Actualizado 12/04/2016 14:10

Elecciones municipales y reformas: el camino hacia las presidenciales en Chile

U.S. Chief of Protocol Ambassador Selfridge greets Chilean President Bachelet as
JONATHAN ERNST / REUTERS

   Por Leticia M. Ruiz Rodríguez*, profesora de la Universidad Complutense de Madrid (UCM)

   MADRID, 12 Abr. (Notimérica) -

   Las elecciones municipales de octubre de 2016 constituyen un examen de mitad del mandato para la presidenta Bachelet (2014-2018). Además de designar a los representantes de ámbito local (concejales y alcaldes), estos comicios se utilizarán para evaluar la salud de los partidos políticos ante las elecciones presidenciales y parlamentarias de noviembre de 2017. A pesar de tener un gobierno lastrado por el descubrimiento de nuevos casos de corrupción y una baja valoración de su labor, la gruesa agenda de reformas de la Nueva Mayoría podría suavizar la erosión de esta coalición. Ello se daría en combinación con una incapacidad en las filas de la derecha, también salpicada por la corrupción, para capitalizar el descontento y la baja confianza de los ciudadanos. Así, pese a estar aún en trámite y con distinto grado de contestación, la reforma laboral, la previsional y la educativa son exponentes de las transformaciones en el plano social y económico que los ciudadanos pueden atribuir a una voluntad de cambios del centro-izquierda con el consiguiente rédito electoral.

   Junto a las mencionadas reformas, existe un amplio paquete de cambios propios de una nueva arquitectura institucional en construcción. Algunos de estos cambios están en proceso, el más ambicioso es la aprobación de una nueva Constitución. Para ello se ha establecido un procedimiento constituyente marcado por una cierta ambigüedad que persigue conciliar la participación ciudadana y de los partidos políticos con la de otros actores sociales y económicos. Por su parte, otras reformas institucionales de esta nueva arquitectura ya han sido aprobadas, tales como las recién promulgadas leyes de partidos y de financiación que intentan introducir más democracia interna y transparencia, respectivamente.

   De la misma forma, otra modificación de gran calado será la protagonista de las próximas elecciones parlamentarias. Se trata del estreno de un sistema proporcional inclusivo que sustituye al sistema binominal en la elección de diputados y senadores. Esta reforma ha estado precedida por una secuencia de modificaciones de diversos elementos electorales, tales como la introducción del voto voluntario y la inscripción automática, el reconocimiento del voto de los chilenos en el extranjero y el sistema de elección directa de los consejeros regionales. Con todas estas medidas, el sistema político chileno se hace eco de las demandas de renovación que un alto porcentaje de descontentos y desconfiados de las instituciones plantean desde hace años.

NUEVO SISTEMA ELECTORAL PROPORCIONAL

   El sistema electoral de tipo binominal que hasta ahora regulaba las elecciones de la Cámara de Diputados y del Senado constituía uno de los denominados enclaves autoritarios. Diseñado para sobrerepresentar a la segunda lista más votada, así como a las zonas rurales con respecto de las urbanas, el sistema electoral que ahora se abandona ha penalizado a las candidaturas que competían fuera de las dos grandes coaliciones electorales disminuyendo la fragmentación del sistema de partidos y generando bipolaridad. Además, estas reglas electorales han promovido una dinámica pactista-clientelar de reparto de puestos entre la élite de los principales partidos políticos. Estos efectos directos han tenido su correlato en efectos psicológicos entre el electorado tales como la acentuación de una espiral abstencionista, combinada con el descenso en los niveles de identificación partidista y descrédito del sistema en su conjunto por la ausencia de representatividad, elitismo y falta de renovación de los cuadros de los partidos.

   El nuevo sistema electoral introduce la fórmula proporcional D'Hondt con base en las circunscripciones: los votos que obtenga una lista se repartirán proporcionalmente entre las candidaturas que la conforman. Además, el sistema es menos restrictivo para los candidatos independientes. Por otra parte, la reforma aumenta el tamaño de las cámaras (ahora 155 diputados y 50 senadores), reorganiza los distritos electorales (ahora 28 distritos en la cámara baja y una circunscripción única por región para la cámara alta), así como las magnitudes de los mismos atendiendo a criterios de proporcionalidad.

   Al ser muchos los elementos del sistema electoral que se han visto modificados habrá que valorar el funcionamiento combinado de todos ellos. En el lado de la demanda, es probable que la expectativa de más proporcionalidad mejore las percepciones de los individuos sobre el sistema político en su conjunto. Con ello puede que aumente ligeramente la participación de ciudadanos al considerar que con un sistema más representativo es más probable que su voto afecte a los resultados. Quizá ello contribuya, en el medio plazo, a disminuir la desafección y descontento hacia el sistema político.

   En el lado de la oferta partidista, la mayor proporcionalidad del sistema electoral hace previsible que compitan más partidos políticos y, por el incremento del número de escaños, es probable que algunos de los nuevos partidos sean de ámbito regional. Pero, ¿qué sucederá con la dinámica de las coaliciones? Si bien es cierto que desaparece el incentivo para formar coaliciones, es probable que la concurrencia de las elecciones parlamentarias con las presidenciales suponga un arrastre de las coaliciones en torno a los candidatos presidenciales en la construcción de las listas para la Cámara de Diputados y para el Senado. Cuando menos se espera una coordinación estratégica. De hecho, si nos guiamos por el criterio de los partidos para las elecciones municipales de este año encontramos que las coaliciones contemplan la posibilidad de listas separadas para elegir a concejales y un único candidato para las elecciones a alcaldes.

NUEVA LEY DE PARTIDOS

   Algo similar podría suceder en las elecciones presidenciales donde tanto Chile Vamos como Nueva Mayoría concurrirían con un candidato presidencial de unidad. Mientras que para la elección de diputados y senadores sería posible que los partidos de alguna de estas coaliciones acordasen listas electorales separadas. Otros retos de cara a las elecciones del próximo año han quedado introducidos por la ley de partidos: un mínimo de un 40% de mujeres candidatas en las listas y la celebración de primarias para la definición de los candidatos presidenciales y parlamentarios.

   Hasta el año que viene se asistirá al avance de las citadas reformas económicas y sociales ya anunciadas por el gobierno. También se conocerán las estrategias de todos los partidos ante el nuevo escenario institucional y, especialmente, con un nuevo sistema electoral. Pero, antes de todo ello, a corto plazo, se pulsará al electorado en los comicios municipales. Al respecto, el fantasma de la abstención entre los muchos descontentos planea nuevamente sobre estas elecciones y dificulta, a cinco meses vista, cualquier ejercicio de predicción de resultados electorales.

   * Leticia M. Ruiz Rodríguez es profesora titular de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid y autora de libros y artículos relacionados con la dinámica política desde una perspectiva comparada. Actualmente dirige un proyecto, financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad, sobre competición ideológica en escenarios de estabilidad y de cambio de selección de sistemas de partidos latinoamericanos.