Publicado 12/10/2019 10:11

Un jurista conservador y un magnate, frente a frente en la segunda vuelta de las presidenciales en Túnez

MADRID, 12 Oct. (EUROPA PRESS) -

La población de Túnez está llamada a las urnas este domingo para una segunda vuelta de las elecciones presidenciales que enfrentará a Kais Saied y Nabil Karoui, en medio del hastío de la población con los partidos tradicionales y tras unas parlamentarias que han generado un Parlamento fragmentado.

Saied, un jurista independiente de tendencia conservadora, se impuso en la primera vuelta con el 18,4 por ciento de los votos, por delante del magnate Karoui, líder del partido Corazón de Túnez, quien recabó el 15,6 por ciento de los apoyos.

La campaña electoral ha estado marcada por el encarcelamiento por presunta corrupción de Karoui, que no ha podido participar en actos ni dar entrevistas hasta su liberación durante la jornada del miércoles.

El magnate, propietario de la cadena de televisión local Nessma TV, fue detenido en agosto por presunta corrupción y permanecía en detención preventiva, si bien por el momento no ha sido condenado.

Sus partidarios han denunciado un intento de silenciarle por sus críticas al Gobierno, mientras que sus detractores aseguran que el magnate ha usado de forma indebida su cadena y su organización caritativa para su propia ventaja política.

A pesar de que su campaña ha reclamado en varias ocasiones el aplazamiento de la fecha de la segunda vuelta para permitir que Karoui realice una campaña adecuada, la Alta Autoridad Independiente para las Elecciones (ISIE) ha rechazado esta posibilidad, dados los plazos contemplados por la Constitución.

Por su parte, Saied anunció el 5 de octubre que suspendía sus actos de campaña "por consideraciones morales" y para evitar un agravio comparativo en relación a su rival.

El arresto de Karoui ha provocado una situación sin precedentes en el panorama político tunecino y llevó al presidente interino, Mohamed Enaceur, a alertar de que el encarcelamiento del magnate podría dañar la "credibilidad" del proceso.

Estas presidenciales serán las segundas desde la caída en 2011 del régimen de Zine el Abidine ben Alí, quien falleció el 19 de septiembre en Arabia Saudí, donde vivió desde su huida del país. En las anteriores, celebradas en 2014, se impuso Beyi Caid Essebsi, cuya muerte repentina en julio provocó un adelantamiento de estos comicios.

SAIED, EL CONSERVADOR AUSTERO

Saied, un jurista de 61 años de tendencia conservadora, se ha ganado durante la campaña críticas por sus posturas sobre libertades civiles y religión, que han llevado a algunos a tildarle de "salafista".

El candidato independiente se ha mostrado a favor de la aplicación de la pena de muerte en el país --algo que no ocurre desde la aprobación de una moratoria en 1991-- y contra la igualdad entre hombres y mujeres en asuntos de herencia.

Asimismo, ha mantenido una postura contraria a la despenalización de la homosexualidad y ha subrayado en múltiples ocasiones que la 'sharia' debe regir en el país, haciendo referencia a que la Constitución contempla que "Túnez es un Estado libre, independiente y soberano, cuya religión es el Islam".

Saied, que no ha realizado prácticamente actos de campaña y ha fundamentado la misma en la difusión de sus mensajes a través de las redes sociales, ha defendido en numerosas ocasiones la necesidad de una mayor descentralización en materia institucional.

De esta forma, ha potenciado en todo momento una figura austera y crítica contra el sistema, al tiempo que ha hecho hincapié en la necesidad de luchar contra la corrupción para permitir que el país avance económicamente y mejorar las condiciones de vida de la población.

KAROUI, EL 'BERLUSCONI TUNECINO'

Por su parte, Karoui, quien ha sido descrito como 'el Berlusconi tunecino', ascendió como la espuma en los sucesivos sondeos previos a las elecciones con un mensaje centrado en los desfavorecidos y debido a las campañas de su organización caritativa.

Así, Nessma TV difundió numerosas actividades de esta organización y emitió contenidos en los que el propio Karoui aparecía entregando ayuda a personas en zonas deprimidas del país, lo que le ayudó a aumentar sus apoyos entre las clases bajas del país.

Sin embargo, su partido ha recibido recientemente otro duro golpe debido a las informaciones sobre un posible pago de un millón de dólares a una consultora canadiense, lo que podría violar las normas de financiación electoral.

Su situación de encarcelamiento ha provocado además que cuente con una menor visibilidad y la campaña de la formación en las parlamentarias estuvo liderada por su esposa, Salua Smaui, quien puso un foco especial en la pobreza y las desigualdades sociales.

Karoui, quien se ha descrito a sí mismo como un "liberal modernista", ha apostado por una "apertura total" de la economía del país y por potenciar políticas que fomenten una mayor igualdad de oportunidades en el país.

DESAFECCIÓN POPULAR

La segunda vuelta se celebrará en un contexto de desafección por parte de la población con los partidos tradicionales, tras una primera ronda en la que los candidatos de los principales partidos --incluido el primer ministro, Yusef Chahed-- recibieron un duro varapalo.

Tanto Saied como Karoui son figuras consideradas 'outsiders' en el escenario político tunecino y su presencia en la segunda vuelta fue recibida con sorpresa por los analistas tras el recuento, especialmente en el caso de Saied.

Después de la votación, el partido islamista moderado Ennahda --que fue la formación más votada en las parlamentarias celebradas el 6 de octubre-- expresó su respaldo a Saied, al que también ha mostrado su apoyo el izquierdista Echaab.

Así, Ennahda --cuyo candidato, Mustafá Mourou, quedó eliminado en la primera ronda-- ha presentando a Saied como la vía "revolucionaria" frente a la "corrupción" que, según el partido, encarna Karoui.

La formación islamista ha sido uno de los principales actores en la política tunecina desde la revolución de 2011 contra Ben Alí, por lo que su apoyo podría suponer un impulso a la candidatura del vencedor de la primera vuelta.

El descontento popular que se ha puesto de manifiesto en estos procesos electorales se ha visto marcado especialmente por las dificultades a las que hace frente Túnez para despegar económicamente desde la caída del régimen de Ben Alí.

El turismo, una de las principales fuentes de ingresos del país, sufrió una dura caída a causa de una serie de atentados en 2015, mientras que la población, especialmente en las zonas rurales, está desencantada por la falta de oportunidades laborales y de inversiones en las zonas menos desarrolladas del país.

Esta situación ha llevado a un mayor descontento con el Gobierno y una crisis de confianza en los políticos del país, algo que también se ha puesto de manifiesto en la caída de la participación en las sucesivas elecciones celebradas desde 2011.

El único ejemplo de éxito de la Primavera Árabe a la que dio comienzo, Túnez ha luchado desde entonces por sacar adelante la transición democrática, lastrada por la constante amenaza terrorista.