Actualizado 12/06/2009 19:11

Lula lleva a Brasil a desempeñar nuevo papel mundial

Por Stuart Grudgings

RIO DE JANEIRO (Reuters/EP) - Cuando un ex líder sindical radical con poca educación escolar se convirtió en presidente de Brasil en el 2003, muchos pensaron que el gigante sudamericano había metido nuevamente la pata.

Los mercados financieros de Brasil se habían desplomado el año anterior ante la perspectiva de que Luiz Inácio Lula de Silva condujera la economía del país y los expertos de Wall Street temían que lo peor estuviera por llegar.

La respuesta de Lula fue recordarle a los inversionistas, con su estilo campechano, que no todo barbudo era un "comunista".

"Ellos olvidan que Jesucristo tenía barba", dijo Lula.

Siete años después, Lula acude a una cumbre de las principales potencias emergentes la próxima semana en Rusia, con muy pocos cuestionando su papel como salvador de la economía brasileña y la inclusión del país en el concierto global.

En casa, su política económica conservadora le ganó hace tiempo el respeto de los inversionistas, mientras que sus programas sociales, que ayudaron a sacar a unos 19 millones de personas de la pobreza, han mantenido sus niveles de aprobación por encima del 80 por ciento, una tasa envidiable para muchos otros líderes.

Cinco años de auge económico impulsado por las exportaciones de materias primas, una diplomacia inteligente y el carisma personal que muestra Lula tanto en cumbres mundiales como en los barrios pobres de Río de Janeiro, han ayudado a Brasil a convertirse en un peso pesado de la diplomacia y en uno de los líderes del mundo en desarrollo.

En una entrevista con Reuters, Lula enumeró esta semana una serie de países que nunca antes habían sido visitados por un líder de Brasil desde el Siglo XIX, afirmando que el objetivo de su diplomacia activa era encontrar oportunidades para los empresarios brasileños.

"En los negocios, tenemos que encontrar nuevos socios y las oportunidades que existan. Ya hemos hecho esto durante seis años y el resultado ha sido extraordinario", dijo.

Sin el peso de grandes preocupaciones de seguridad, a diferencia de las otras potencias emergentes llamadas BRIC (Rusia, India y China), Lula, de 63 años, parece haber expandido el rol de Brasil sin hacer enemigos.

El presidente estadounidense, Barack Obama, recientemente lo describió como "mi hombre", pese a que otros países en desarrollo ven cada vez más a Brasil como representante de sus intereses ante Estados Unidos y otras naciones ricas en cumbres mundiales económicas y comerciales.

"Aprovechó todas las oportunidades que aparecían", dijo Richard Bourne, un investigador profesional del Institute of Commonwealth Studies de Londres y autor de un libro sobre Lula.

"Vino para ser visto como un jugador serio, pero no sólo él: Brasil ha llegado a ser visto como un protagonista serio", dijo.

UNA VIDA INTERESANTE

Muy atrás quedó el 2000, cuando algunos economistas y administradores de fondos decían que Lula sería desastroso para la economía, y sus adversarios advertían que su falta de escolaridad formal y sus escasos conocimientos del inglés serían la ruina para la estatura diplomática de Brasil.

La gran cuestión entonces era si Brasil transitaría el mismo camino de Argentina, que experimentaba una profunda crisis económica tras declarar una moratoria en el pago de su deuda.

Para el 2006, Brasil había pagado anticipadamente los créditos del Fondo Monetario Internacional (FMI), y esta semana ofreció prestar 10.000 millones de dólares al organismo.

Las políticas ortodoxas de Lula lo han distanciado de algunos compañeros de su izquierdista Partido de los Trabajadores (PT), pero claramente han garantizado la estabilidad económica del país.

Brasil ganó el año pasado el codiciado grado de inversor y ha evitado lo peor de la crisis financiera mundial.

Lula también ha usado su magnetismo y su cautivante historia de vida: séptimo hijo de una familia pobre y sin recursos que perdió un dedo en el torno de una fábrica y que llegó a convertirse en líder de la clase obrera brasileña.

"El problema de Brasil en el pasado siempre fue, incluso cuando tenía un buen desempeño económico, ser un país con tantas desigualdades y sin fundamentos morales para su deseo de tener algún nivel de influencia internacional", dijo Peter Hakim, presidente del foro Diálogo Interamericano de Washington.

"La elección de Lula y su capacidad de gobernar mostraron a un Brasil vibrante", agregó.

Lula ha sabido aprovechar las oportunidades, desplegando una política exterior hiperactiva que lo ha llevado a visitar 75 países y a abrir 33 embajadas, 14 de ellas en Africa, a medida que impulsa una agenda "sur-sur".

Ha encabezado esfuerzos del mundo en desarrollo para que las naciones ricas pongan fin a los subsidios agrícolas, se ha comprometido más en las negociaciones del cambio climático y ha asumido un papel preponderante en la demanda de los países en desarrollo de una mayor influencia en medio de la crisis financiera.

Compañías importantes, como la petrolera estatal Petrobras y la gigante minera Vale, han crecido bajo Lula, ayudando a extender las inversiones y la influencia brasileña en América Latina y otras regiones del mundo.

Una agenda igualmente intensa en Brasil -donde visita favelas, inaugura proyectos de obras públicas y tiene un programa semanal de radio- lo han ayudado a mantener alta su popularidad.

"Su carisma y capacidad para movilizar a los pobres ha sido destacable", dijo Kenneth Maxwell, director del Programa de Estudios Brasileños en el Centro para Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Harvard.