Actualizado 29/08/2016 10:28

Mujica: "No tenemos estatura política para la civilización que hemos desatado"

El presidente de Uruguay, José Mujica
Foto: NOTIMÉRICA/EUROPA PRESS

    MADRID, 30 May. (Notimérica - María Fernández Sánchez) -

   Un viaje por Europa que tenía como uno de los objetivos regresar a la tierra de los antepasados, el País Vasco, acercó hace unos días al expresidente de Uruguay, José Mujica a España y, ahora, el exmandatario, que acaba de visitar al Papa Francisco en El Vaticano, ha vuelto a la capital española antes de proseguir su rumbo.

   Aparentemente cansado del viaje, el exmandatario de 80 años ha acudido a Casa América en Madrid acompañado de su mujer, Lucía Topolansky, y ante centenares de personas que se habían reunido para escucharle ha querido justificarse: "No soy un académico, no lo pude ser. Me dediqué a arreglar el mundo cuando era joven. No pudo ser".

   El exguerrillero tupamaro cedió el pasado mes de marzo la presidencia de Uruguay a su compañero de partido, Tabaré Vázquez, pero no está dispuesto a dejar de reflexionar, a dejar de predicar con esos ejemplos que le han hecho ser uno de los presidentes más populares y admirados del mundo entero y que han elevado a la escena internacional a su país, una de las pocas economías que en 2009, en mitad de la crisis, experimentó un crecimiento de su PIB que durante la gestión de Mujica se ha mantenido.

   El exmandatario, muy crítico con los desmanes del capitalismo, destina la mayor parte de su sueldo a obras sociales, vive en una humilde 'chocita' de campo, conduce su destartalado coche y usa un celular antiguo. Para Mujica la clave de mantener esto es "saber que la sobriedad es un lujo para sentirse libre" y que "hay que aprender a vivir con lo necesario", aunque no siente que por haber interiorizado esta premisa sea un presidente especial: "Yo no soy ningún fenómeno, los fenómenos son los otros".

   "Vivo como me gusta vivir, como hemos vivido mi gente. No le quiero imponer a nadie mi forma de pensar, pero le quiero transmitir a la gente que si persiguen la felicidad amontonando 'guita' no la van a obtener. La felicidad es un estado emocional de conformidad con nosotros mismos",  asegura el exmandatario.

   Y con esta vida sencilla, el exguerrillero trata de simplificar un mundo de pasmosas contradicciones y en el que reina la incertidumbre. "La consecuencia de la acumulación de capital y la explosión técnico-científica de nuestra época tienen una velocidad alucinante, estableciendo una realidad que frecuentemente nos supera en la capacidad de absorberla", clarifica Mujica.

   Más allá, y aunque admite que le cuesta asumir la globalización, como sus arrugas o sus canas, sabe que hay que aceptar que existe. "Esta globalización, además, en el marco de la brutal explosión científica, choca con una realidad que es nuestra cultura: los intereses locales, nuestra tradición nacional, nuestro horizonte intelectual, creando una época que no tiene gobierno político".

   Porque para Mujica, y esta es la idea raíz de su pensamiento político y social, "no tenemos estatura política para la civilización que hemos desatado" y el hombre, que nunca antes ha tenido tantas posibilidades como ahora, tiene la obligación de construir una "política mundial". "¿O el derretimiento de enormes masas de glaciares puede pararse por la decisión de algún gobierno?", pregunta el expresidente.

   "Tenemos una civilización que no tiene gobierno y que funciona por los intereses del mercado y un cúmulo de intereses a veces contradictorios", que provoca contradicciones como que "tiramos a la basura, no menos del 30 o 40% de los alimentos que producimos" y que "tenemos perros en Europa que comen muchísimo mejor que los ciudadanos africanos".

PENSAR COMO ESPECIE.

   Pero para lograr alejarnos de las contradicciones, el presidente uruguayo cree que es esencial que el hombre "empiece a pensar como especie" y "ser la parte consciente de este plantea" y empezar a considerar que "los habitantes de África no tienen que caminar kilómetros para un par de baldes de agua" porque no son ajenos a nosotros, son "nuestros pobres, nuestros necesitados".

   Esta lógica, que el exmandatario persigue incansablemente, debe acercarnos al otro y ser una herramienta para transformar nuestro sistema económico. "Esta civilización se basa esencialmente en incrementar un consumo que muchas veces tiende al despilfarro" porque no se tiene "el coraje de aplicar un keynessianismo para los indigentes del mundo".

   "La economía mundial tiene problemas de demanda, pero de cosas útiles: de casas, de escuelas, de aguas, de medidas contra el desierto", algo que si el mercado cubriera, resultaría en que no habría que "no andar inventando un teléfono nuevo todos los meses para que las multitudes se ensarten pagando cuotas".

   Pero todo esto, asegura el exmandarario que permaneció encarcelado y privado de sus derechos básicos en su época de guerrillero, necesita de una gobernanza mundial, de una política mundial, que hoy en día no existe porque está abandonada a los mercados financieros.

LA UNIÓN LATINOAMERICANA.

   Citando al expresidente brasileño Luiz Inácio (Lula) Da Silva, Mujica ha querido remarcar los logros de los últimos años en América Latina. "Como decía Lula, '(los pobres) tienen comida asegurada por lo menos tres veces al día'. Y para los que queríamos la revolución puede no parecernos mucha cosa, pero para los que pasan hambre... Así que todo es relativo", señala el político uruguayo.

   Hablando del continente, Mujica no para de insistir en la idea de la unión latinoamericana, pero no "en esa idea bolivariana", critica, si no "en una nación todavía no constituida y que está dividida en varios países, pero que en el fondo social, cultural y tradicional es común a los latinoamercanos".

   Es la esperanza de un continente que acudió a la llamada de una Europa muy ocupada en sus asuntos y que ahora comercia con China, ante la mirada de un Estados Unidos que trata de luchar contra el gigante asiático, recuerda.

   "Hay una literatura a favor de la libertad de comercio. Hay más de 300 pactos de libre comercio y otros tantos negociándose, por lo tanto no hay ningún libre comercio en el mundo", dice Mujica provocando algunas risas entre el público. "Es absolutamente contrario al énfasis que nos impone el avance tecnológico desde la base del avance científico. Si la globalización es inevitable, necesitamos acuerdos de comercio mundial, y no de carácter local, pero no lo vamos a hacer", vaticina.

   Sin embargo, Mujica sigue persiguiendo una política mundial, a la par que una integración latinoamericana, algo de lo que ha conversado con el Papa Francisco en El Vaticano.

   "Lo considero un amigo", afirma. "Lo dice un hombre que no cree en Dios. A la Iglesia católica le tengo respeto político porque es uno de los dos ejes de la cultura latinoamericana y porque las masas del pueblo de América latina son católicas. Y sería un estúpido de ser un luchador por la unidad y el acuerdo de América latina y no tener respeto hacia la Iglesia católica, a pesar de todos sus pesares", confiesa.

   "Lo de creer o no creer es un problema que yo no tengo. Y eso que me voy arrimando al hoyo", bromea, aunque ahora sí, muy serio explica que su respeto a la religión se basa en que ha visto morir en la sala del hospital a gente y que si bien las religiones le suenan a utopía, "vaya el servicio que cumplen". Por ello, Mujica asegura que "el hombre tiene que creer en algo" y si no podemos creer en la política, "¿qué nos queda" cuestiona.

   Y ahora sí se refiere a la visita al Papa Francisco. "Y con el Papa hablé que diera una mano a los gobernantes en Latinoamérica para que construyamos la integración porque el mundo no nos va a esperar. Le dije que lo aceleremos. Y como sé que el Papa tienen un peso importante... América Latina es una patria grande hacia la cual tenemos que converger" y "sé que el Papa lo siente", añade.