Publicado 20/05/2016 18:20

"Ingresé a las FARC siendo niño y acabé siendo victimario"

Reclutamiento infantil en las FARC
COLPRENSA


BOGOTÁ, 20 May. (Notimérica) -

"No importa si eres hombre o mujer, niño o grande. Cuando entras a la guerrilla tienes que asumir unas reglas, unas condiciones, y son las mismas para todos". Así comienza una de las muchas historias que muchos ciudadanos colombianos, por desgracia, poseen.

Alias 'Juan' --oculta su verdadero nombre-- sabe de lo que habla. No había cumplido los 14 años cuando, tras dos meses de entrenamiento, recibió como 'premio' un fusil 762 que lo acompañó durante los cinco años que permaneció enlistado en las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), la única "autoridad" que conocía en la vereda donde vivía con su madre y su hermana y a que se le había ofrecido a hacerle mandados desde dos años antes.

"Tienes que empezar a cargar un equipo, a descargar una economía, a marchar hacia dónde se tenga que ir y no hay ventajas por ser menor de edad... Si entras a los diez y a los doce ya peleas como un grande, entras a combatir común y corriente", relata 'Juan' según recoge el diario colombiano 'El País'.

Este joven denomina esta época como de "rebeldía", pero también de comenzar a darse cuenta que en su entorno había muchos problemas y a creer "equivocadamente" que yéndose al monte iba a solucionarlos.

Pero un año fue suficiente para entender que la guerrilla no ayudaba a su pueblo, sino que le causaba graves daños a la sociedad y que esa madre de la que nunca se despidió, pero que incluso así se arriesgó a adentrarse en manigua para intentar rescatarlo, era lo más importante que había tenido en su vida.

La decisión entonces ya estaba tomada. Sin embargo, los muchos adolescentes y adultos que vería morir en el intento de desertar le confirmarían que la estrategia a planear tendría que ser muy buena para lograr resucitar a una vida lejos de la guerra.

Ahora, 'Juan' siente mucho dolor. Uno de los momentos que pasó y por el cual aún llora fue el momento en el que aquel "compañerito de unos trece añitos que en una de las peleas fuertes que tuvimos, desafortunadamente cayó en combate, y tuvimos que arrastrarlo... Fue demasiado fuerte".

Como un homenaje no pronunciado, ya siendo adulto convenció a dos chicos de que huyeran con él. Pero esa historia, la de ellos, tampoco tendría final feliz.

Recurriendo a la estrategia militar tan bien aprendida, aprovecharon una jornada de castigo para dejar los fusiles en una caleta, y caminar dos días hacia la libertad. Se escondieron en el monte nocturno para evadir al comando guerrillero que los perseguía, pero apenas llegaron, sus compañeros decidieron regresar. "A los quince días les dieron fusilamiento".

Y como respuesta, tras confesar su arrepentimiento por haberse sumado a la violencia nacional, dice una verdad de desmovilizado: "Nosotros somos personas de guerra, cuando llegamos acá lo único que sabemos es armar y desarmar fusiles, disparar y estrategias militares, de ahí en adelante no sabemos nada, y esa barrera atemoriza mucho".

Sin embargo, su verdadera misión ya estaba escrita. Ahora visita las escuelas de Cali contándoles a niños y adolescentes que la absurda guerra no pasa solo en el campo y que no es justo que en ella se sigan ahogando historias infantiles.

"Son muchos, sobre todo si hablamos de esos chicos que llevan quince, veinte años allá y que perdieron todos sus derechos, como me pasó a mí, que ingresé siendo niño y pasé a ser victimario. No son 21 sino miles de hombres y mujeres que han perdido su niñez y su juventud allá", dice después de darle gracias al Creador por el acuerdo anunciado el domingo para sacar a los menores de las filas de las FARC.