Actualizado 20/06/2009 19:18

Activistas apuntan al ganado para proteger el Amazonas

Por Stuart Grudgings

RESERVA INDIGENA APYTEREWA, Brasil (Reuters/EP) - Un pequeño aeroplano sobrevuela un cautivante paisaje de pastizales verdes intercalados con zonas boscosas, pero Wayne Lindbergh mantiene sus ojos firmemente adheridos a su computadora portátil.

Abajo, donde un mapa en su pantalla indica que el año pasado había un bosque, el suelo pelado está marrón por las quemas recientes, otro ejemplo de la generalizada deforestación ilegal de la selva amazónica por la cual los ambientalistas responsabilizan a los ganaderos.

"Todo esto fue quemado este año", dice Lindbergh, un activista del grupo ambiental Greenpeace, con auriculares sujetos a su cabeza mientras apunta a la pantalla de su computadora portátil que muestra los últimos datos satelitales sobre deforestación.

Pronto miles de vacas estarán pastando sobre las tierras recién despejadas en el estado amazónico de Para en Brasil, sólo una pequeña parte de los 200 millones de cabezas de ganado comercial de Brasil, la más grande del mundo, que la convierte en una súper potencia de la carne.

Más de 70 millones están en la zona del Amazonas, tres por cada persona. Aquí es donde la industria ha crecido más rápidamente en los últimos años, una tendencia que según los activistas se debe a la tierra barata, la deforestación ilegal y la débil aplicación de la ley por parte del Gobierno.

Ahora, a flote por un éxito histórico en lograr que la industria de soja del país evite la deforestación, los activistas esperan usar el poder de consumo para controlar a la industria ganadera.

A puertas del debate mundial sobre clima en diciembre, los activistas se basan en evidencias para indicar que la ganadería es lejos el mayor motor de la deforestación, convirtiendo a Brasil en el cuarto emisor de carbono del mundo.

Greenpeace, que dice que el ganado amazónico es principal motor de la deforestación a nivel global, lanzó el mes pasado una campaña conectando el despeje ilegal de tierra con productos de carne vendidos por firmas en Europa y Estados Unidos.

La campaña contra los productores de soja en el 2006, que vinculó la deforestación a grandes firmas como McDonald's Corp, dio lugar a una moratoria de tres años sobre la soja para las zonas deforestadas.

DURA TAREA

Sin embargo repetir ese éxito con la industria del ganado será más difícil, dicen los activistas. La industria, hace mucho en el corazón de una amarga lucha por tierras amazónicas, es un poderoso oponente visto como estratégicamente importante por el Gobierno del presidente Luiz Inacio Lula da Silva.

Las principales compañías de procesamiento de carne- JBS, Marfrig y Bertin- se han expandido en el extranjero para convertirse en actores internacionales y en los últimos cinco años han impulsado la industrialización de la ganadería en el Amazonas.

El banco de desarrollo estatal BNDES dio financiamiento en el 2008 por un total de 4.700 millones de reales (2.380 millones de dólares) a las cuatro mayores envasadoras de carne y recientemente creó un paquete de 1.000 millones de reales (1.970 millones de dólares) para ayudarlos a atravesar la crisis financiera internacional.

Los grupos medioambientalistas afirman que eso significa que el Gobierno está financiando efectivamente la destrucción ilegal de los bosques, incluso cuando adoptó su primera meta para reducir la deforestación a la mitad en el transcurso de la próxima década.

Aseguran que los operadores de mataderos, aprovechando la confusión generalizada por la propiedad de la tierra y la limitada presencia del Estado, rara vez verifican que la carne proviene de zonas legales.

"Segregar es el rol de la industria. La industria puede exigirles a las granjas que no deforesten más", dijo Andre Muggiati, otro activista de Greenpeace.

Las firmas productoras de carne niegan cualquier vínculo con la deforestación ilegal. Bertin, en respuesta a las preguntas de Reuters, dijo que suspendería a cualquier proveedor que estuviese despejando bosques de forma ilegal.

RESPONSABILIDADES POCO CLARAS

Pero en las últimas décadas, granjeros y especuladores han operado ante la virtual ausencia de controles estatales, dejando un legado de conflicto, ilegalidad y desconfianza en el Amazonas incluso tras el ingreso de grandes compañías con accionistas extranjeros.

De vuelta en el centro del estado de Para, donde la frontera de la ganadería linda con el vasto y virgen bosque, la claridad provista por la observación desde aeronaves y datos satelitales queda rápidamente ensombrecida.

En un polvoriento asentamiento junto a río Xingu, indios de la tribu Prakana recordaron ver el año pasado a miles de vacas rodeadas y confiscadas desde el otro lado del agua, como parte de una operación gubernamental de alto perfil contra la ganadería ilegal.

Pero dicen que las invasiones de granjeros y la deforestación han seguido. Tamakware, un anciano tribal embadurnado con pigmento negro, empuñaba una flecha y realizaba un lastimero llamado a los visitantes foráneos para que le pidan al presidente Lula que saque a los granjeros.

"El Estado está ausente aquí", dijo Francisco Pinto, un funcionario de Gobierno de la agencia de asuntos indígenas que vive con la tribu.

Al día siguiente del vuelo, el supervisor ranchero Elcimar Alves de Oliveira se encontraba en un granero de la granja Itacaiunas y desplegó un mapa que mostraba una franja de tierra donde él y un equipo de 12 vaqueros crían unas 17.000 cabezas de ganado.

El análisis de Greenpeace sobre la reciente deforestación halló que 1.500 hectáreas habían sido despejadas en el 2008, dejando aproximadamente 30 por ciento de la tierra de labranza como bosque intacto.

"No nos llevamos nada de madera de aquí, ni siquiera para postes de cercos", dijo De Oliveira, un enjuto hombre de 45 años con un espeso bigote.

Aunque solo esté a una hora de auto de la oficina más próxima de la agencia ambiental, Greenpeace dice que la granja nunca ha sido multada aunque la agencia cuenta con los mismos datos satelitales usados por el grupo ambiental.

Por ley, se supone que los rancheros deben mantener 80 por ciento de sus tierras como reserva forestal, pero incluso ellos reconocen que esto rara vez se respeta. Muggiati dijo que 10 por ciento de bosque estaba por encima del promedio, algo que pareció confirmarse con las vastas extensiones de pastizales que se ven desde el cielo.

Si bien los conservacionistas dicen que los rancheros y los envasadores de carne que compran su ganado son los mayores motores de la deforestación, los granjeros a menudo culpan a los campesinos sin tierra que aceptan terrenos del Gobierno y luego las venden de forma ilegal.

"El Gobierno está mudando las villas de la ciudad al campo", dijo James de Senna Simpson, director financiero del sindicato de productores rurales de Maraba, una ciudad que funciona como un polo granjero en Para.

No obstante, él también cuestionó si los grupos extranjeros y ambientales, a quienes se refirió como "ecolocos", tenían el derecho de decirles a los granjeros brasileros que dejaran de cortar árboles.

"¿Cuánto nos pagará el mundo para dejar de talar árboles? Ellos tendrán que pagar", declaró Simpson, un descendiente de inmigrantes escoceses.

(1 dólar = 1,971 reales)