Actualizado 24/11/2017 11:02

La desesperación, el llanto y la rabia de los familiares de la tripulación del submarino ARA San Juan

Jessica Gopar, wife of Fernando Santilli, one of the 44 crew members of the miss
REUTERS / MARCOS BRINDICCI
         

   BUENOS AIRES, 24 Nov. (Notimérica) -

   El pasado 16 de noviembre la Armada argentina anunció la desaparición del submarino 'ARA San Juan' en aguas del océano Atlántico sur con una tripulación de 44 personas en su interior. La esperanza de toda la Nación y, en particular, de los más de 200 allegados del personal desaparecido, se ha mantenido a pesar del velo de recelo que, cada día, se forjaba en torno a las instituciones argentinas.

   Ante el goteo de información por parte de la Armada y del Gobierno, los familiares de los 44 marines del submarino confiaron en la llegada de la buena nueva y se congregaron en la base naval militar de Mar de Plata, el que era el punto de destino del submarino, en un intento de mantener a raya la angustia, la desesperación y, también, la esperanza.

   Las muestras de apoyo llenaron la entrada del recinto de Mar de Plata: banderas, estampitas, flores, fotografías y mensajes recordaban a los familiares que todo un país pensaba en la tripulación y que, cuanto menos, no estaban solos. "Acá te esperamos a vos y a tus 43 compañeros", podía leerse en uno de esos carteles.

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   Sin embargo, la coraza de fuerza y apoyo se desmoró en un solo unos segundos este jueves 23 de noviembre cuando uno de los representantes de la Armada anunció que, el mismo día de la desaparición de la nave, se había registrado el ruido de una explosión en el mar, en torno a las 10.51 horas, poco después de que informaran de una avería eléctrica en el submarino.

   Aunque no se ha confirmado oficialmente la muerte de los 44 tripulantes los nervios y la pena retenida durante estos ocho días afloraron de golpe en los familiares, cuya desolación inicial dio paso a la rabia y a la indignación. "No dijeron que están muertos, pero es una suposición lógica, desde el miércoles están ahí. Y están a 3.000 metros", decía la esposa de uno de los desaparecidos.

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   Tal y como indican algunos medios locales, allegados de los desaparecidos pudieron llegar a actuar de manera agresiva --con golpes, gritos y llanto-- ante la sensación de engaño que envolvía el lugar tras la noticia. Los medios de comunicación no dejaron de captar dolorosas imágenes de desconsuelo, agotamiento, tristeza y frustración a pesar de la promesa de "seguir buscando hasta el final" que se hizo por parte de las autoridades.

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   "No nos quedó santo por rezar, a nadie por pedir. No volvieron y no van a volver nunca más y no sé si van a volver sus cuerpos, que es lo que más me duele, porque no tendré a donde llevarle una flor", señalaba a la prensa del lugar la esposa de un tripulante, Jesica Gopar.

   Ambulancias y personal médico, además del que ya estaba presente junto a psicólogos y psiquiatras en la base desde el principio de la búsqueda, tuvo que internar en el lugar para atender algunos desmayos fruto de la angustia y el cansancio. Fueron muchos los que se tiraron al suelo ante el desconsuelo, mientras otros decidieron, simplemente, irse de ahí.

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   "Mandaron una mierda a navegar (...) ¿Por qué no lo dijeron antes? Nos mintieron", remarcaba la esposa de Germán Suárez, uno de los tripulantes del submarino 'ARA San Juan', Itatí Leguizamón.

   "Los familiares están rompiendo todo ahí adentro" decía Leguizamón poco antes de asegurar que "ya no tengo ninguna esperanza". Y así, rotos de dolor, los padres, hermanos, esposos y esposas, hijos y amigos, fueron marchándose del lugar en el que han quedado todas sus esperanzas y en el su la rabia ha crecido más que nunca.

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