Actualizado 18/10/2015 09:00

"El medio ambiente es la última prioridad del Gobierno de Dilma"

   RIO DE JANEIRO, 18 (Notimérica)

   Asensio Rodríguez, cordobés de nacimiento, es el primer español en ponerse al frente de Greenpeace Brasil. Tras su paso por las delegaciones en España, Argentina, Chile y Colombia desde hace algo más de un año lidera el trabajo de Greenpeace en el gigante suramericano, que se centra, sobre todo, en levantar la voz para proteger su principal joya natural, la Amazonía, aunque también en impulsar el uso de las energías limpias o en subrayar los desafíos que tienen por delante las grandes megalópolis urbanas.

   Notimérica (N): Las campañas contra la deforestación de la Amazonía son el pilar principal de Greenpeace Brasil. El Gobierno dice que la tala ilegal ha caído mucho en la última década, pero otras fuentes, como Iamazon, apuntan que ha habido un repunte del 215%. ¿Cuál es la situación real?

   Asensio Rodríguez (A.R.): Es un verdadero baile de cifras, según datos oficiales de 2013 a 2014 hubo una pequeña variación, pero otros sistemas de monitorización, como DETER, dicen lo contrario, que de agosto de 2014 a julio 2015 se ha disparado en un 70%. Pero es verdad que la deforestación en el Amazonas se ha reducido sin duda.

   Cuando Greenpeace empezó a trabajar las cifras eran una locura. Pero sigue siendo una cantidad enorme y no solo en el Amazonas, también en otros biomas (el cerrado, la pampa, la mata atlántica). Solo teniendo en cuenta las cifras del último año en el Amazonas se han perdido aproximadamente 5000 km2 por año de media en los últimos tres años y en el cerrado [el paisaje que antecede a la selva amazónica] 6.500, según datos oficiales. Si solo tenemos en cuenta esos dos biomas hablamos de casi 12000 km2 por año, ¡la mitad del estado de Sergipe!

   N: En los años 90 y hasta principios de los 2000 las tasas de deforestación eran altísimas. ¿Cómo se ha conseguido reducirlas?

   A.R: Hay un poco de todo, pero partíamos de una época en la que ni siquiera había constancia oficial. Ha habido avances en la sociedad civil brasileña, se aprobó el Código Forestal, que tiene muchos fallos, pero que consiguió parar algo de deforestación. Y la creación de áreas de protección, que es el instrumento que mejor conserva el bosque. También hay una mayor conciencia social sobre el origen de las maderas. Ya no se compra madera ilegal como se compraba antiguamente.

   N: Hace unos años Greenpeace entregó a la senadora Kátia Abreu una simbólica 'Motosierra de Oro' y fue nombrada 'Miss Deforestación' por su papel en defensa de los intereses de la poderosa industria agropecuaria. Ahora es la ministra de Agricultura, nombrada por Dilma Rousseff. ¿Cómo ven que se la haya 'premiado' de esta manera?

   A.R: El nombramiento es una señal de la importancia que da el Gobierno de Dilma a la protección del medio ambiente. Es la última prioridad. Abreu fue una de las principales representantes de la bancada ruralista en el Congreso, la cabeza visible que más luchó para abrir resquicios en el Código Forestal para poder seguir deforestando ilegalmente y evitar que se replantara bosque. También estaba en contra de la demarcación de tierras indígenas y a favor de la PEC 215, para que la demarcación fuera responsabilidad exclusiva del Congreso Nacional.

   N: De cara a la próxima Cumbre del Clima en París en diciembre el Gobierno de Rousseff está anunciando varios compromisos, como acabar con la deforestación en 2030 y replantar 120.000 km2 de bosque. ¿Es posible todo eso?

   A.R: Las propuestas para París no solo son débiles, sino surrealistas. Dilma tan solo se está comprometiendo a cumplir la ley ¡pero en 2030! Estamos convencidos de que puede hacerse antes. No solo es posible, es necesario y ventajoso para el país. Algunas medidas que podrían tomarse inmediatamente: el aumento de la producción agrícola sin deforestar nuevas zonas. Hay 52 millones de hectáreas desaprovechadas.

   Si además se aumenta la productividad en el sector pecuario, de una cabeza por hectárea a cabeza y media no sería necesario seguir talando. Además, el Gobierno no es lo suficientemente bueno con el control que ejerce en la selva. Y habría que establecer nuevas áreas protegidas, porque las tierras indígenas se han mostrado como el mejor instrumento para proteger el bosque. Hay 80 millones de hectáreas que son públicas, sin uso específico, abiertas a que los 'grilheiros' entren y se apropien de ellas.

   Además, los que deforestan no pagan los impuestos rurales como deberían. Es absolutamente necesario acabar con la tala indiscriminada, porque hay que recordar que los bosques crean 'ríos voladores', que luego dan de beber a ciudades como Río de Janeiro y São Paulo y llenan las hidroeléctricas.

   N: La situación de los indígenas y de los activistas en la selva es especialmente alarmante. En las últimas semanas se ha avivado el conflicto con los indios Guarani-Kaiowá de Mato Grosso do Sul. ¿Cómo valora esta presión a la población originaria de la selva?

   A.R: Desde el asesinato de Dorothy Stang en 2005 [misionera estadounidense asesinada en Pará por defender la Amazonía] a 2015, diez años después, poco ha cambiado en el bosque. La ola de crímenes continúa con total impunidad. Según la Comisión Pastoral de la Tierra (CPT) en los últimos diez años más de 300 personas han sido asesinadas por conflictos agrarios. De ellos apenas un 5% ha llegado a juicio. Para nosotros uno de los instrumentos más eficaces es que esas áreas estén gestionadas y ocupadas por los indígenas.

   N: En este sentido Greenpeace ha puesto en marcha un proyecto con los indios Ka'apor del estado de Maranhão para ayudarles a la demarcación de sus tierras. ¿Cómo ha funcionado la idea?

   A.R: El 8% del territorio de los indio Ka'apor había sido deforestado ilegalmente. En los últimos cuatro años han sufrido cuatro asesinatos y 15 atentados. Cansados de esperar decidieron defenderse de los madereros. La propuesta de Greenpeace era totalmente pacifista, formar a los líderes indígenas con tecnología, mapas precisos, rastreadores vía satélite, trampas fotográficas. Dimos apoyo a 12 líderes indígenas de la región del Alto Turiaçú, y así han podido localizar mejor las vías que abren los madereros, avisar a las autoridades locales, etc.

   N: La sequía de este último año ha evidenciado la dependencia que tiene Brasil de las grande presas y del petróleo. ¿Cuál es la apuesta que Brasil está haciendo por las energías renovables?

   A.R: Son promesas sin cumplir o en algunos casos medio surrealistas. A día de hoy el Gobierno de Dilma sigue dedicando el 70% de la inversión en energías a combustibles fósiles; petróleo y carbón. Eso te da la clave para ver que no hay intención política para invertir en renovables. El plan de Dilma es usar energía limpia en el año 2100 (cuando toda la comunidad internacional se pone de meta el año 2050).

   Además Brasil debería estar liderando ese debate, porque es uno de los países que más va a sufrir el cambio climático. Greenpeace pide una reducción de las emisiones de 1000 millones de toneladas de CO2 al año, un 35% menos que en 2010. A día de hoy se emiten 1.500 millones al año. Las propuestas de Brasil de cara a la cumbre de París son inexistentes. Las propuestas de Obama o de Merkel son mucho más arriesgadas. Hasta el Papa Francisco muestra más compromiso.

   N: Otro de los temas medioambientales es la contaminación de la bahía de Guanabara de Río de Janeiro. ¿Cuál es la posición de Greenpeace sobre este tema y sobre los JJOO?

   A.R: Los JJOO serán una oportunidad para poner de relieve la insostenibilidad de algunas ciudades brasileñas con la gestión actual. Si Río ya es una ciudad bien insostenible con los Juegos será una verdadera pesadilla. El Gobierno del Estado de Río no ha hecho mucho por evitar esto. Las grandes ciudades brasileñas, sobre todo Río y São Paulo, tienen graves problemas de contaminación, de movilidad urbana. Hay más coches que personas. Desde Greenpeace vamos a lanzar una campaña global sobre 'Megacities', para concienciar sobre estos temas.