Actualizado 04/07/2006 18:20

Quetzal.- Los expedicionarios de la Ruta Quetzal-BBVA visitan la cuna del mestizaje entre españoles y americanos

Los jóvenes destacan la convivencia con chicos de otros países como la mejor experiencia de la Ruta


CHETUMAL (MEXICO), 4 Jul. (de la enviada especial de EUROPA PRESS Carolina Jiménez) -

Los expedicionarios de la Ruta Quetzal-BBVA 2006 están ya en la recta final de su etapa americana, concretamente en el estado mexicano de Quintana Roo, en la ciudad de Chetumal, que se considera cuna del mestizaje entre españoles e indios en los primeros años del siglo XVI, y aquí han conocido la figura del marinero Gonzalo Guerrero, el español que se hizo maya y que es honrado como 'padre' del mestizaje.

Guerrero llegó a la península del Yucatán en 1511, después de naufragar el barco en que viajaba desde Panamá a La Española. Tras haber sido prisionero y esclavo, llegó a la ciudad de Chetumal, donde logró la protección de uno de los caciques; una vez demostrada su valía como soldado, contrae matrimonio con la princesa maya Ixchel Can, con la que tuvo tres hijos.

El antiguo marinero español azuzó a los mayas contra algunas expediciones españolas y, cuando en 1519 Hernán Cortés mandó a buscarle junto con el que fuera su compañero de naufragio, Jerónimo de Aguilar, Guerrero se negó, esgrimiendo como causa no sólo su mujer y sus hijos, sino también que, de hecho, se había hecho maya. "Tengo labrada la nariz y horadadas las orejas", son las palabras supuestamente suyas que recogen los diversos monumentos al español-maya que hay en Quintana Roo.

Guerrero tiene desde entonces "una doble reputación de traidor y de héroe" en una orilla y otra del Atlántico, en palabras del profesor Francisco Bautista, que se dirigió a los ruteros durante su estancia en la comunidad de Bacalar, aunque advirtió de que "mucho de lo que llegó a nuestros días es más leyenda que historia". No obstante, quiso ver en su historia un "símbolo de reconciliación" y así se refirió también a la iniciativa de la Ruta Quetzal-BBVA, en la que participan más de 300 jóvenes de 53 países.

De hecho, todos los jóvenes destacan una cosa de la ruta, que les está permitiendo conocer a multitud de chicos de su misma edad, pero que viven en mundos totalmente diferentes. No se olvidan del calor, los mosquitos, los largos viajes en autobús, la ropa mojada que no acaba de secarse y las condiciones duras de la acampada, y a menudo se les oye explicándose unos a otros cómo son los platos típicos de sus países, lo que solían comer en casa. Sin embargo, todos los ruteros corean después al unísono que su aventura "merece la pena".

"El hecho de hablar con chicos de todos los países es muy interesante, se aprenden cosas buenas", dice un joven boliviano, Miguel Angel Guzmán. Miguel Angel es de un pueblo llamado Mojo, en el departamento de Beni, y ha venido a la Ruta por ser el mejor músico de su escuela, en la que se enseña a tocar el violín. Se declara impresionado por lo que fue la civilización maya, "esas inmensas pirámides", pero no le impactará tanto la parte española de la ruta, que empieza la semana que viene, porque ya ha viajado con la orquesta de su escuela a lugares como Javier o Tudela.

El paraguayo Elvio Díaz, en cambio, se queda con dos cosas de toda la Ruta: el volcán Pacaya, en Guatemala, y el mar, que vio por primera vez a su llegada a Belice. Eso sí, Elvio no oculta que esperaba que el mar estuviera más limpio, sobre todo después de que los ruteros, que se lanzaron a bañarse en el mar para hacer frente al calor abrasador de Cayo Caulker, se encontraron en el agua con otro problema, las medusas.

"Las conversaciones que tienes con gente de otros países, por ejemplo con una chica de Marruecos, que es musulmana, eso no lo tienes en casa", apunta el santanderino Gonzalo Páez, que afirma no echar de menos, ni por un minuto, el teléfono móvil que tienen prohibido traer a la ruta.

Su compañero Alvaro Pardá, de Salamanca, está de acuerdo en que lo mejor de la Ruta son los expedicionarios, aunque admite que la Ruta es muy dura para todos. Para Alvaro, el mejor desayuno que han comido hasta ahora es el desayuno de campaña de las Fuerzas Armadas españolas, que incluía leche condensada, chocolate en polvo, galletas y una chocolatina o un tarro de mermelada.

"UN 'GRAN HERMANO' ANDANTE"

Una de las profesoras que han acompañado a los chicos, Pepa Iglesias Ponce de León (Universidad Complutense), es una experta en mundo maya, pero está de acuerdo en que lo más importante de la Ruta son las relaciones que se crean entre los chicos: "Esto es como una especie de 'Gran Hermano' andante", afirma.

En México, los jóvenes han visitado también las ruinas mayas de Calakmul y Kohunlich, en los estados de Campeche y Quintana Roo, respectivamente. Calakmul, que fue descubierta en 1931, fue una de las principales ciudades del mundo maya, que rivalizó en tamaño, y en hegemonía, con la guatemalteca Tikal hasta que ésta última la venció en el año 712. Durante su visita a las ruinas, el profesor Andrés Ciudad, subdirector de la Ruta, explicó a los chicos que, en realidad, la mayoría de las ciudades mayas no se llamaban, en su época de esplendor, por el nombre con el que hoy las conocemos.

Es el caso de Calakmul, y también de Tikal, que lleva ese nombre --'lugar de las voces'-- porque se lo pusieron sus descubridores en el siglo XIX, pero que en realidad se llamaba Mutul. Otra ciudad visitada por la Ruta, Yaxhá, sí es conocida por su verdadero nombre, que significa 'Agua Verde'. Según explicó Ciudad, los nombres reales de las ciudades se conocen cuando en ellas se encuentra el glifo que era el emblema de la familia principal.

Tampoco Kohunlich es el verdadero nombre del segundo asentamiento, que fue descrito por primera vez en 1912, pero no se volvió a saber nada de él hasta 1968, una época en la que eran frecuentes los saqueos de los tesoros de las ruinas mayas. En México, la Ley del Patrimonio que prohíbe a los extranjeros llevarse piezas no se aprobó hasta 1972.

A Calakmul sólo pudieron llegar unos pocos ruteros, porque las intensas lluvias de los últimos días hicieron que la vegetación casi tapara la carretera. Para los chicos, Calakmul ha sido además el lugar más plagado de mosquitos en las dos semanas de Ruta que llevan hasta ahora, y eso que ya han soportado bastantes picaduras de todo tipo de insectos. Ya antes de llegar a Calakmul, una mallorquina, Ana Bonilla, se presenta orgullosa como la dueña del récord de picaduras, con un total de 267, la mayoría sufridas en el campamento en plena playa en una isla de Belice.