Actualizado 03/07/2015 12:54

ANALISIS-Rousseff surge como favorita en nuevo escenario electoral

Por Anthony Boadle

BRASILIA, 3 oct, 3 Oct. (Reuters/EP) -

- Cuando más de un millón de brasileños salieron a las calles a protestar contra el Gobierno el año pasado, muchos pensaron que era una señal de que el Partido de los Trabajadores (PT) perdería la próxima elección tras doce años en el poder.

Incluso hace tres semanas, la candidata de oposición Marina Silva subía en las encuestas, explotando el ambiente anti-sistema que había en las calles de las principales ciudades del país y prometiendo ir más allá de la política de siempre.

Pero la presidenta Dilma Rousseff recuperó el liderazgo antes de la primera ronda de los comicios presidenciales, que se realizará el domingo.

La mandataria se mantiene como la clara favorita, pese a que no obtendría el 50 por ciento de las preferencias que necesita para tener una victoria rotunda el domingo y podría tener una disputa ajustada en la segunda vuelta, el 26 de octubre.

Rousseff se promociona como la candidata con mayores recursos para lograr cambios y le recuerda a los brasileños más pobres los logros de la última década en la lucha contra la pobreza.

Además, la candidata del PT se está beneficiando del flujo implacable de avisos en radio y televisión en los que se pone en duda la capacidad de liderazgo de Silva.

La ecologista, candidata del Partido Socialista Brasileño (PSB), creció en la pobreza en el Amazonas y fue por mucho tiempo una de las figuras más relevantes del PT.

Pero para esta campaña, Silva ha adoptado políticas más pro mercado y la gente de Rousseff la está pintando como la representante de una elite financiera codiciosa, determinada a deshacer los populares programas de bienestar.

Los avisos que atacan a Silva, junto con los propios errores de la ambientalista durante su campaña, han llevado a un giro de 180 grados en la que se perfila como la carrera presidencial más dramática en Brasil desde que el predecesor y mentor político de Rousseff, Luiz Inacio Lula da Silva, fuera elegido como el primer presidente que venía de la clase trabajadora, en 2002.

Y ahora, en vez de navegar en calma hacia la segunda vuelta contra Rousseff, Silva se ve complicada con el avance de último minuto del candidato que iba en tercer lugar, Aécio Neves, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB).

Neves, senador de centro y ex gobernador del estado de Minas Gerais, se promocionaba con una agenda pro negocios.

Los últimos sondeos muestran que Rousseff aumentó su ventaja, con un apoyo de un 40 por ciento, y que Neves y Silva están empatados en la batalla por forzar una segunda vuelta.

"Es difícil decir quién ganará. Nuestros clientes dicen que el Gobierno debería irse, pero yo les daré mi voto. Tengo trabajo", dijo Antonio Feijão, empleado en una cafetería en Brasilia.

Bajo el Gobierno de Rousseff, la floreciente economía de Brasil se frenó hasta casi paralizarse, mientras se esfumaba la bonanza de las materias primas y el Gobierno intervenía cada vez más en las industrias de las finanzas y de la electricidad, lo que contribuyó a una dura caída en la confianza empresarial.

Tanto Silva como Neves prometen reformas que los economistas consideran necesarias para volver a poner en pie a la economía, como una reforma al enrevesado sistema tributario, y otras medidas para bajar el costo de hacer negocios en el país sudamericano.

En tanto, Rousseff promocionaba agresivamente los avances en materia social a los que han accedido las personas más pobres de Brasil bajo los doce años de Gobierno del PT, período en el que además el desempleo bajó a cerca de mínimos históricos, aun con los problemas de la economía.

La mayoría de los inversores quería un cambio en el Gobierno, por lo que la recuperación de Rousseff en las encuestas provocó caídas en los mercados financieros -el real llegó a debilitarse cerca de un mínimo de seis años- y elevó los rendimientos de los bonos brasileños.

El principal índice de acciones brasileñas, el Bovespa se derrumbó un 11,7 por ciento en septiembre, la principal baja de la bolsa desde mayo del 2012.

"Esta es una elección que importa. Algunas veces las elecciones no trazan la dirección de los precios de los activos o de las calificaciones (de crédito de un país), pero esta elección hizo eso muy directamente", dijo Eric Fine, gerente de cartera del Unconstrained Emerging Markets Bond Fund, de Van Eck Global.

LA VENTAJA DEL PARTIDO GOBERNANTE

El espectro de quienes critican a Rousseff va desde acaudalados líderes empresariales, que culpan a su administración de haber conducido a la mayor economía de América Latina a una recesión, hasta personas de la clase media que están hartos de la precariedad de los servicios públicos y de los políticos tradicionales, en un país en el que proliferan el nepotismo y la corrupción.

Pero el deseo de cambio choca contra el apoyo de votantes que ahora declaran su voluntad de darle a la presidenta de izquierda otros cuatro años en el cargo.

Rousseff puede contar con los votos de decenas de millones de brasileños que salieron de la pobreza en el contexto del auge económico de la década pasada y de los generosos programas bajo el Gobierno del Partido de los Trabajadores.

La mandataria ha sido impulsada también por la formidable maquinaria de su partido, el más poderoso y con más financiamiento de Brasil. Bajo la legislación electoral brasileña, su coalición ha tenido una enorme ventaja para las campañas televisivas.

Quizás más importante: Rousseff cuenta con el carismático Lula, que sigue siendo el político más popular del país, lo que aumenta su atractivo entre los votantes de ingresos más bajos.

La campaña de Rousseff ha tratado de promocionar su postulación a un nuevo período en la presidencia como la única apuesta segura para un cambio, lo que sugiere que Silva y Neves no podrían captar apoyo de coalición suficiente para gobernar en la democracia de Brasil, turbulenta y con más de 30 partidos.

Bajo el lema: "Nuevo Gobierno, nuevas ideas", Rousseff promete aumentar los beneficios sociales y las viviendas para las personas de bajos ingresos, entregar acceso de internet por banda ancha para todos, y aplastar la corrupción.

"Para cambiar un país se tiene que elegir un lado, y los brasileños ya lo hicieron. Es por eso que la injusticia y la pobreza están desapareciendo de nuestras vidas", decía un aviso de Rousseff el jueves, el último día en el cual se puede hacer campaña antes de las elecciones del domingo.

Para frenar su caída en las encuestas, Silva pasó también a modo de ataque, una táctica incómoda para una cristiana evangélica que armó su campaña sobre la promesa de avanzar más allá de la política de siempre.

En su último debate televisivo, la candidata del PSB acusó a Rousseff de mentir sobre su conocimiento de un escándalo de sobornos en la petrolera estatal Petrobras.

Silva también criticó la campaña de Rousseff, en la que se afirmaba que la ecologista pondría fin a los programas sociales más emblemáticos, usando sus propios orígenes -es la hija analfabeta de recolectores de caucho en el Amazonas- como razón suficiente para desmentir tal acusación.

Si ninguno de los candidatos logra la mayoría de las preferencias en primera vuelta, los dos aspirantes que obtengan más votos se enfrentarán en segunda vuelta, el 26 de octubre.

Los sondeos muestran que Rousseff ganaría cómodamente en segunda vuelta contra Silva o Neves, pese al hecho de que para esa instancia los candidatos tendrán igual tiempo de avisos en televisión y la perspectiva de una oposición unida contra el Partido de los Trabajadores podría cambiar la dinámica de la campaña.

"No es una disputa entre dos candidatos sino entre dos visiones de Brasil", dijo Thiago de Aragão, socio de la consultora Arko Advice.

"Una defiende los últimos doce años, para bien o para mal. La otra es compartida por los votantes que, por sobre todo, quieren ver derrotado al Partido de los Trabajadores".