Actualizado 03/01/2017 14:33

Firma Invitada | La reconquista inventada

La rendición de Granada
LA RENDICIÓN DE GRANADA, FRANCISCO PRADILLA

   Por Gonzalo Andrés García Fernández, investigador en el área de historia del Instituto Universitario de Investigación en Estudios Latinoamericanos (IELAT) y representante de estudiantes.

   MADRID, 3 Ene. (Notimérica) -

   El pasado dos de enero de 2017 la ciudad de Granada conmemoraba que hace 525 años el Reino Nazarí de Granada era "Reconquistado" por los Reyes Católicos. En el acto se pudieron ver una serie de elementos fundamentalmente militares (desfile de la Legión) e icónicos, intentando recrear un hito histórico cargado de simbolismo bélico.

   El famoso cuadro de Francisco Pradilla y Ortiz nombrado "La rendición de Granada", que fue incluso recreado en la popular serie de televisión española "Isabel", sin duda es indicado para poder analizar dos cuestiones que giran en torno a nuestro tema a tratar. El primero sería el de "la Reconquista", aunque para llegar hasta él debemos comentar brevemente el cuadro que mencionábamos antes, pintado a finales del siglo XIX (obra acabada en el año 1882). La segunda cuestión que analizaremos tiene forma de pregunta ¿Qué finalidad tiene celebrar dicho acto en pleno siglo XXI? ¿Estamos ante una verdad histórica? La respuesta corta es no. No estamos ante una verdad histórica. Se trata de una invención, parte de una construcción narrativa, de un metarelato que cobra vida con la maduración de los Estados nacionales decimonónicos. En palabras del historiador Tomás Pérez Vejo, hablaríamos de "la historia de la invención de una nación", detalles que podemos encontrar si leemos su obra "España Imaginada".

   La Reconquista sin duda evoca reticencias, sobre todo en lo étnico-cultural ya que hablamos de la ocupación de un territorio como Granada, donde convivían más de una cultura. Lo que más nos choca hoy en día sin duda sea esa conmemoración a la negación de lo diferente, de lo "musulmán" dirían muchos, repleto de simbolismo militar. No estamos ante una conmemoración cultural, si no ante un ejercicio de evocación de un supuesto recuerdo común, de una victoria militar de la cual debemos sentirnos orgullosos. Pues bien, la Reconquista es justamente esto: la recuperación de lo perdido, la conquista de los territorios que pertenecían por derecho a los pueblos visigodos que allí habitaban (que por supuesto, eran "españoles"). El proceso de Reconquista, que aún se estudia en las escuelas, es una interpretación, un ejercicio de subjetivación histórica dónde existen unos invasores (los musulmanes o "moros") y unos residentes expulsados (Reinos visigodos). El ejercicio dicotómico entre lo musulmán y lo cristiano está presente en esta interpretación de este proceso histórico. Es la victoria de los valores cristiano-occidentales ante lo musulmán, que es interpretado como una amenaza que roba unas tierras que no les pertenecían. ¿Quién es el que dice a quién pertenecen unas tierras en el siglo VII o XV? La respuesta es clara: el ejercicio de la violencia. ¿Hoy? Puede que no hayamos cambiado mucho en este sentido.

   Ahora bien, ¿Por qué el cuadro de Francisco de Pradilla? En él podemos ver la culminación de lo que se denominó la Reconquista. Los Reyes Católicos (Isabel y Fernando) sometiendo el último bastión musulmán que simbolizaría valores no compatibles con los pueblos de la corona de Castilla y Aragón. El cuadro de Pradilla es parte de una intencionalidad estatal que se desarrolla fundamentalmente en el siglo XIX: la pintura histórica. Dicha intencionalidad era parte de dos grandes propósitos: el primero tendría que ver con la justificación de la nación española (es en este momento donde se empiezan a redactar los manuales de historias generales de las naciones, en este caso de España), y el segundo con una representación visual de una historia nacional y por lo tanto común en todo el territorio nacional. "La rendición de Granada" es uno de las muchas obras pictóricas que el Estado español mando a fabricar a diversos artistas para representar una idea visual de lo que fue España en otros siglos. A modo de ejemplo, este ejercicio lo podemos ver en momentos aún más pretéritos con "El último día de Numancia" de Alejo Vera y Estaca o en "La Rendición de Bailén" de José Casado del Alisal que representa no solo la primera victoria de las tropas españolas ante el ejército francés sino el surgimiento de un Estado-nación. Son algunos ejemplos de muchos otros. Ejemplos de esfuerzos por construir un relato, una invención histórica que pudiera crear identidad nacional en la nueva ciudadanía de aquella España decimonónica que nacía como Estado, pero que buscaba sus orígenes en un pasado común que no existía.

   ¿Cuál es la finalidad de todo esto en pleno siglo XXI? Sin duda en el siglo XIX el sentido era claro: formar ciudadanos conscientes de la existencia de una nación común y, por lo tanto, leales a ella. Cabe mencionar que todo lo explicado hasta ahora no es un fenómeno únicamente español, sino que se repite en el resto de Europa y en América. El relato que se reproduce en el continente americano lo veremos con las guerras independencias, de cómo son liberados de un sistema que les oprimía supuestamente a todos por igual. Tanto las independencias en América en el siglo XIX como la Toma de Granada del 2 de enero de 1492 por los Reyes Católicos son marcadas como hitos nacional-identitarios homogeneizadores, por lo que no pueden ser compartidos con otros individuos de otras nacionalidades.

   Parece evidente que un mundo entendido en código nacional o estudiado a través de historias nacionales es incapaz de relacionar armónicamente nuestras sociedades. Debemos superar este tipo de ficción histórica ya que, si bien pertenece al pasado, nos hace más ardua la tarea de entendernos entre colectivos sociales diferenciados. Las sociedades del siglo XXI son diversas, plurales y se encuentran constante movimiento. No podemos seguir relatando historias que cuentan como "unos" recuperan lo que no es de "otros". Es la negación del diferente, algo que no podemos seguir permitiéndonos ni en nuestras escuelas ni en nuestras plazas.