Actualizado 23/08/2009 16:56

TESTIGO-Un viaje a los inicios de la Revolución Islámica en Irán

Por William Maclean

LONDRES (Reuters/EP) - A punto de estallar de ira, un hombre se me acercó en una parada de autobús en la ciudad iraní de Qom, en medio del infernal calor de una tarde de verano en agosto de 1977.

Casi dos años antes de la Revolución Islámica de 1979, este delgado personaje bien afeitado lanzó una diatriba contra el gobernante del país, el shá Mohammad Reza Pahlavi, entonces visto por Occidente como un líder fuerte y un pilar de la estabilidad regional.

Tras acercarme a él en medio de un torbellinp de polvo y humo de diésel, rápidamente consideré que se trataba de uno de los pocos residentes descontentos con su entorno, sin ser consciente de que mi reacción reflejaba la respuesta de los diplomáticos occidentales ante señales similares de oposición que por entonces empezaban a aparecer.

Ahora sabemos cuán equivocada fue esta reacción.

Sin embargo, el fracaso de la inteligencia de Occidente en Irán no sólo tuvo que ver con fallas en los informes desde el frente, sino que también se trató del "enfoque grupal", en el fracaso de la implementación de políticas hasta el día de hoy.

Analistas dicen que esa imposibilidad de desafiar las nociones preconcebidas también puede verse en la participación de Gran Bretaña en la invasión a Irak en el 2003, una tesis que será puesta a prueba en una nueva investigación sobre la guerra que pedirá el testimonio del ex líder británico Tony Blair.

El shá huyó al exilio en enero de 1979, después de más de un año de creciente oposición a su Gobierno autoritario. El mes siguiente, el clérigo exiliado ayatollá Ruhollah Khomeini regresó triunfante a Irán, anunciando el nacimiento de la república islámica.

En aquel momento me encontraba en un receso de mi búsqueda laboral, gastando mis ahorros en un viaje en autobús por Irán con un amigo para ver las glorias de la antigua Persia y tratar de olvidar mi prolongado desempleo.

La política era lo más alejado de mi mente confundida por el sol.

Esas prioridades comenzaron a cambiar cuando nuestro autobús se detuvo para almorzar en las afueras de Qom, en medio del camino desde Teherán a Shiraz.

Una multitud se congregó en torno a mi informante. Un transeúnte tradujo sus detalladas acusaciones contra el shá Mohammad Reza Pahlavi. Algunas personas hacían gestos de aprobación. La mayor parte se mostraba impávida.

Los ojos del hombre se aferraron a los míos con un mensaje: yo era un visitante occidental que ahora debía regresar a casa y corregir la impresión equívoca que Occidente tenía de su amigo y socio comercial.

OSADO MENSAJE OPOSITOR

Luego sonó la bocina del autobús. Regresé al vehículo. El hombre se perdió en la multitud. Cuando regresé a mi asiento, la importancia del encuentro que había tenido lentamente comenzó a quedar clara. El había sido extremadamente osado.

Irán vivía en estado policial y el servicio de seguridad SAVAK ejercía mano dura, incluso aunque su estilo a veces pudiera ser caricaturesco.

Días antes junto a las costas del mar Caspio, había observado atónito mientras un enfurecido hombre del SAVAK, vestido en un impermeable estilo década del 1940, apareció de la nada y recorrió cientos de metros bajo el calor abrasador por la playa hacia mi.

Contuve una sonrisa mientras esta figura fornida revisaba mis papeles con minucioso detenimiento y miraba a unos jóvenes con los que había estado jugando al fútbol.

Para los iraníes, el SAVAK no era ninguna broma. Y si los opositores del shá estaban perdiendo el miedo a decir lo que pensaban, ¿podían los gobiernos occidentales no estar al tanto?

Y si lo sabían, ¿acaso estaban haciendo algo para evitar el inminente conflicto y resguardar la inversión de Occidente en "su" hombre, quien fue devuelto al trono en 1953 en un golpe auspiciado por Occidente?

Otros iraníes que había conocido manifestaron sus reservas en cuanto al shá, aunque de forma menos iracunda y siempre en privado.

Roger Cooper, un académico y periodista británico que estaba viviendo en Teherán en ese momento, dice que muchos expatriados incluyendo diplomáticos, estaban al tanto del descontento popular de mediados de 1977.

Sin embargo, el análisis diplomático, y tal vez también los informes, estaban condicionados por las embajadas que simultáneamente tenían que seguir y promover la línea de sus gobiernos a favor del shá, señaló.

(Cooper fue más tarde procesado por una corte islámica bajo acusaciones de espionaje y pasó cinco años en prisión. Fue liberado en 1991).

ISLA DE ESTABILIDAD

En otras palabras, la política tendía a guiar los informes.

Un estudio realizado en el 2004 por la Universidad Georgetown determinó que el Gobierno del entonces presidente estadounidense Jimmy Carter había sido el primero en recibir advertencias en 1977 de que una crisis local amenazaba el régimen del shá.

Pero las peleas entre los miembros del gabinete y la predisposición general a ver al shá como a un socio indispensable para Estados Unidos hizo que los funcionarios no quisieran escuchar este mensaje. El resultado fue la parálisis política.

La calidad y el contenido de los reportes variaban mucho.

El tema de "La oposición religiosa e intelectual al shá" fue descrito en un cable en 1977 por la embajada estadounidense en Teherán, además de en un extenso informe de la CIA de agosto de ese mismo año. Pero ninguno de los dos reportes hizo los graves pronósticos sobre la estabilidad en la región.

Incluso cuando el tono de los informes negativos tomó altura en 1978, no equilibró las estimaciones de la comunidad de inteligencia, una de las cuales dijo que Irán "no está en un estado revolucionario".

"La suposición estratégica de que el régimen del shá debía resistir indefinidamente porque no había nada con qué reemplazarlo generó una profecía autocumplida", decía el estudio.

En 1977, los comentarios de medios en Occidente reprobaban la mano dura de seguridad del shá. Pero la sabiduría general recibida fue que el shá fue un modernizador cuyas reformas fueron bienvenidas por una población agradecida, que estaba desesperada por escapar de la pobreza.

Trazando las comparaciones más superficiales en mi viaje de regreso a Europa, perezosamente adopté esta perspectiva optimista, restándole importancia a mi encuentro de Qom.

Las elegantes calles principales de Irán, sus autos nuevos y su auge inmobiliario en las ciudades constituían un contraste innegable frente a la pobreza del este de Turquía y el subdesarrollo que había observado en Yugoslavia.

En el fresco de fines de otoño en Londres, mientras se ponían en marcha las primeras manifestaciones contra el shá, finalmente fui a realizar las copias de las fotos de mis vacaciones. Admiré mis imágenes de pleno verano de Persépolis e Isfahan.

Todo lucía tan hermoso, próspero y prometedor.

Nada muy dramático va a pasar, pensaba.