Actualizado 23/02/2018 08:44

'El Salado', la historia paramilitar más sangrienta de Colombia

Masacre
COLPRENSA

   BOGOTÁ, 22 Feb. (Notimérica) -

   Entre el 16 y el 21 de febrero de 2000 Colombia vivió posiblemente su historia más sangrienta. Alrededor de 500 paramilitares entraron al pueblo El Salado, en el departamento de Bolívar, y transformaron el campo de fútbol en el escenario de ejecuciones, violaciones y vejaciones de todo tipo a la población civil.

   18 años han pasado desde que los milicianos de extrema derecha de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) perpetuaran una matanza que se cobró alrededor de 60 --según las cifras más conservadoras-- y 100 vidas en cuatro días.

   En diciembre de 1999 un helicóptero se paseó por el cielo de El Salado arrojando panfletos, en los cuales decían: "Cómanse las gallinas y los carneros y gocen todo lo que puedan este año porque no van a disfrutar más".

   El pueblo, situado en medio de una llanura relativamente cercana al mar Caribe, gozaba de una cierta prosperidad debido a su industria tabacalera y sus actividades ganaderas. Sin embargo, nadie podía prever que al inicio del tercer milenio verían cadáveres apilados descomponiéndose al sol.

   El 16 de febrero del 2000 paramilitares, exmilitares y militares de las AUC con sus bayonetas, granadas y fusiles activos rodearon El Salado para evitar que la población escapara. Alrededor de 500 hombres armados irrumpieron al pueblo con la orden de atemorizar a la población.

   Expulsaron a todas las personas de sus viviendas y las obligaron a reunirse en la plaza del pueblo, frente a la iglesia. Con el sonido de las gaitas y los tambores, los paramilitares dieron inicio al que se convertiría en uno de los asesinatos masivos más grandes del siglo XXI en Colombia.

   La población tuvo que asistir a un espectáculo atroz. Según los testimonios de los supervivientes, hubo desmembramientos, asfixias, disparos a sangre fría. Una vez muertos los hombres, las mujeres acusadas de mantener relaciones con integrantes de la extinta guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) fueron arrastradas de los pelos y atadas a los árboles para violarlas y golpearlas.

   Este sangriento hecho lo repitieron día a día durante una semana; mientras tanto, los familiares de quienes se encontraban en el pueblo se aglomeraron en la carretera preocupados por lo que ocurría ahí, pero, el ejército les prohibió el paso, ni siquiera la Cruz Roja Internacional pudo pasar.

   Los pobladores emprendieron un éxodo a partir del 22 de febrero, una vez que los paramilitares se retiraron con amenazas de posibles consecuencias.

   Unas 400 familias regresaron a lo largo de los años, otras tantas se esparcieron por el departamento y algunas llegaron hasta Cartagena. De la prosperidad industrial de aquellos años poco queda actualmente.