Actualizado 21/06/2016 14:05

"Ha sido un honor aportar mi granito de arena para salvar vidas de compatriotas"

Entrevista Gerardo Hernández Nordelo, uno de los cinco de Cuba
NOTIMERICA

   MADRID, 3 Feb. (Lara Lussón - Notimérica) -

   Gerardo Hernández Nordelo es uno de los cinco cubanos que permanecieron presos en Estados Unidos durante cerca de quince años acusados, entre otras cosas, de espionaje y de pertecener a los servicios secretos de Fidel Castro. En Cuba, Hernández Nordelo es un héroe que ostenta los títulos de Héroe de la República de Cuba y el de la Orden Playa Girón.

   Este militante del Partido Comunista cubano cumplió misiones en Estados Unidos en las que su objetivo era informar a las autoridades de su país de los movimientos de los estadounidenses, con el fin de proteger la vida de sus compatriotas en un momento en el que las relaciones entre Cuba y Estados Unidos se había roto completamente.

   Hernández Nordelo relata su historia, que bien podría ser el guión de una película llena de momentos muy difíciles y otros especialmente felices, en esta entrevista con Notimérica.

   A modo de contextualización, ¿cómo comenzó su historia?

   En 1959, con la Revolución cubana, comenzaron las agresiones de Estados Unidos para revertir el proceso de esta revolución y se valieron tanto de cubanos que habían abandonado el país como de aquellos que seguían en Cuba. La Agencia Central de Inteligencia estadounidense (CIA) entrenó a grupos de cubanos para realizar acciones en Cuba; una situación que se mantuvo así durante varios años, con grupos paramilitares financiados por este organismo estadounidense.

   En los años 70 se denunció desde el propio Congreso de los Estados Unidos esa situación y tanto la CIA como el Gobierno negaron la vinculación, pero esos grupos continuaron operando desde Florida contra Cuba, causando más de 2.000 víctimas. Comandos como Alfa 66 o F4 regresaban a Estados Unidos y quedaban impunes, incluso ofrecían conferencias. A Cuba no le quedó más remedio que enviar personas para infiltrarse y recopilar información para poder prevenir estos actos terroristas.

   Usted fue una de esas personas infiltradas. ¿Cuál era su trayectoria hasta ese momento?

   Antes de comenzar a trabajar, cuando me gradué en Relaciones Internacionales, me ofrecí voluntario para ir a cumplir misiones para la independencia de Angola, cuando Cuba tenía tropas allá. Ahí cumplí misión como teniente y al regresar los servicios de inteligencia cubanos me plantearon una misión, ya que estaban viniendo personas de Florida a hacer sabotajes al país.

   Cuando a mí se me plantea esa misión pude haber dicho que no, pero para todos los que hemos vivimos esa situación, participar en ella fue un honor. Por mi parte, poder poner un granito de arena para prevenir dichos actos desde luego lo fue. Recibimos entrenamiento, fuimos a Estados Unidos y nuestra misión fue dirigir a un grupo de agentes que estaban infiltrados en estas organizaciones para descubrir sus planes y enviar información a Cuba.

Así estuvimos un tiempo, hasta que en el año 1998 descubrimos los planes que estos grupos pretendían llevar a cabo. Había desaparecido la Unión Soviética y habían desaparecido los países del campo socialista. En Cuba se vivía una crisis económica y se había abierto al turismo como una forma de subsistir. Estas personas sabían esto y trataron de afectar la industria turística para asfixiar al país.

    ¿En qué momento son arrestados por las autoridades estadounidenses?

    En 1998 Cuba tenía información de que se iban a poner bombas en aviones que volaban de Centroamérica a Cuba. Como algunas de estas aerolíneas eran norteamericanas, el gobierno cubano pidió reunirse con el FBI para abordar este asunto. Tuvieron una reunión secreta en La Habana en la que Cuba transmitió la información de los planes esperando que el FBI hiciera algo, pero tres meses después de esto, en lugar de arrestar a terroristas, nos arrestaron a nosotros.

    En la información que el gobierno cubano pasó no había nada que comprometiera nuestra identidad, aunque hoy se sabe que el FBI sí tenía información de nuestras identidades. Lo curioso es que hubieran decidido arrestarnos tras esa reunión.

    ¿A qué atribuye que fuera justo en ese momento?

En mi opinión la decisión se tomó por algunas personas interesadas en evitar cualquier colaboración entre Cuba y Estados Unidos. El 12 de septiembre de 1998, diez personas fuimos arrestadas, cinco de ellas empezaron a cooperar con las autoridades americanas y quedaron libres. De los otros cinco, tres éramos oficiales y teníamos identidades falsas. Desde el primer día hubo todo tipo de presiones y ofertas para que colaborásemos y traicionáramos a nuestro país.

    ¿Qué tipo de ofertas?

    Ya sabe, "ustedes saben cómo es este negocio, nosotros prácticamente somos colegas, ahora tienen la oportunidad de trabajar con nosotros y pueden pedir las condiciones que quieran, esa la única garantía de que no van a pasar tiempo en la cárcel, nosotros les daremos identidad falsa...".

    Cuando nosotros cinco no aceptamos nos enviaron 17 meses a celdas de castigo en régimen de total aislamiento. A través de los abogados emprendimos algunas acciones legales y durante los primeros seis meses nos dejaron estar en la celda juntos, aunque siempre había uno solo.

    El caso es que ese aislamiento duró 17 meses y fue particularmente difícil para todos, pero en especial para los tres que teníamos identidades falsas, ya que no podíamos escribir cartas ni recibirlas, por lo que no teníamos noticias de nuestras familias. Después de eso comenzó la preparación del juicio y fue cuando hubo presiones para que alguno de nosotros se declara culpable.

    Cuando dice presiones, ¿esas implicaron algún tipo de tortura física?

    No, sólo fue psicológica, física fue la prisión como tal, pero no hubo ningún castigo físico contra nosotros. Nos pusieron abogados de oficio a quienes tuvimos que comenzar a "educar" en toda esta situación. Una de las primeras decisiones fue tratar de sacar el juicio fuera de Miami, ya que desde el primer momento la prensa comenzó una labor de destrucción hacia nosotros. De hecho, hoy se conoce que entre las personas que escribieron artículos para algunos periódicos, la radio o la televisión había periodistas que estaban siendo pagados por el gobierno norteamericano.

    Tratamos de sacar el juicio de Miami, algo bastante normal en el sistema norteamericano, pero la jueza se negó y se llegaron a decir cosas como que habíamos atacado en el mismo corazón de la democracia norteamericana. Si en Miami acusas a cubanos de ser culpables del calentamiento global, los declararán culpables, así que cómo no iban a acusar a cinco cubanos fieles a la revolución.

    ¿Cuál fue su condena?

El jurado deliberó en apenas unas horas y nos declararon culpables de absolutamente todas las acusaciones. Después vino la jueza y nos sentenció a lo máximo. Apelamos en una Corte de Apelaciones de tres jueces, en el Circuito de Apelaciones de Atlanta y después de tomarse muchísimo tiempo, se redactaron 93 páginas argumentando que el juicio no había sido legal y explicando por qué.

    En base a todo esto, la Corte de Apelaciones determinó que el juicio no fue justo y que había que hacer un nuevo juicio en otro lugar. Fue una gran victoria, ya que todos los expertos legales dijeron que la decisión era unánime e irreversible. Sin embargo, el gobierno de Estados Unidos apeló de nuevo e inexplicablemente la apelación prosperó y un panel de 12 jueces revirtió esa decisión.

    Después de que apelaran a distintos tribunales, ¿con qué cargos les sentenciaron y cuáles fueron las penas?

    Se nos acusó de espionaje y a mí, además, se me culpó de asesinato por el caso de unas avionetas que violaban el espacio aéreo de Cuba y fueron derribadas en aguas cubanas. Yo estaba en Miami cuando eso sucedió, pero me acusaron de complicidad en esos asesinatos sin ninguna prueba. Fui condenado a dos cadenas perpetuas, a pesar de que las cortes reconocieron que una de ellas, la de espionaje, no se sostenía y había que arreglarla.

Finalmente yo tenía una sentencia de dos cadenas perpetuas más quince años, y mis compañeros una cadena perpetua que pudieron arreglar en las apelaciones porque no había ninguna base jurídica relevante.

    En total pasé 16 años, tres meses y cuatro días en prisiones de máxima seguridad en Estados Unidos. Hasta que, como parte de este proceso de mejoramiento entre los dos países, hubo una negociación y el 17 de diciembre de 2014 fuimos liberados.

    El acuerdo para liberarles ¿fue iniciativa de los dos gobiernos?

   Exacto, fue producto de las conversaciones para el desbloqueo económico.

    ¿Cómo eran las condiciones en prisión?

Es bueno señalar que durante todos estos años de prisión, además de los primeros 17 meses, fuimos llevados a celdas de castigo en varias oportunidades y al menos dos meses y medio más fuimos llevados a las celdas conocidas como 'hueco' --se refiere a las que están un piso más abajo del resto--. En mi caso, en California, en una prisión muy vieja, me pusieron en lo que los presos conocíamos como la 'caja', diez celdas varios pisos debajo del hueco, con total aislamiento, con doble puerta, en condiciones precarias. Allí estuve durante un mes aproximadamente, en calzoncillos, con luz encendida las 24 horas, sin nada que leer ni escribir, sin contacto con nadie, no sabía si era de día o de noche.

    Esas celdas están reservadas a los presos más peligrosos. ¿En base a qué criterio se decide que usted es uno de ellos?

    Fue cuando Estados Unidos invadió Irak. Alguien decide que nosotros teníamos que ir a celdas de castigo, pero además bajo un sistema de medidas especiales administrativas, que es el régimen en el que ponen a las personas acusadas de terrorismo.

    Todo parece indicar que cuando Estados Unidos invadió Irak buscaron en las prisiones a todos los que estaban acusados de terrorismo. Nosotros nunca estuvimos acusados de ello, pero alguien quiso acusarnos, porque además en ese momento nosotros estábamos dando los toques finales de nuestras apelaciones y era un momento en el que necesitábamos las comunicaciones con nuestros abogados.

    ¿En qué consistían esas medidas especiales administrativas?

    En mi caso en concreto, la determinación era el aislamiento. Primero me pusieron en una celda normal de 'el hueco'. El que limpiaba el pasillo era un cubano y enseguida me saludó y me pasó un vídeo por debajo de la puerta. Cuando las autoridades vieron eso me pusieron en peores condiciones, que durarían aproximadamente un año. Afortunadamente hubo muchas presiones fuera, manifestaciones enfrente de diversas prisiones y administraciones de justicia. Cuba protestó también y después de un mes nos sacaron.

    ¿Cómo sobrevive psicológicamente?

    Es duro, una celda totalmente aislada, sin un libro que leer, nada que escribir... lo único que podía hacer era caminar de un lado a otro. Yo recuerdo dar cuatro pasos en una dirección y dos y medio en la otra.

    No había otra opción, la mente tenía que funcionar, pero afortunadamente en esos momentos nosotros sabíamos que había muchas personas fuera, en diferentes países, incluyendo Estados Unidos, que nos apoyaban y que tan pronto como conocieron nuestra situación tomaron conciencia y empezaron a protestar. Eso nos dio un ánimo tremendo.

    ¿No tuvo ningún momento de flaqueza en el que se le pasara por la cabeza contribuir con el gobierno estadounidense?

    Hubo momentos malos en los que casi perdía la esperanza. Me decía a mí mismo "estoy metido en un tremendo lío porque lo de Estados Unidos y Cuba nunca se va a resolver y nosotros somos un chivo expiatorio con el que Estados Unidos se está vengando de la Revolución cubana", pero nunca me pasó por la mente colaborar para salir.

    ¿Cuáles fueron los últimos pasos antes de que su liberación comenzara a tomar forma?

    Estando en la última prisión --en Victory, California--, y sin previo aviso, me llamaron y me llevaron para 'el hueco'. El pretexto fue que a la prisión había llegado una carta a mi nombre que había que investigar y esas pesquisas solían durar 90 días. Por suerte me vino a ver un abogado al que le conté las condiciones precarias en las que vivía. Él se comunicó con Cuba y Fidel (Castro), que llevaba tiempo sin aparecer públicamente, tuvo una aparición en la televisión diciendo que Estados Unidos nos estaba torturando. Se armó un gran revuelo y me sacaron a los 13 días.

    Afortunadamente nosotros teníamos algo que nos diferenciaba de los otros presos, y era el apoyo tan grande que tuvimos. Esa es una de las razones por las que estoy ahora en España, para agradecer a tantas personas que también nos apoyaron muchísimo, como Paco Bernal, un chico pintor con síndrome de Down cuya hermana me envió una foto suya en una silla de ruedas donde me mandaba mucho ánimo. Ejemplos como este a uno le dan mucha fuerza.

    Una vez que salen de prisión y vuelven a Cuba, ¿tienen contacto con Fidel Castro o con el gobierno de Raúl Castro?

    Nosotros llegamos a Cuba el 17 de diciembre y veinte minutos después ya estábamos sentados con Raúl Castro. Fue el día en el que él hizo el anuncio de lo que estaba ocurriendo con respecto al desbloqueo de las relaciones.

    A pesar de que en diversos momentos se encontraban totalmente aislados, ¿pudieron recibir alguna visita en prisión, le facilitaron en algún momento la comunicación con sus familiares?

    Se nos obstaculizaron mucho las visitas de nuestros familiares. En el caso de mi esposa no me dejaron ver durante 12 años. Le dieron visa una sola vez y cuando llegó al aeropuerto de Houston (Texas) la detuvieron y la interrogaron durante seis horas. Finalmente la enviaron en un avión para Cuba.

    ¿Cuál era el pretexto para denegársela?

Nunca más le concedieron la visa, usaron el pretexto de que ella también era espía y que se había estado preparando como espía; pero afortunadamente tenemos un final feliz. Mi esposa que fue una de las principales luchadoras de mi liberación, había desaparecido de los medios públicos los últimos meses y la gente en Cuba se preguntaba qué habrá pasado con ella. A los pocos meses ella salió en la televisión embarazada.

    ¿Cómo fue posible?

    Lo que ocurrió es que en una parte de este proceso de acercamiento entre los dos países, y después de mucho pedirlo, se nos permitió que ella congelara sus óvulos y yo pude hacer una donación en prisión. Los llevaron a una clínica y la conclusión fue que veinte días después de yo llegar a Cuba, nació nuestra hija. Estamos viviendo un final de novela.

    ¿Ustedes se plantean la posibilidad de denunciar al Gobierno de Estados Unidos?

    Cuando nos liberaron tuvimos que firmar unos documentos, que leí una sola vez, en los que aceptaba que una de las condiciones para la liberación era que no podemos tomar ninguna acción legal contra el gobierno norteamericano ni interponer ninguna demanda.

    ¿Cree que existe un trato diferente en Estados Unidos cuando se juzga a un norteamericano y a un latino?

    Sí, para comenzar, la mayoría de la población penal de los Estados Unidos son minorías como afroamericanos, latinos y asiáticos. Cuando son blancos norteamericanos son de sectores pobres, en su mayoría, y ahí uno constata el racismo, que no es más que un reflejo de lo que se vive en la sociedad.

    Una de las cosas que más me impactó cuando yo llegué a ese país fue el hecho de ver las divisiones en barrios de negros, barrios de latinos... En las prisiones ocurre lo mismo: en el comedor hay mesas de negros, de blancos, subdivisiones con mesas de negros de esta pandilla, mesas de latinos de esta otra... son cosas que a uno le chocan, que fomentan violencia.

    ¿Cómo les trataban el resto de los presos?

    Recibimos mucho respeto por su parte, por habernos enfrentado al sistema, por habernos defendido de la manera que nos defendimos en el juicio y con nuestros alegatos. Los presos sabían que, a pesar de que nosotros pudiéramos informar a las autoridades para acortar nuestra pena, nunca lo hicimos.

    Decía al principio que, a pesar de estos 16 años, había sido un honor para usted poder colaborar con el gobierno de Cuba. ¿Entiendo entonces que volvería a hacerlo?

    Sí, por supuesto, yo solo seguía los pasos de todos esos cubanos y cubanas que hicieron lo mismo antes y de los cuales nadie conoce hoy sus nombre, porque esto es un tipo de misión que siempre se mantiene en el anonimato. Para mí son héroes y heroínas anónimos.

    Si ya pensaba así antes, cuando nadie me conocía, imagínese ahora que tengo la Rosa a la Distinción de Héroe de la República de Cuba y que no puedo salir a la calle sin que nadie me abrace y me pidan fotos. Con más razón, para mí ha sido un honor y lo digo con toda honestidad. Si tuviera que hacer lo mismo otra vez lo haría porque, quizás no se conozcan los detalles, pero nosotros contribuimos humildemente con nuestro granito de arena a salvar vidas y nunca podría arrepentirme de eso.

    ¿Sus compañeros cómo están?

    Muy bien, alguno ha sufrido las consecuencias de la prisión, algún problema de salud, pero en general todos estamos muy bien y sobre todo contentos por estar con nuestras familias, intentando recuperar el tiempo perdido.

    ¿Ha vuelto a retomar su trabajo?

    Todavía no, estamos visitando centros de estudios, universidades, centros de trabajo, reencontrándonos con nuestro pueblo y visitando varios países en cumplimiento de invitaciones que nos han hecho, pero todavía no tenemos una responsabilidad específica. Siempre que me preguntan por mis planes, digo que mi única aspiración es servir a mi pueblo en cuanto a tareas importantes que se pongan por delante. Cuando se considere que pueda ser útil, allí estaré.

    ¿Cómo ve la situación de Cuba ahora?

    Es una situación compleja, pero la vemos con mucho optimismo. Digo compleja porque estamos viviendo un momento histórico, en el que desgraciadamente ya la diligencia de nuestra revolución, quienes la iniciaron, se están retirando. Hay cambios generacionales en nuestro liderazgo y nuestra revolución y eso siempre implica retos, pero somos muy optimistas porque hay muchas personas en Cuba bien preparadas.

    Confiamos en la propagación de nuestro pueblo e ir construyendo cada día una sociedad más justa más participativa y mejor. Aspiramos a tener la libertad de hacerlo como queremos sin tener presiones externas como la que se ha vivido por más de 50 años por parte de los Estados Unidos y confiamos en que nos va a salir mucho mejor de lo que nos ha salido hasta ahora.