Actualizado 19/06/2009 16:59

Cuba, "museo rodante" de automóviles clásicos

Por Tom Brown

LA HABANA (Reuters/EP) - Elvis Presley canta "All Shook Up" desde el reproductor de CD's mientras Florentino Marín saca brillo a su Buick Century de 1955 en una calle del centro de La Habana.

"Siempre han dicho que los reyes de la calle eran Buick y Cadillac", dijo Marín con orgullo, admirando la pintura de su taxi de dos colores con detalles cromados que brillan bajo unas pocas gotas de lluvia en una sofocante mañana.

"Tenemos un museo, pero rodando", dijo aludiendo a los automóviles estadounidenses de las décadas de 1940 y 1950 que están por todas partes en la capital cubana.

Son autos de antes de la revolución cubana de 1959 y salieron de las líneas de ensamblaje décadas antes de la crisis que causa hoy serios daños a la reputación y la participación de mercado de la industria automotriz de Estados Unidos.

Son reminiscencias de un tiempo en que los Tres Grandes fabricantes de automóviles de Detroit eran la envidia del mundo y un símbolo del poder económico de Estados Unidos.

En aquellos años anteriores del descenso de Fidel Castro de la Sierra Maestra para marchar triunfalmente a La Habana todavía Detroit no había adoptado la "obsolescencia planificada", una expresión popularizada en la década de 1950 y comienzos de la de 1960 para aludir a los productos diseñados para tener una vida útil limitada o pasar de moda.

La crisis que ahora amenaza la industria de Detroit tiene sus raíces, al menos en parte, en la reacción de consumidores que aprendieron que los fabricantes estadounidenses de autos fomentaron la demanda de corto plazo, asegurándose que sus productos no duraran para siempre.

"Ellos nunca pensaron que estos (automóviles) iban a durar tanto tiempo", dijo José Antonio García, que conduce un Chevrolet Bel Air de cuatro puertas de 1953.

"Esto es un tanque (...) No es un desechable como la chatarra que vino después", añadió.

Los automóviles clásicos estadounidenses de los primeros años de la posguerra eran ciertamente duraderos, como puede apreciarse en decenas de miles de ellos que todavía ruedan por las calles de Cuba.

CANJE DE MOTORES

Sus chasis de acero, carrocerías curvilíneas e interiores alguna vez elegantes parecen ser a menudo las únicas partes originales de los automóviles construidos en la época de oro de General Motors Corp, Ford Motor Co. y Chrysler, ahora controlada por la italiana Fiat que hoy remontan las carreteras de la isla.

Una rápida mirada bajo el capó del Buick de Marín, por ejemplo, revela que el motor original de ocho cilindros fue cambiado por uno diesel de Toyota Motor Corp, más eficiente que el original.

La mayoría de los viejos Dodges, Fords y Chevys que operan como taxis en La Habana junto a Ladas rusos y nuevos automóviles surcoreanos ya no tienen sus motores originales, pues los altos precios del combustible obligaron a los conductores a sacrificar potencia por ahorro en la estación de servicio.

La mayoría de los conductores dicen que ellos mismos hicieron los cambios de motor con ayuda de algún amigo forzudo para evitar gastos de un mecánico profesional.

"Desafortunadamente, por decirlo así, los cubanos somos muy buenos para el invento", dijo un conductor que pidió no ser identificado.

"Es por necesidad y por la escasez de todo, incluyendo dinero", añadió.

El embargo que Estados Unidos aplica desde hace 47 años, impuesto por el presidente John F. Kennedy en respuesta a la alineación de Cuba con la Unión Soviética durante la Guerra Fría, ha vuelto muy difícil obtener piezas de repuesto para los autos estadounidenses.

El embargo, que Cuba llama "bloqueo", todavía prohibe las exportaciones de vehículos estadounidense hacia la isla, donde algunos automóviles chinos han comenzado a tomar el controlado mercado de autos nuevos.

Pero algunos propietarios, incluyendo los miembros de por lo menos un club de coleccionistas, se enorgullecen de mantener sus motores originales V-8 y V-6 hechos en Detroit. La diferencia se puede apreciar en su rugido característico en comparación con el ronroneo de los motores diesel.

"Tengo un Bel Air '55 con el motor original y todo", dijo Robert Enríquez, que asegura que sólo ha cambiado la caja de cambios.

"No soy rico, pero no lo vendo por nada en el mundo", añadió. Cuando tiene que ganarse la vida como taxista, explica, maneja un moderno automóvil compacto.

Los medios estatales de Cuba, en sus reportes sobre la crisis, han destacado eventos como la bancarrota de GM como un síntoma de los problemas de Estados Unidos y del fracaso de su capitalismo.

Pero muy pocos de los propietarios de los viejos automóviles estadounidenses que ruedan por La Habana parecen estar riéndose de la crisis económica o el hecho de que la industria haya casi perdido sus ruedas.

"¿Usted cree que una compañía tan grande como la General Motors puede entrar en bancarrota?", pregunta García mientras se sienta al volante de su Bel Air de 1953.

"Nosotros los cubanos no tenemos nada en contra de los norteamericanos. De hecho, tenemos mucho en común", añadió mientras espera clientes frente al Capitolio de La Habana, un edificio inspirado en el de Washington.

"La quiebra de la General Motors es siempre una quiebra dura", dijo.