Actualizado 26/09/2017 15:10

44 años después de la tragedia de los Andes, ¿qué ha sido de los 16 sobrevivientes?

   MONTEVIDEO, 13 Oct. (Notimérica) -

   Uruguay y Chile tienen marcado en sus calendarios y en sus corazones una fecha fatal acontecida hace 44 años: el 13 de octubre de 1972. Conocido popularmente como el "milagro de los Andes", este acontecimiento marcó un antes y un después en ambos países por haber sido protagonistas del acontecimiento que dejó a 27 personas desamparadas que durante 72 días lucharon por sobrevivir.

   El fatal vuelto 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya partió desde el Aeropuerto Internacional de Carrasco (Montevideo, Uruguay), con el objetivo de arribar al Aeropuerto Internacional Comodoro Arturo Merino Benítez, ubicado en Santiago, la capital de Chile.

   En este avión militar viajaban cinco tripulantes y 40 pasajeros, siendo la mayoría de los pasajeros los jugadores del equipo de rugby Old Christians, formado por los alumnos del colegio uruguayo Stella Maris, que se encontraron con un frente de inestabilidad en todo el sector de la cordillera central a su paso por la cordillera de los Andes, en Mendoza (Argentina).

   Los fuertes vientos en contra del aparato mecánico lo desaceleraron, a pesar de que supuestamente la comunicación con los controladores aéreos de Santiago de Chile era estable. Sin embargo, en lugar de encontrarse sobre el Paso del Planchón --o también denominado Paso Internacional de Vergara-- , el avión se ubicaba en San Fernando, la capital de la Provincia de Colchagua, en Chile.

   Este equívoco fue letal para las tareas de rastreo y búsqueda tras el accidente, ya que se esperaba que los supervivientes se ubicaran en el lado chileno de la frontera de ambos países, cuando era al revés. En su descenso, la nariz del avión recibió un primer golpe entre el cerro El Sosneado y el volcán Tinguiririca, seguido de dos impactos fatales en el que murieron siete personas en total.

   El sitio donde quedó el avión se sitúa en una pendiente de los Andes en la alta cuenca del río Atuel, el famoso glaciar de las Lágrimas, en el centro-oeste de Argentina. Muchos de los fallecidos quedaron comprimidos por las partes desprendidas del avión, mientras que el piloto, Julio Ferradas, murió en el mismo instante. Su copiloto, Dante Lagurara, feneció al día siguiente por congelación.

   De esta forma, de las 45 personas que volaban en dicha aeronave, 13 murieron en el accidente o poco después. Otros cuatro lo hicieron a la mañana siguiente, mientras que una pasajera llamada Susana Parrado falleció a los ocho días por las graves lesiones producidas tras el impacto.

   De esta forma, los 27 restantes tuvieron que enfrentarse a duras condiciones ambientales que rondaban los -25 y los -42 grados centígrados, además de encontrarse heridos por varios cortes y contusiones. A pesar de que no disponían de ropa de abrigo ni el calzado adecuado, los supervivientes se organizaron para aguantar las bajas temperaturas de la primavera austral.

   Para ello, la figura del estudiante de medicina Roberto Canessa fue fundamental, ya que diseñó un sistema de supervivencia con los elementos que los rodeaban: desde la fabricación de guantes con los forros de los asientos del avión a las botas con los cojines de los mismos.

   Para evitar la hipotermia, fueron fundamentales los masajes para reactivar la circulación de sus cuerpos, manteniendo un constante contacto entre ellos para conservar el calor. Aunque varios equipos de rescate estuvieron muy cerca de la zona del accidente, ninguno pudo interceptar la zona en concreto, ya que se encontraba muy por debajo de la altura por la que sobrevolaban estos helicópteros.

   De esta forma, la búsqueda se suspendió ocho días más tarde, algo que los propios sobrevivientes escucharon por una radio a pilas que llevaban a bordo. A ello se sumó la caída de un alud en la noche del 29 de octubre, en la que murieron ocho personas asfixiadas bajo la nieve, entre los que se encontraba el capitán del equipo deportivo, Marcelo Pérez.

Nando Parrado - I'm Alive from ReturnToWorkSA on Vimeo.

   El resto de personas tuvieron que convivir en un espacio más reducido aun en el interior del fuselaje. La falta de alimentos se hacía más importante con el paso de los días, además de que el lugar en el que se habían estrellado no contaba con ningún tipo de vegetación o animales de los que pudieran alimentarse.

   De esta forma, se llevó a cabo una decisión grupal en la que se estableció el método del canibalismo para evitar la muerte por inanición. Así, a mediados de noviembre se impuso la regla de no utilizar como alimento a ningún familiar cercano ni tampoco a algún fallecido de sexo femenino.

ÚLTIMOS DÍAS

   Para comienzos de diciembre de 1972, el deshielo dejó al descubierto el fuselaje de nuevo, de forma que los supervivientes vieron que la única posibilidad de ser rescatados era aprovechar la luz y el calor del sol para partir en busca de ayuda. Lo hicieron Nando Parrado, Roberto Canessa y Antonio Vizintín.

   Con la baja de este último (lesionado), los otros dos partieron más allá de los 50 kilómetros hasta llegar a un río, donde se encontraron a un campesino chileno de la zona, al que avisaron a través de un mensaje atado a una piedra de su precaria situación: "Vengo de una avión que cayó en la montañas. Soy uruguayo. Hace 10 días que estamos caminando. Tengo un amigo herido arriba. En el avión quedan 14 personas heridas. Tenemos que salir rápido de aquí y no sabemos cómo. No tenemos comida. Estamos débiles. ¿Cuándo nos van a buscar arriba. Por favor, no podemos ni caminar. ¿Dónde estamos?", decía el escrito.

   El arriero, Sergio Catalán, le lanzó un poco de pan con queso y rápidamente se dirigió al retén de Puente Negro, a cargo de los Carabineros de Chile, quienes se dirigen al sector y les brindan su ayuda. Es así como, tras el envío total de 66 aeronaves sin resultados, se solicitaron tres helicópteros Bell UH-1 y un equipo del Servicio Aéreo de Rescate (SAR), que rescataron a los sobrevivientes del accidente y los trasladaron a Santiago.

   En total, vivieron 16 personas, cinco de ellas eran jugadores del Old Christians Club, una historia que ha sido reflejada en varias producciones cinematográficas, aunque quizás la más conocida sea '¡Viven!' del año 1993, que está basada en el libro homónimo centrado en las entrevistas realizadas a los supervivientes del accidente.

LA TRAGEDIA HOY

   Las personas que pudieron sobrevivir al impacto y los 72 días siguientes fueron: José Pedro Algorta (que actualmente se dedica a la economía), Roberto Canessa (médico), Carlos Páez (empresario y agropecuario), Roberto François (empleado en las mismas tareas), Fernando Parrado (empresario), Eduardo Strauch (arquitecto), Alfredo Delgado (escritor) y Roy Harley, dedicado a la ingeniería industrial.

   Por otro lado, Gustavo Zerbino, Antonio Vizintin, Adolfo Strauch, Ramón Sabella, Álvaro Mangino, José Luis Inciarte y Daniel Fernández se han dedicado a los negocios y han participado en varios eventos recordatorios.

   En junio del pasado año 2015 falleció el primero de los sobrevivientes, Javier Methol, a los 79 años de edad, quien participó en varias charlas relacionadas con el caso y presentó una carta titulada 'Hablé con Dios' en relación al fatídico acontecimiento.

   "En la montaña yo hablé con Dios, Su amor acrecentó mi Fe en él y en los demás. Me hizo perder el miedo a la muerte enseñándome que es tan solo un paso en la vida, así cada día vivo un día más. Quien le tiene miedo, cada día vive un día menos. Me enseñó que no debo quejarme de lo que me falta, sino agradecer lo que me queda", indica su escrito.