Actualizado 20/07/2009 19:31

Sube tensión en Honduras tras fracaso negociación

Por Esteban Israel y Juana Casas

TEGUCIGALPA (Reuters/EP) - Simpatizantes del depuesto presidente de Honduras, Manuel Zelaya, se preparaban el lunes para salir a las calles a exigir la restitución del mandatario, avivando temores de que se desate la violencia tras el fracaso de las negociaciones con el Gobierno interino.

Zelaya anunció que regresaría el fin de semana ante el fracaso de las conversaciones sostenidas el sábado y el domingo en Costa Rica entre su delegación y la del presidente de facto, Roberto Micheletti.

Los sindicatos y partidarios del derrocado mandatario planeaban volver el lunes a las barricadas, con cortes de carreteras y movilizaciones. Y el jueves y el viernes buscarán paralizar el país con una huelga general como preludio al regreso de Zelaya.

"A partir de mañana vamos a tomar medidas más drásticas", dijo el domingo por la noche Barinia Morales, dirigente de la Central Unitaria de Trabajadores de Honduras. "Ellos acaban de declarar una guerra civil", agregó tras el fracaso de la mediación del presidente de Costa Rica, Oscar Arias.

Zelaya, un empresario maderero aliado al presidente venezolano Hugo Chávez, exige ser restituido en el cargo del que fue sacado hace tres semanas a punta de rifle, siete meses antes de concluir su mandato y cuando intentaba hacer un referendo para abrir camino a la reelección presidencial.

"El próximo fin de semana tendremos todas las actividades necesarias para hacer mi retorno como lo manda la ley", dijo en rueda de prensa en Managua el domingo por la noche.

Pero, el Gobierno de facto instalado tras el golpe de los militares dijo que sólo aceptaría su retorno para ser juzgado por supuestamente haber violado la Constitución con su intento de referendo.

El rechazo a las propuestas formuladas por el mediador Arias, premio Nobel de la Paz, profundizó el aislamiento internacional de las autoridades provisorias, repudiadas desde Washington hasta Caracas.

Sin embargo, Arias no tiró la toalla y pidió 72 horas de plazo para hallar una solución y evitar lo que consideró un posible un "derramamiento de sangre".

Tras el fracaso de las negociaciones, la policía hondureña advirtió que no toleraría que los manifestantes en Tegucigalpa se pasen de la raya y que actúen de "manera terrorista".

"Yo no creo que sea un buen camino el de la insurrección y el de la confrontación, pero creo que no lo vamos a evitar si no hay de parte del Gobierno de facto alguna flexibilidad", dijo el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulza, a una radio chilena.

"Eso va a ser un asunto complicado y yo espero que lo podamos evitar, pero la verdad es casi imposible evitarlo o hacer llamados a la calma cuando la dictadura pretende a vista y paciencia de toda la gente quedarse en el poder", agregó.

DESAFIO PARA EEUU

El agotamiento de la vía diplomática supone un desafío para el Gobierno del presidente estadounidense Barack Obama, que apostaba por las negociaciones para restituir a Zelaya.

"La comunidad internacional tendrá que arreciar sus medidas. La comunidad internacional está frente a un dilema", dijo el depuesto mandatario.

Arias, Premio Nobel de la Paz por ayudar a desactivar varias guerras civiles en la región, advirtió sobre el riesgo de un baño de sangre en Honduras, una de las naciones más pobres de América Latina.

Zelaya intentó regresar a Honduras el 5 de julio a bordo de un avión venezolano que no fue autorizado a aterrizar. La operación terminó en tragedia cuando un joven cayó abatido por los disparos de soldados que custodiaban el aeropuerto de Tegucigalpa.

Pero también la consigna del Gobierno de facto parece ser resistir la presión internacional. ¿Cuánto? "Lo que sea necesario", dijo a Reuters el portavoz René Zepeda.

"No existe nadie en el mundo que la apoye (a la administración interina). Entonces es una locura", dijo Insulza, cuyo organismo suspendió a Honduras tras el golpe.

Analistas creen que su meta es llegar hasta las elecciones de noviembre, cuando esperan que un nuevo Gobierno les permita dejar atrás la oscura página del golpe.

"El cálculo de ellos es que van a aguantar estos cuatro meses hasta las elecciones, claramente", dijo el analista Kevin Casas-Zamora, del Brookings Institution en Washington.