Actualizado 30/01/2016 12:34

De la cárcel a Tokio, Nueva York o París: así nació y creció el 'Prison Art'

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   MÉXICO DF, 30 Ene. (Notimérica) -

   Entrar en prisión puede cambiar la vida de una persona. Sobre todo si se trata de un inocente que ha ingresado de manera injusta. Es el ejemplo de Jorge Cueto, detenido en 2012 por fraude. Pero este ex presidiario supo darle un giro positivo a su situación y, privado de libertad, comenzó con un proyecto que a día de hoy ha convertido en negocio.

   Según relata Cueto para 'Animal Político', todo comenzó en 2007 cuando un cliente denunció por fraude a la empresa de la que era director de área. Tras una serie de "triquiñuelas legales" y actos de "corrupción", la Justicia de Jalisco (México) dio orden de aprehensión contra él y otros empleados.

   "Yo llevaba dos años fuera de la empresa cuando se giraron las órdenes y no sabía qué estaba pasando. Y claro, por eso era el único imbécil que no estaba amparado y me detienen en junio de 2012", continúa.

   Tras su detención, ingresó en el penal Puente Grande en Jalisco, un complejo de prisiones de cinco módulos que encierra a 12.000 reos donde no hay camas ni cobijas y donde el hacinamiento, la falta de higiene y la corrupción conviven día a día con los presidiarios.

   Los mismos que además sufren una fuerte falta de oportunidades laborales para poder sobrevivir entre rejas y donde las pocas que hay están mal remuneradas. "Estamos hablando de puestos muy contados y con unos ingresos de 20 ó 30 pesos a la semana" (1,07 ó 1,61 dólares), explica.

   Uno de los trabajos más comunes en prisión son los artesanales. "Veía que la gente tiene mucha necesidad de trabajar, de ayudar a sus familias que están afuera del penal. Entonces, pensé 'bueno, y esta gente qué más puede hacer para ganarse la vida aquí adentro'", respuesta que encontró en un estudio de tatuaje de Puente Grande.

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EL 'RENACER' DE CUETO

   Y entre tatuajes y artesanía, comenzó su nuevo proyecto. La idea: en lugar de utilizar la piel como escaparate del dibujo, usar un pedazo de cuero para hacerse una bolsa personalizada. Dicho y hecho.

   Tras comprar el cuero a otro preso, le pidió al tatuador que dibujara un Ave Fénix, "algo muy simbólico", subraya. Por último, otro artesano se encargó de trenzar el cuero hasta darle forma de bolsa en donde guardaba algunos objetos personales.

   Cueto comenzó a ganar fama dentro del penal y las ofertas de trabajo se le empezaron a acumular. "Cuando me junté con tres o cuatro bolsas, todos estaban bien contentos conmigo. El que me hacía los tatuajes, el que vendía la piel y el que armaba la bolsa, todos me pedían más trabajo y así se empezó a hacer una microeconomía".

   Una microeconomía que daba trabajo a "40 presos, entre tatuadores, armadores, y artesanos". Meses después --y para preocupación de sus trabajadores-- la justicia de Jalisco revocaba su decisión y confirmaba su inocencia.

   "En ese momento me comprometí con ellos a que este trabajo tuviera forma y a que perdurara", asegura el empresario. Un mes después de su puesta en libertad y con ayuda de la Universidad Iberoamericana, creó la fundación 'Proyecto de Arte Carcelario' y la marca registrada 'Prison Art'.

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EL FÉNIX EN TODA SU ESPLENDOR

   La pesadilla carcelaria se convertía en sueño empresario hecho realidad y, tras elaborar nuevos diseños --había cuatro modelos de bolsa iniciales--, abrió la primera tienda en San Miguel de Allende, en el estado mexicano de Guanajuato.

   El negocio del 'Prison Art' caló bien entre la clientela canadiense y estadounidense y, posteriormente, abrió más locales en Playa del Carmen, en el aeropuerto de Cancún, en Quintana Roo y en el centro histórico de la Ciudad de México.

   Lo que comenzó con una idea que dio trabajo a cuatro reos, hoy da trabajo a 219 presos de diferentes reclusorios del país, a los que Cueto asegura que se les paga en función de un "comercio justo".

   "Nosotros no queremos que sea un trabajo como el de la cárcel (...). Les pagas una miseria y los tienes trabajando a destajo de lunes a domingo. Lo que queremos es que los chavos ganen bien. Por eso nuestras bolsas son caras, pero un chavo nuestro gana 6.000 pesos (322,7 dólares) con posibilidad de más. Incluso, hay encargados que se meten hasta 11.000 pesos al mes (591,62 dólares)".

   Para formar parte del próspero negocio, Cueto fijó dos condiciones. Una era ir a charlas de Alcohólicos Anónimos. La otra, que parte del dinero que ingrese el presidiario lo destine a su familia.

   "Después de cuatro años en la cárcel, cuando el reo sale ya la esposa no lo está esperando, los hijos se fueron, y si tenía un patrimonio probablemente lo habrá perdido. Y todo esto, sumado a que no encontrará trabajo por tener antecedentes penales, lo obliga a caer en lo mismo por lo que estuvo en prisión. Por eso el objetivo es que con ese dinero el prisionero mantenga su estructura familiar".

   El empresario se muestra optimista con su nuevo negocio y piensa que pronto se seguirán expandiendo. Por ahora, están próximos a abrir una nueva tienda en la Ciudad de México, y planean abrir paulatinamente "otras 12 ó 14" repartidas por ciudades como Nueva York, Las Vegas, Madrid, Barcelona, París, Londres o Tokio.

   "En definitiva, queremos demostrar que si le dan el espacio a un grupo marginado, la capacitación, el tiempo y un salario justo, pueden hacer cosas de la calidad de Louis Vuitton o Dolce & Gabbana sin problema", concluye.

   Como aliciente, comprando una bolsa de 'Prison Art' "ayudas al programa de reinserción social" y parte de lo obtenido "va para el artesano que trabajó la piel y el tatuador que hizo el dibujo".

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