Actualizado 06/09/2018 12:49

La entrañable historia del "consulado" de Bolivia en Madrid

María Rosa y Teo
NOTIMÉRICA
        

   MADRID, 20 Feb. (Notimérica)

   Decía Mark Twain que los dos días más importantes de tu vida son el día que naces y el día que descubres el porqué. Que todos vivimos en una especie de inercia que cobra sentido cuando descubrimos qué es aquello que nos hace felices y podemos por fin dedicarnos a ello. Para María Rosa (76) y para Teo (70) no fue exactamente así, sino que casi sin darse cuenta entendieron que ellos habían venido a este mundo para convertirse en los anfitriones perfectos de todas las bolivianas -y algunos bolivianos-- que decidieron emigrar a Madrid. Ambos se convirtieron, hace unos 23 años, en una suerte de padrinos de excepción para toda esta comunidad. 

   En el séptimo piso del número 73 de la calle Pintor Rosales de Madrid, con unas vistas envidiables al Parque del Oeste, este matrimonio ha convertido su casa de toda la vida en un santuario boliviano. A las diez de la mañana, Teo abre la puerta con su batín verde y una enorme sonrisa muy similar a la de su mujer. Su casa es un museo en el que perderse durante muchas horas, imaginando que detrás de cada figurita, cada diploma o cada fotografía hay cientos de historias; pero uno tarda muy poco en comprender que lo que ahora recuerdan entre risas les supuso también mucho trabajo, algunos disgustos y cientos de horas de esfuerzo tratando de ayudar a cada persona hasta el punto de dedicar su vida completamente a ellas.

maría rosa y teo

   No pudieron tener hijos, así que comenzaron a plantearse otras posibilidades entre las que barajaron la adopción, pero ya eran mayores y el acceso a la información tampoco era el mismo hace veinticinco años que ahora. Terminaron decantándose por el apadrinamiento, aunque con dos condiciones. La primera era que los niños hablasen español y la segunda que querían tener un contacto real con ellos más allá del pago de una cuota mensual. Con estos requisitos acudieron a los Salesianos, una orden religiosa que desde su central en Madrid gestiona el Hogar María Auxiliadora de Cochabamba (Bolivia). "Y así empezó todo, pero fue Bolivia como podía haber sido Perú", relata Teo a Notimérica. Apadrinaron a dos hermanos, chico y chica, que fueron sus ahijados desde los cinco años hasta que alcanzaron la mayoría de edad. Después de ellos, a otras dos chicas a las que visitan en cada uno de sus viajes a Cochabamba, situada en el centro del país andino.

maría rosa y teo

   Pero la relación con Bolivia va mucho más allá para este matrimonio que se conoció hace treinta y cuatro años en un crucero por el Mediterráneo. Poco después del primer apadrinamiento, cuando esta comunidad apenas emigraba a España, a la parroquia de los Salesianos llegó una joven de 18 años que trabajaba como interna cuidando a una mujer mayor y "estaba muy sola", cuenta María Rosa a Notimérica. Ellos la acogieron en casa y comenzaron a investigar acerca de la escasa comunidad boliviana que había en Madrid para saber por dónde se movía con el fin de acercar a la joven a su gente y sus costumbres. Cuentan de ella que sus únicas amigas eran las palomas, pues los domingos, en su día de descanso, iba al parque a darles de comer.

   Poco a poco esta comunidad, en su mayoría mujeres, comenzó a emigrar a España, ocupando el puesto de internas que empezaban a dejar libre las ecuatorianas, que ya llevaban cuatro o cinco años en España y preferían vivir en casas que ya no eran las de sus señores. Empezó entonces a correrse la voz de que los domingos se celebraban reuniones de bolivianos cerca de Moncloa y ese piso en Pintor Rosales se fue convirtiendo en una especie de consulado paralelo en el que cada persona nueva que llegaba era informada de los lugares a los que podía acudir a buscar trabajo, de dónde se concentraba el resto de compatriotas, se les explicaba cómo moverse por Madrid en transporte público y se les daba una hoja con palabras y términos en 'boliviano' y en 'español'. Desde entonces han sido miles de personas las que han pasado por esa casa, que siempre ha tenido las puertas abiertas para todas ellas y que ni Teo ni María Rosa se plantean cerrar nunca.

maría rosa y teo

maría rosa y teo

   Los domingos todo estaba listo para la hora de comer. A primera hora de la mañana, tres o cuatro mujeres acudían a preparar la comida para los casi ochenta bolivianos que se juntaban a comer en ese salón. Con un saco de patatas, diez kilos de arroz y otros diez de carne que compraban los anfitriones semanalmente solía ser suficiente. Aprovechaban para llamar por Skype a sus familias y también de esas reuniones, cuentan, salieron varios matrimonios. En muchos de ellos María Rosa y Teo han sido los padrinos, que pese a no haber tenido hijos, ahora dicen tener cientos. "Incluso varios nietos", dice ella, que esa misma tarde tenía que acudir al colegio de uno de sus nietos postizos porque se celebraba el Día del Abuelo.

   Recuerda que ha "colocado" a más de trescientas chicas, pero siempre con la misma condición: si se enteraban de que alguien estaba buscando asistente, debían decírselo para que ella pudiese ofrecer trabajo a una nueva. Nunca ha cobrado nada, dice que siempre ha preferido irse a la cama con la conciencia tranquila y dormir en paz. Teo, por su parte, ha perdido la cuenta de las veces que ha ido al aeropuerto a recoger a primas o amigas de otras mujeres que ya estaban en España, siempre con un cartel con su nombre y la bandera de Bolivia. Las recogía y las llevaba a los hoteles que las agencias de colocación en Bolivia les habían reservado para pasar al menos las primeras noches. "Muchas veces las estafaban y había que buscar soluciones a las tantas de la mañana", lamenta.

EL TEATRO, PILAR CLAVE

   Durante más de diez años María Rosa fue secretaria de Jaime Salóm, de quien el escritor francés André Camp dijo que era "el autor español más interesante y completo de la segunda mitad del siglo XX". Siempre fue una apasionada del teatro y actuó cada mes durante varias décadas en el Círculo Catalán en Madrid.

   Fruto de aquella pasión nació 'Una Khantuta en Madrid' el grupo de teatro que formó para interpretar obras cuyos personajes fuesen a partes iguales hispano-bolivianos. La khantuta, explica, es una flor muy típica en Bolivia porque tiene los tres colores de la bandera. Era un modo más de unir ambas nacionalidades, así como una vía nueva para que las dos se relacionasen. Más de diez obras después, siguen estrenando cada año el día 12 de octubre, fiesta de la Hispanidad. Su marido cuenta orgulloso que en estas representaciones ha sabido mezclar "a la perfección" el folklore y las costumbres bolivianas con las españolas.

UN MADRILEÑO, EL MEJOR EMBAJADOR DEL CRISTO DE LA CONCORDIA

    En Cochabamba, sobre el cerro de San Pedro, se encuentra el Cristo de la Concordia. Con sus 34 metros, es la segunda representación de Jesucristo más alta del mundo, solo superada por los 36 de la estatua de Cristo Rey de Swiebodzin, en Polonia, y cuatro metros más grande que el famoso Cristo Redentor de Río de Janeiro. Las vistas desde arriba son "espectaculares": se ve todo Cochabamba, la laguna Alalay, los montes del Tunari y atardeceres increíbles, relata Teo. Con semejante tesoro, le ponía de mal humor que se le sacase tan poco partido. Llevaba varios años obsesionado con que debía promocionarse más porque la promoción turística del Cristo sería buena tanto para la provincia como para el país, así que hace dos años puso en marcha la 'Subida al Cristo de la Concordia', una carrera popular que aspira a que algún día compita en fama con la maratón de Nueva York.

maría rosa y teo

    Por el momento ya se han celebrado dos ediciones y, aunque los premios en metálico los paga Teo de su bolsillo, ya cuentan con empresas patrocinadoras y el apoyo de la municipalidad. "¿Por qué vamos a depender de acontecimientos extranjeros como el Dakar para que la gente venga a Cochabamba si podemos tener nuestro propio evento?", se pregunta tras explicar que en los dos últimos años han contado con cerca de 800 participantes, pero que si desean que sea un evento masivo es imprescindible que se arreglen los accesos y se mejoren las instalaciones, que a día de hoy están "muy descuidadas".

    Este espontáneo embajador de Bolivia quiere hacer de la suya una carrera reconocida a nivel internacional, por lo que le hizo tanta ilusión que el último ganador fuese un peruano como ver que entre los participantes se encontraba un hombre "muy rubio y muy alto" de Míchigan. Tiene una esperanza, y es que este año se celebra en Cochabamba la XI edición de los Juegos Suramericanos, por lo que con suerte sus súplicas se harán realidad y el Cristo se acondicionará para que pueda albergar no solo su carrera, sino también conciertos o fiestas gastronómicas. "Este tesoro no puede quedarse oculto", repite.

    María Rosa y Teo ya no hacen reuniones los domingos en su casa porque la mayoría de sus antiguos invitados ya tienen familias y amigos aquí, pero ambos siguen con el mismo nivel de implicación. Teo sigue convencido de que hará de la subida al Cristo de la Concordia algo grande y María Rosa sigue acudiendo casi a diario a alguna de las fiestas, cumpleaños o eventos que su enorme familia celebra en Madrid. Bolivia cambió sus vidas y seguirán al pie del cañón hasta que el cuerpo les aguante. Se ríen cuando se les pregunta por una jubilación más relajada y María Rosa lo tiene claro: "El día que me encuentren parada será porque a continuación me enterrarán".