Publicado 16/04/2014 19:27

ANALISIS-Presidenta brasileña Rousseff parece debilitada, pero sus rivales también

Por Brian Winter

SAO PAULO, 16 abr, 16 Abr. (Reuters/EP) -

- Con la economía en aprietos, un gran escándalo en la petrolera estatal y casi tres cuartas partes del electorado diciendo que quieren cambios en el gobierno, la presidenta brasileña Dilma Rousseff parece vulnerable de cara a la reelección en octubre.

Pero para que ella pierda, alguien tiene que ganar. Y sus dos principales rivales tienen grandes y potencialmente fatales problemas.

El senador Aecio Neves y el ex gobernador Eduardo Campos, ambos con plataformas centristas y pro negocios, no han logrado avances significativos en las encuestas y aparecen todavía muy atrás de la izquierdista Rousseff.

Eso sugiere que Rousseff, aunque no es la favorita absoluta que era el año pasado, aún ganaría las elecciones.

Un reciente repunte de los mercados bursátil y cambiario, impulsado por inversores que están cansados de la intervención de Rousseff en la economía y apuestan a un cambio de gobierno, corre el riesgo de ser algo exagerado o, por lo menos, prematuro.

El mayor problema de los rivales de Rousseff, a juzgar por las encuestas, sería la incapacidad de seducir a la clase media baja de Brasil, que se expandió durante el boom económico de la última década y representa más de la mitad de los 200 millones de habitantes del país.

Ese grupo, conocido como la "clase c", se benefició de las enormes mejoras salariales y de calidad de vida y muchos temen que un cambio de gobierno pueda amenazar sus conquistas.

Muchos de esos mismos votantes están también frustrados con la mala calidad de la salud y la educación, así como la elevada inflación y otros síntomas del reciente frenazo de la economía brasileña y según los encuestadores podrían ser convencidos por un candidato de oposición.

Sin embargo, en un país donde subsisten las divisiones de clase en la vida y la política, ni Campos ni Neves, acaudalados y educados nietos de políticos famosos, han sido capaces, hasta el momento, de convencer a las masas de que están de su lado.

"Hay un deseo de cambio pero coexiste con un conservadurismo sustancial", dijo Renato Meirelles, un encuestador de la empresa Data Popular que ha estudiado en profundidad a la "clase c".

"Todavía no he visto un indicador de que (Campos y Neves) serán capaces de lograr ese equilibro a nivel nacional", añadió.

La última encuesta, publicada el 5 de abril por Datafolha, mostró que Rousseff tiene un 38 por ciento de las intenciones de voto. Neves tiene un 16 por ciento y Campos un 10 por ciento.

El resto de los encuestados dijo que podría votar por otros candidatos o anular el sufragio, una forma común de protesta en un país donde el voto es obligatorio.

Si la elección pasa a segunda vuelta, como muchos prevén, Rousseff derrotaría tanto a Neves como a Campos por alrededor de 20 puntos porcentuales, reveló el sondeo de Datafolha. Otras encuestas arrojan resultados similares.

ENCUESTAS SIGUEN DIVISIONES DE CLASE

Los niveles de aprobación de Rousseff se han hundido este año a medida que la inflación llegó al 6 por ciento anual y la economía ha entrado en su cuarto año consecutivo de bajo crecimiento.

Las acusaciones de corrupción y problemas en la estatal Petroleo Brasileiro SA, o Petrobras, afectaron la imagen de la presidenta como una administradora competente y podrían derivar en una investigación parlamentaria.

Y a pesar de todo, el apoyo hacia los rivales de Rousseff apenas aumentó.

Sus contendientes restan importancia a los números y dicen que los brasileños no suelen prestarle atención a las campañas hasta mediados de julio, cuando termina el Mundial de fútbol y los candidatos acceden a espacios gratuitos en la televisión.

Eso es cierto. Rousseff estaba unos 10 puntos detrás de su rival a esta altura en la campaña del 2010, cuando la mayoría de los votantes todavía no sabía que ella era la candidata escogida por Luiz Inácio Lula da Silva, quien gobernó durante una década de fuerte crecimiento económico y continúa siendo muy popular entre los pobres de Brasil.

En contraste, la mayoría de los brasileños conoce bastante a Neves y Campos, indicó Datafolha, pues sus campañas empezaron inusualmente pronto.

La encuesta reforzó también la percepción de que ellos son los más populares entre las elites empresariales de las grandes ciudades.

Neves ya aventaja a Rousseff entre los brasileños más ricos, con un 37 por ciento contra un 20 por ciento, según la encuesta de Datafolha entre personas con ingresos familiares de más de 3.300 dólares mensuales. Campos tiene un 15 por ciento de apoyo.

Sin embargo, ese grupo representa apenas cerca del 5 por ciento del electorado.

Entre los encuestados con una renta familiar de menos de 720 dólares mensuales, que representan casi la mitad del electorado e incluyen buena parte de la "clase c", Rousseff tiene un 54 por ciento de respaldo, contra un 13 por ciento de Campos y un 11 por ciento de Neves.

Neves, de 54 años, es consciente de la necesidad de ampliar su atractivo entre los brasileños más pobres, dicen los líderes de su Partido de la Social Democracia Brasileña.

Por eso, en las últimas semanas ha hablado de las penurias cotidianas como los problemas de transporte y la mala calidad de las clínicas, al tiempo que prometió continuar subiendo el salario mínimo, un sello del gobierno de Rousseff.

CAMBIO CON CONTINUIDAD

Pero Neves también defiende lo que él mismo llama medidas "impopulares", como recortes del gasto público.

Ese tipo de políticas, dice, son necesarias para restaurar el equilibrio de la economía de Brasil. El plan de campaña de Rousseff planea presentarlas como una receta que causaría un aumento del desempleo, atizando el fantasma más temido por la "clase c".

Neves no puede evitar ser percibido como el heredero de una dinastía política desconectada de la realidad y con un apartamento en un barrio de moda en Río de Janeiro.

El año pasado criticó duramente a Rousseff por pronunciar un discurso de espaldas a una estatua de su abuelo, Tancredo Neves, elegido presidente en 1985 pero muerto antes de asumir el poder. Medios locales dijeron que la estatua estaba a unos 90 metros de distancia del lugar donde Rousseff habló.

Campos, de 48 años, demostró una clara capacidad de saltar las divisiones de clase cuando fue gobernador del pobre estado de Pernambuco, en el nordeste de Brasil, un cargo que su abuelo también ocupó en la década de 1980.

Ex ministro de Lula y miembro de la coalición de gobierno de Rousseff hasta septiembre pasado, Campos podría venderse como un agente de cambio que sabe cómo proteger los avances económicos de la última década.

De hecho, funcionarios cercanos a Rousseff dicen que está mucho más preocupada con Campos que con Neves en el escenario de una segunda vuelta.

Pero Campos lleva meses atascado en el umbral de un 10 por ciento de los votos, lo que sugiere que no ha logrado inspirar al electorado a pesar de la consistente y en general favorable exposición a los medios desde octubre pasado, cuando selló una inesperada alianza política con Marina Silva, una ambientalista popular en Brasil que será su compañera de fórmula.

Si Campos comienza a seducir a los votantes más pobres, en especial en el nordeste, el comando político de Rousseff cree que podrá contener su avance metiendo a Lula en la campaña.

Lula también es de Pernambuco.