Actualizado 23/03/2015 11:12

Las protestas y el escándalo de Petrobas, hacen caer a Dilma Rousseff

Demonstrators march in a protest against Brazil's President Dilma Rousseff at Pa
Foto: NACHO DOCE / REUTERS

BRASILIA, 22 Mar. (Notimex/Notimérica) -

   Al escándalo de corrupción originado en la empresa Petrobras se han sumado las multitudinarias manifestaciones de protesta del pasado domingo 15 de marzo en las principales ciudades de Brasil, obligando a que la presidenta Dilma Rousseff prometiera escuchar con "humildad" las protestas callejeras.

   Son dos las preguntas que inquietan no solamente a los brasileños, sino a la comunidad internacional: cuánto resistirá la presión social, política y económica la mandataria electa el pasado 26 de octubre de 2014, y cuánto tiempo más podrá respaldarla una ciudadanía que le dio el 51,6 por ciento de los sufragios emitidos en esa jornada electoral histórica.

   Histórico fue además el margen mínimo con el que venció a su rival Aécio Neves, e históricas las marchas que, en democracia, expresaron inconformidades contenidas, para escuchar como respuesta que ella, Dilma Rousseff, exguerrillera, exministra, dos veces presidenta de Brasil, tenía que "oír y dialogar"; pero también mantenerse en el ajuste fiscal.

   Esos cientos de miles de brasileños, vestidos con la camisa verdeamarela de la fiel y ruidosa feligresía futbolera que adora a su equipo nacional aunque pierda en su propia tierra, se expresaron en contra de las medidas ortodoxas del ministro de Economía, Joaquim Levy, autor intelectual de los programas de ajuste.

   Neves, que permaneció en su casa sin participar en las marchas, al ver la dimensión de las protestas, reaccionó de inmediato y de manera oportunista, proclamando que ese era el "Día de la Democracia", como una forma de apoyar a los inconformistas, subirse al vagón victorioso, acercarse y beneficiarse del movimiento en contra del gobierno.

   Sin embargo, el asunto de Petrobras y la 'Operación Lava Jato', que se presume sacará adelante la pesquisa sobre los multimillonarios latrocinios político-empresariales en la petrolera estatal, fueron los ejes de las protestas nacionales que recriminaron eso y más a una presidenta aislada, con un 63 por ciento del rechazo de sus compatriotas.

   No faltan insensatos que, además de pedir el retorno de los militares al gobierno como en 1964 -nostálgicos tal vez de la "era do chumbo" (la era del plomo), sin imaginar siquiera lo que fueron dos décadas de crímenes impuestos por el terror de Estado-, quieren el juicio político y la destitución parlamentaria de Dilma Rousseff.

   Recesión técnica, inflación que rebasa el 7 por ciento, alza en los impuestos, los combustibles y la energía eléctrica, incumplimiento de ofertas de campaña, gastos desmedidos y sin transparencia en el costo de las obras públicas y otros ingredientes negativos, han puesto fin a los tiempos dorados, al "brazilian moment" de 2003-2010, años en que gobernó Luiz Inácio Lula da Silva.

   De algo sí se tiene seguridad: el irrepetible ciclo económico-financiero de una parte del primer decenio del siglo XXI, que corrió la suerte de desarrollarse bajo las circunstancias favorables que dominaron entonces la economía mundial, llegó a su fin durante el primer mandato dilmista.

   En el plano interno, 36 millones de brasileños salieron de la pobreza entre 2003 y 2009, para ingresar a una impetuosa clase media que, sin más, gozaba de créditos bajos para comprar, ser sujeto de crédito y consumo, estimulando y acelerando la economía nacional.

   El ascenso parecía imparable, con la celebración del XX Campeonato Mundial de Fútbol -la Copa FIFA Brasil 2014- que, no obstante las violentas protestas del 6 de junio de 2013 en plena inauguración de la Copa Confederaciones previa al torneo mundialista del año siguiente, hizo ver con envidia justificada al país, aunque en espera dudosa de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro en 2016.

   Y así, con acontecimientos que se agravan a diario en perjuicio de la presidenta, su partido político y el gobierno que encabeza desde el 1 de enero de 2015, surgen acusaciones que involucran al oficialismo "lula-dilmista-petista".

   Dos últimos ejemplos contrastantes de tanta convulsión son, el bloqueo de cuentas en Mónaco de directivos petroleros cleptómanos como Jorge Zelada -investigado por sus nexos con la red corrupta-, y las demandas de honestidad y castigo a personajes indeseables, en un país donde todo -se sabe de cierto- siempre se ha dado en exceso y con abundancia.