Actualizado 23/08/2015 12:27

Los afromexicanos, una cultura discriminada

   MÉXICO DF, 22 Ago. (Notimérica) -

   Hace más de dos siglos, llegaron como esclavos e invisibles, con la tez negra y los cabellos rizados. Actualmente, frente a la mayoría de la indiferencia del país, la población de afromexicanos está integrada por más de 450.000 personas --según publicaciones recientes de la Universidad Nacional Autónoma de México--, que habitan en más de 400 comunidades ubicadas, principalmente, en siete estados sureños del país que aún enfrentan las mismas discriminaciones del pasado: el color de la piel, la pobreza, el analfabetismo y el haber nacido mujeres.

   No tienen un registro de su propia historia, ni en libros de texto o enciclopedias, pero además han de convivir con que su mismo México se resista a reconocer su origen; porque la tercera raíz mexicana (la africana) no fue aceptada por el Gobierno hasta 1992, pasados 500 años de su llegada a los estados de Oaxaca, Guerrero, Veracruz, Coahuila, Michoacán y Chiapas.

   El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) incluyó en marzo de este año y en uno de sus censos poblacionales, una pregunta legendaria que, por primera vez, admitía la existencia de la comunidad negra en el país:

   "De acuerdo con su cultura, historia y tradiciones, ¿se considera negra(o), es decir, afromexicana(o) o afrodescendiente?". Las posibles respuestas abarcaban desde la afirmación a la negación, hasta el desconocimiento, esta última una opción común entre los conciudadanos y el resto de los mexicanos productos del mestizaje.

   La mayoría de los habitantes del país, vinculando a las propias autoridades, no tienen conocimiento acerca de la existencia de negros mexicanos, según afirma el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED). Sin embargo, estudios de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) estiman que son unas 450.000 personas y, según la Cámara de Diputados, cerca de la mitad de los afromexicanos se encuentran en una alta marginación.

   Casi dos siglos después de que se aboliese la esclavitud, las comunidades de afromestizos son virtualmente invisibles, una minoría que además se encuentra en inferioridad frente a otras agrupaciones étnicas (como los indígenas), al carecer de una organización con la que gestionar sus propios servicios.

UNA HISTORIA EN EL OLVIDO

   La Escuela Itinerante de Formación Permanente para Mujeres Afromexicanas, junto al apoyo de organizaciones cívicas como Semillas, la Fundación W.K. Kellogg y la Red por el Reconocimiento Constitucional del Pueblo Negro de México, han formado una alianza para acompañar, impulsar y fortalecer el trabajo de las afrodescendientes.

   El 4 de octubre de 2014, del encuentro en Pinotepa Nacional, estado de Oaxaca, de 19 mujeres procedentes de regiones, edades y ocupaciones distintas, meramente unidas por una misma descendencia, nació la Escuela Itinerante.

   El propósito de este proyecto pedagógico es el de recuperar el conjunto de valores y tradiciones comunitarias de las mujeres afrodescendientes, a fin de educar en este contexto a esta población para la defensa de sus derechos en materia de justicia, salud, educación, cultura, vivienda, identidad y territorio.

   Según esta organización, la población afromexicana procede de los esclavos traídos a la Nueva España a partir de 1580 que debían sustituir a los casi 10 millones de indígenas que murieron debido a una serie de epidemias desconocidas en este territorio y en la zona costera del país --algunos historiadores cifran en 250.000 los esclavos que llegaron al país.

   A partir de ese momento, empezó a escribirse la historia del mestizaje en México entre españoles, indígenas y africanos. Los africanos se mezclaron con los pueblos originarios y surgieron entonces los afromestizos que constituyeron una nueva clase social libre, pero que también afrontan difíciles condiciones.

   Sin embargo, continuaban existiendo otros miles de esclavos concentrados, sobre todo, en haciendas del centro y sureste del país.

   Durante la época colonial, los españoles diseñaron un sistema de castas para clasificar a la población que cada vez se mezclaba más: los nacidos de un indígena y un español fueron llamados mestizos; los descendientes de africanos y españoles, mulatos; y al hijo de un africano y un indígena le denominaron coyote.

   En la medida en que la piel se fue aclarando, la casta a la que pertenecían las personas era 'superior', lo que se materializó en una desigualdad de beneficios, actividad laboral a desempeñar y estatus social.

   En 1609, antes de que los ingleses fundaran Jamestown, un africano llamado Yanga se rebeló ante la Corona Española y esta acabó concediéndole su libertad. Yanga forzó a los españoles a cederle un pedazo de tierra cerca de Córdoba, Veracruz, y allí se creó la primera ciudad de africanos libres en América, llamada San Lorenzo de los Negros.

   En diciembre de 1810 Miguel Hidalgo abolió la esclavitud en la ciudad de Guadalajara, en el oeste, donde existía uno de los pocos mercados de seres humanos que operaban en México. Muchos afromestizos se unieron al ejército de Hidalgo, especialmente en la región sur del país.

   Este extracto de la historia valida la influencia negra, tanto en lo biológico como en lo cultural, que no se limita a las costas, sino a las raíces nacionales y con centros de actividad por todo el país.

RIQUEZA CULTURAL

   Héroes nacionales como José María Morelos y Pavón, caudillo de la Independencia; Vicente Guerrero, segundo presidente de México, y Lázaro Cárdenas, uno de los más reconocidos mandatarios que ha tenido el país, eran todos ellos de ascendencia africana.

   Los afromexicanos poseen un patrimonio propio sustentado no sólo en sus territorios, sino en la música jarocha, danzas típicas como 'Toro de Petate', 'El Fandago' y los carnavales, fiestas nacionales como la de 'Todos los Santos' que manifiestan la fusión cultural de tradición indígena y africana, además de su forma de hablar 'picaresca' a modo de verso.

    Aún más, persisten algunos apellidos ampliamente extendidos en el país con origen afromestizo: Moreno, Crespo, Pardo y Prieto. Así como parte de la rica gastronomía, asumida netamente por los mexicanos: el menudo, las tripas y la moronga.

   La contribución a la riqueza cultural nacional es innegable, no obstante los afromexicanos constituyen una de las comunidades más marginadas en Oaxaca, Guerrero, Veracruz y Coahuila.

MARGINACIÓN

   Las mujeres que componen el Consejo Académico de la Escuela Itinerante han denunciado que su comunidad enfrenta más de tres discriminaciones: una por su color de piel, otra por ser pobres y una más por ser mujeres. A lo se suman el analfabetismo en un 19 por ciento (superior, por ejemplo, al porcentaje de 16,3 de Oaxaca) y el estereotipo hipersexualizado que muestra la televisión sobre las pocas afromexicanas que logran aparecer en los medios de comunicación.

   Datos recogidos por la de la Escuela señalan que en las localidades oaxaqueñas afromexicanas --identificadas al menos 106-- se contabilizan cerca de 9.270 jóvenes de entre 18 a 28 años de edad, de los cuales solo 1.747 acuden a la escuela.

   La adscripción al seguro popular (único servicio médico gratuito al que pueden acceder) no satisface las necesidades de atención médica y a menudo las mujeres fallecen de cáncer cérvico uterino y de mama.

    La Comisión Interamericana de los Derechos Humanos ha denunciado que las personas afrodescendientes enfrentan importantes obstáculos para el ejercicio de sus derechos civiles y políticos, así como de sus derechos económicos, sociales y culturales. En México, esta población soporta la violencia a nivel institucional, de salud, educación y por la melanina de su color de piel.