Publicado 14/01/2015 14:37

Estadounidenses y canadienses pasan de ONGs a las armas contra Estado Islámico

Milicianos del Consejo de la Shura de Jóvenes Islámicos.
STRINGER . / REUTERS

DERIK (Siria), 14 Ene. (Reuters) -

Mientras cruzaba ilegalmente la frontera entre Irak y Siria, el canadiense Peter Douglas estaba determinado a que su incursión fuera por motivos humanitarios: para ayudar al pueblo de Siria.

Douglas es parte del creciente número de extranjeros que eluden a las autoridades y se suman a la lucha contra combatientes de Estado Islámico que han matado a miles de personas y tomado extensas partes de Irak y Siria, declarando un califato en territorio bajo su control.

Muchos de esos combatientes argumentan que están en el lugar por razones humanitarias pero afirman que su decisión de tomar las armas para luchar por el pueblo sirio no será vista por muchos como tal.

"Quiero luchar contra Estado Islámico, aunque sea lo último que haga", dijo Douglas, de 66 años y originario de Vancouver, mientras se preparaba para abordar un barco que cruza el remoto estrecho del río Tigris.

"Sé que tengo 10 años para vivir antes de que empiece a sufrir demencia o una apoplejía así que quiero hacer algo bueno", añadió, aunque reconoció que tomar las armas era algo nuevo en la lista de trabajos que realizó anteriormente.

Hasta ahora, se estima que varias decenas de occidentales se han unido a combatientes kurdos que luchan contra el grupo extremista en el norte de Siria, incluidos estadounidenses, canadienses, alemanes y británicos.

La facción armada siria kurda conocida como YPG no ha divulgado números oficiales sobre "combatientes por la libertad" o extranjeros y académicos dicen que es difícil calcular el total.

Pero el número es mínimo comparado con los 16.000 combatientes estimados de unos 90 países que se unieron a Estado Islámico desde el 2012, según cifras del Departamento de Estado de Estados Unidos.

Naciones Unidas ha advertido de que grupos extremistas en Siria e Irak están reclutando extranjeros en una "escala sin precedentes" y con un compromiso con la yihad que pueden "formar el corazón de una nueva diáspora" y ser un amenaza durante años.

¿LUCHANDO POR UNA CAUSA?

Los gobiernos occidentales están vigilando de cerca a los combatientes extranjeros pero las agencias de la ley actúan de manera diferente hacia quienes se unen a Estado Islámico o los que se vinculan a la resistencia kurda cuyas motivaciones son por lejos muy distintas.

El primer ministro británico, David Cameron, ha dejado en claro que existe una diferencia fundamental entre quienes luchan por los kurdos y por el Estado Islámico. La ley británica estipula que luchar en un conflicto extranjero no es automáticamente un delito y depende de las circunstancias.

Dos veteranos militares británicos, Jamie Read y James Hughes, que regresaron a Inglaterra en diciembre tras varios meses con las milicias YPG, dijeron que luchaban por "razones humanitarias" y no se ha tomado ninguna acción en su contra.

Se sumaron a la lucha escandalizados por una serie de escalofriantes vídeos que muestran los asesinatos de dos periodistas estadounidenses, un trabajador de ayuda humanitaria también de esa nacionalidad y dos británicos y por la desesperada situación de millones de sirios atrapados entre Estado Islámico y las fuerzas del Gobierno.

El Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, un grupo con sede en Gran Bretaña, estima que en seis meses el grupo suní radical mató a unas 1.878 personas en Siria fuera del campo de batalla, en su mayoría civiles.

Más de 200.000 personas han muerto en la guerra civil Siria, que comenzó cuando las fuerzas del presidente Bashar al-Assad reprimieron manifestaciones pacíficas a favor de la democracia en el 2011.

"Fuimos para ayudar a personas inocentes y documentar la lucha del YPG contra Estado Islámico", dijo Hughes, de 26 años y quien estuvo cinco años en el Ejército británico, a la Fundación Thomson Reuters.

"Recibimos una cálida bienvenida en casa. Todos pensaban que éramos héroes. Estaban muy orgullosos de nosotros. También recibí cientos de mensajes de personas que querían unirse al YPG", comentó. Hughes agregó que planeaba volver a Siria en los próximos meses.

Sin embargo, a muchos combatientes extranjeros del YPG les preocupan las repercusiones legales cuando vuelven a casa por lo que buscan permanecer en el anonimato.

"Podríamos meternos en problemas con nuestros gobiernos", dijo un veterano estadounidense quien dejó todos sus asuntos financieros y legales en orden antes de viajar hacia Rojava, el área controlada por el YPG en Siria.

A muchos les preocupa cómo los describen los medios en casa y quieren aclarar que son voluntarios, no mercenarios. Dicen que no les pagan, sino que se unen a la lucha porque creen en la causa.

Muchos tienen algo de experiencia militar y se sumaron a la batalla a través de contactos en Facebook.

El combatiente estadounidense Dean Parker, de 49 años, se unió a la batalla después de ver un vídeo de un bombardeo contra Sinjar en el noroeste de Irak en agosto, cuando milicianos de Estado Islámico mataron o capturaron a miles de personas de la minoría yazidi.

"Vi el miedo y el terror en los ojos de ese niño que me estaba mirando directamente a través de la cámara (...) Nunca me conmovió tanto algo en mi vida", dijo en un intercambio de correos electrónicos.

La canadiense israelí Gill Rosenberg, de 31 años y de Tel Aviv, dijo en una entrevista con Radio Israel que decidió unirse al YPG por razones humanitarias e ideológicas.

Pero no todos los combatientes extranjeros están motivados por la misma causa.

Jordan Matson, de 28 años y veterano del Ejército estadounidense que se unió al YPG hace unos cuatro meses, dijo que se sumó al movimiento porque estaba escapando de la vida "civil" que no le gustaba.

"Aquí, en cambio, todo tiene sentido", dijo a la Fundación Thomson Reuters en una base del YPG cerca de Derik, una localidad en la región kurda del noreste de Siria.