Actualizado 30/03/2017 21:55

Ricardo Barreda, el odontólogo argentino que asesinó a toda su familia

   BUENOS AIRES, 15 Nov. (Notimérica) -

Ricardo Barreda, odontólogo argentino de profesión, asesinó el 15 de noviembre de 1992 a su esposa, a su suegra y a sus dos hijas. Lo hizo a sangre fría y sin escrúpulos con una escopeta de la marca Víctor Sarasqueta, conmocionando al país y protagonizando una de las crónicas más negras de su historia.

   Ocurrió en la ciudad de La Plata y, en principio, el crimen no contaba con una organización previamente establecida. La mala relación entre el homicida y su esposa, Gladys, eran palpables desde tiempo antes al asesinato.

   Según comentó en el juicio, la matanza no fue sino una más de las constantes humillaciones a las que estaba expuesto, ya que el incidente tuvo lugar cuando su mujer le dijo: "Andá a limpiar, que los trabajos de conchita son los que mejor hacés".

   Los oprobios no solo provenían de la madre de la familia, sino que su suegra, Elena Arrache, y sus dos hijas, Cecilia y Adriana, también encontraban en Barreda el objeto de sus insultos y desprecios. Por eso, cuando encontró la escopeta que le había regalado Arrache en un armario de la casa, decidió iniciar la matanza en lugar de podar el árbol que inicialmente tenía previsto.

   El odontólogo recogió el arma europea, con un calibre de 16mm, guardándose algunos cartuchos en el bolsillo para iniciar el asesinato. Primero, se dirigió a la cocina, donde se encontraban su esposa y su hija menor, Adriana, de 24 años. La primera víctima fue Gladys, cuyos disparos alertaron a su madre, quien acudió rápidamente a la cocina.

   Después de Adriana, asesinó a su suegra. La última con vida, Cecilia, de 26 años, saltó sobre el cuerpo de su abuela para gritar a su padre. A pesar de que era su preferida, también la disparó. Inmediatamente recogió los cartuchos usados con cuidado para colocarlos en el maletero de su coche.

SIMULAR UN ASALTO

   Su intención era que pareciera un asalto, por lo que desparramó varios papeles por el salón, volcó los muebles y desordenó la escena del crimen con la intención de borrar las posibles pruebas que pudieran incriminarle.

   Al terminar, se dirigió al cementerio a visitar la tumba de su padre y, poco después, se alojó en una pensión con su amante, Hilda Bono. Previamente, se había deshecho de los cartuchos, lanzándolos a una alcantarilla. Además, escondió el arma homicida en un canal de Punta Lara, cerca de La Plata.

   Por la noche, volvió a la casa para comprobar que todo seguía como lo dejó. Así, llamó al servicio de emergencias y fingió haberse encontrado así a su familia. El encargado del caso fue el comisario Ángel Petti quien, al llegar a la comisaría, le mostró el Código Penal argentino en su artículo 34.

   En el, se ilustra los casos de imputabilidad por insuficiencia de facultades o estado de inconsciencia e ignorancia de hechos no imputables para comprender la criminalidad del acto. Ante esta posible libertad, Barreda confesó la matanza.

   Petti tuvo una infalible técnica para hacer confesar al odontólogo, ya que sospechaba de sus respuestas durante el interrogatorio. El homicida tardaba más de un minuto en responder a las preguntas sobre el robo y se refería a los miembros de su familia como 'cuerpos'.

AÑOS DE VEJACIONES Y DESPRECIO

   En dicha confesión, narró años de vejaciones y desprecio y fingió que no recordaba nada. Durante los días 7 y 14 de agosto de 1995 detalló los pormenores del crimen frente a los jueces que formaban la Sala I de la Cámara Penal.

   Aunque el perito indicó que Barreda era víctima de una psicosis delirante, sólo uno de los tres jueces lo aprobó, por lo que fue condenado a cadena perpetua por triple homicidio calificado y un homicidio simple.

   Durante sus años de condena, estudió la rama de Derecho y se mostró muy arrepentido por el asesinato cuádruple, asegurando que sentía una "angustia y un dolor muy hondo". Su historia viene recogida en un libro del periodista y escritor Rodolfo Palacios 'Conchita. Ricardo Barreda, el hombre que no amaba a las mujeres'.

   En una parte del escrito se incluye cómo el criminal realizaba correspondencias con una mujer que conoció por carta, Berta André, con quien se reunió en mayo de 2008 bajo el beneficio de una prisión domiciliaria. Este no cumplió lo establecido y salió de su casa, ubicada en el barrio Belgrano de Buenos Aires, alegando que estaba enfermo.

ACTUALMENTE EN LIBERTAD

En el año 2011, la Sala I de la Cámara Penal de La Plata le otorgó la libertad al considerar que el cómputo del tiempo transcurrido en prisión era excesivo en la condena impuesta. En la actualidad, tiene 80 años y se encuentra en libertad.

   Este estremecedor caso ha sido reflejado en varias manifestaciones de la cultura popular, como en el libro 'El Caso Barreda' de Ricardo Canaletti y Rolando Barbani o la mención del músico Horacio Fontova en el tema denominado 'Milonga para Barreda'.