, creyendo que impidiéndole ir a votar por la única opción opositora podrá lograr que toda la nación se resigne a vivir en dictadura", ha espetado Montealegre.

   Hasta la Iglesia Católica, a la que Ortega había conseguido acercarse estos años con un discurso religioso, ha alertado sobre "todo intento por crear las condiciones para la implementación de un régimen de partido único en el que desaparezca la pluralidad ideológica".

VOTACIONES CIEGAS

   Otra de las cuestiones que ha suscitado la ira de la oposición nicaragüense es que por primera vez el Gobierno ha negado a las principales organizaciones internacionales y regionales, así como a entidades de reconocido prestigio, atestiguar estos comicios.

   "Aquí se acabó la observación. Que se vayan a observar a otros países", dijo, en respuesta a la ola de críticas que siguió a las municipales de 2008 y a las presidenciales de 2011. El Centro Carter describió estas últimas como "un golpe a la democracia nicaragüense".

   La Organización de Estados Americanos (OEA) solo ha conseguido persuadir al Gobierno de Ortega para que admita un análisis en profundidad de la situación política y social de Nicaragua que no llegará a tiempo para el 6 de noviembre.

DINASTÍA FAMILIAR

   Ortega, confiado en su victoria, ha planteado estas elecciones como una oportunidad para preparar al pueblo nicaragüense para una transición de poder en la que su mujer, Rosario Murillo, es la señalada como heredera.

   Murillo, hasta ahora encargada de la comunicación del Gobierno, ha sustituido al general Omar Halleslevens como candidato a la Vicepresidencia. Esta vez será la compañera de tándem de Ortega para asegurar la vara de mando.

   El propio Ortega ha avanzado que Murillo, que en los últimos cinco años ha asumido más competencias, sobre todo en materia de política social, la que le garantiza el idilio con las masas, será una especie de copresidenta. "Gobernaremos juntos", ha dicho.

   Entre las razones que habrían llevado a Ortega a decidir que ha llegado el momento de ceder el sillón presidencial estaría su estado de salud. Con 71 años de edad y problemas cardíacos que le provocaron un infarto en 1994, 'el Comandante' no estaría en condiciones de afrontar otros cinco años, según la prensa local.

PODER HEGEMÓNICO

   Ortega no solo ha preparado a los nicaragüenses para el eventual ascenso de su mujer a la Presidencia, también se ha encargado de ajustar el engranaje institucional para garantizar el dominio del FSLN durante mucho tiempo.

   La obra maestra de sus años de Gobierno es la reforma constitucional de 2014, con la que eliminó la prohibición de encadenar más de dos mandatos, lo que le ha permitido aspirar a una segunda reelección este domingo.

   Los cambios en la Carta Magna fueron posibles por la mayoría del FSLN en la Asamblea Nacional, que se espera que amplíe en estos comicios, donde hay 90 escaños en juego. El FSLN se ha ganado la simpatía del 65,2 por ciento de los nicaragüenses, a gran distancia del PLC, con un seis por ciento.

   Ortega se haría así, una vez más, la quinta en sus casi 40 años de carrera política --su primer mandato llegó en los 80--, con las riendas del Gobierno y el Parlamento, gracias a una deriva que la comunidad internacional y, sobre todo Estados Unidos, observa con temor.

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