Actualizado 20/09/2016 09:59

Una argentina, la primera persona del mundo condenada por sus huellas dactilares

Huella
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   BUENOS AIRES, 20 Sep. (Notimérica) -

   Corría el año 1892 y Argentina era aún un país en formación cuando sucedió un hecho que cambiaría la forma de averiguación y esclarecimiento de los crímenes.

   Fue el 29 de junio de ese año cuando dos niños, de 4 y 6 años, fueron encontrados degollados en un rancho de Necochea junto a su madre, también con un corte en el cuello, quien en un primer momento aparecía como la sobreviviente de un cruel ataque.

   El caso de Francisca Rojas --madre de los niños asesinados-- fue emblemático en aquella Argentina que quería convertirse en potencia mundial. Más aún porque el esclarecimiento de este suceso llegó de la mano de un invento local, un sistema de identificación dactiloscópica que estaba desarrollando en La Plata el antropólogo croata Juan Vucetich, que supuso que esta argentina se convirtiera en la primera persona en el mundo en ser condenada por sus huellas digitales.

   En el momento en el que Rojas recuperó el conocimiento, no tardó en acusar a su amigo y vecino Ramón Velázquez, que según la madre la cortejaba. De acuerdo con su versión de los hechos, el sospechoso intentó abusar de ella y entonces la atacó con una pala junto a sus hijos. En su furia, Rojas gritaba que, antes de cortarle el cuello, Velázquez le había dado una paliza. Pero en su cuerpo no había rastros de golpes.

   Por consiguiente, Velázquez, quien aseguraba ser inocente, fue detenido por la Policía y llevado a un calabozo. Según se denunciaría después, sometido a interminables y crueles torturas para que confesara.

   Sin embargo, el inspector de Policía Eduardo Álvarez, sospechaba de la madre y desconfiaba de su relato del crimen. En aquel momento hizo algo que pasaría a la historia de la criminología: Álvarez cortó un pedazo de una puerta de la casa de Rojas donde había quedado la marca de una mano ensangrentada. El inspector quería probar el sistema de huellas de Vucetich.

   Después de las comprobaciones, el sistema confirmó que las huellas de la puerta no correspondían a Velázquez sino a Rojas. Finalmente, tras la confesión de la madre del doble crimen ésta comentó que prefería matar a sus hijos antes que dárselos a su marido.

   Rojas fue condenada el 20 de septiembre de 1894 en Dolores, Argentina, a sufrir la pena de penitenciaría por tiempo indeterminado a causa de un delito de doble homicidio.