Actualizado 10/11/2014 19:03

La reforma de la discordia en Brasil

La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff
Foto: REUTERS

RÍO DE JANEIRO, 10 Nov. (Notimérica) -

   En junio de 2013, los brasileños salieron a las calles para protestar. Inicialmente las manifestaciones tenían como objetivo mostrar su desacuerdo por el aumento del precio de los billetes del transporte público, pero las solicitudes fueron en aumento mientras los días pasaban y la voz de las calles ganaba fuerza.

   Para calmar los ánimos, la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, decidió hacer un pronunciamiento nacional en la televisión a finales de aquel mes, cuando declaró que iba a actuar en cinco frentes distintos, de la educación a la salud, pasando por la ley electoral.

   Pero sólo ahora, después de las elecciones presidenciales en que salió reelegida, algunos de los cambios propuestos por Dilma hace más de un año pueden salir del papel. Ellos hacen parte de la polémica Reforma Política, que está provocando confusión entre los partidos y la sociedad.

   La reforma Política en Brasil no es un tema sencillo e incluye muchos aspectos. Entre ellos están, por ejemplo, la financiación de las campañas electores. Mientras el Partido de los Trabajadores (del gobierno) y otros pequeños partidos de izquierda defiende que las campañas reciban sólo dinero público, otros partidos, como el PMDB, están en contra de la idea.

   La principal ventaja de la exclusividad de la financiación pública es que así las empresas privadas dejarían de ejercer tanta influencia en las decisiones políticas después de las elecciones. Por otro lado, los partidos que se oponen a esta idea dicen que ella iba a provocar un aumento de la "caja B", que es ilegal, además de tener un impacto negativo en el dinero público.

   Para arreglar esta situación, la ONG Transparencia Brasil defiende un "techo" de donaciones para determinado puesto público, o sea, todos los candidatos a presidente, por ejemplo, podrían recibir el mismo máximo de donaciones.

   Otro tema que provoca discusiones es el fin de la reelección para los puestos de presidente, gobernador y alcalde y la extensión del mandato de ellos para cinco años - que actualmente es de cuatro. La oposición del PSDB defiende esta idea, pero la mayoría de los partidos todavía no ha desvelado su posición oficial. La presidenta Dilma Rousseff ya declaró que aceptaría negociar el asunto si fuera reelegida.

   Una demanda que viene de movimientos sociales y sindicatos son las elecciones mayoritarias para diputados estatales y federales. Actualmente los candidatos más votados de un determinado partido hacen que otros miembros de su coligación pueden ser elegidos, al igual que para los que hayan recibido pocos votos.

   Con el cambio propuesto, funcionaría así: los brasileños votarían, en la primera vuelta, a un partido político, y en la segunda vuelta a los candidatos de su distrito. El PT se opone a la medida, mientras el PMDB propone otra idea: que sólo los candidatos que reciben más votos se puedan elegir.

PARTICIPACIÓN DE LA SOCIEDAD

   Estos y otros cambios que deben ser parte de la Reforma Política deben de tener la participación de los ciudadanos del país. El problema es que los partidos políticos tampoco están de acuerdo sobre como funcionaría esta participación social.

   La presidenta Rousseff ya afirmó que su idea es que las personas voten sobre cada uno de estos puntos en un plebiscito y luego, con base en los resultados obtenidos en las urnas, el Congreso haría un proyecto de Reforma.

   Pero la gran mayoría de los partidos, incluso el PMDB, que preside tanto la Cámara como el Senado Brasileño, está en contra de la propuesta del PT y va por el camino prácticamente inverso: propone que el Congreso desarrolle la Reforma y, después de que los diputados la aprueben, los ciudadanos participen de un referéndum de consulta, donde podrían aceptar o rechazar la propuesta.

   La principal diferencia es que, en el caso del plebiscito, cada una de las propuestas podría ser evaluada por los brasileños de manera individual, mientras en el referéndum los electores aprobarían o rechazarían el texto completo.

   Por ahora, son sólo discusiones. No hay un plazo para que las ideas lleguen efectivamente a los ciudadanos, por lo que el escenario político continua con una creciente tensión. Pero el gobierno sabe que, sin la Reforma Política, hay una gran probabilidad de que los brasileños vuelvan a las calles a pedir, en manifestaciones, lo que no consiguen expresar en las urnas.

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