Actualizado 01/07/2009 05:51

Restaurante El Bulli extiende sus ramas al mundo del arte

Por Tim Castle

LONDRES (Reuters/EP) - Las reservas son tan difíciles de conseguir en El Bulli, el mejor restaurante del mundo, que incluso su chef, Ferrán Adriá, no puede conseguir una para amigos en un plazo corto.

Abierto sólo seis meses al año, El Bulli, situado en la localidad gerundense de Rosas, en la costa de Barcelona, está reservado con meses, o años, de antelación, pese a que el menú de 30-40 platos cuesta unos 300 euros (415 dólares) por persona.

Adriá dice que incluso aunque un premio Nobel llamara para reservar una mesa, sólo podría hacerle un hueco en el establecimiento de 50 plazas si hubiera cancelaciones. Y éstas son pocas.

"Si tuvieras una reserva y no pudieras venir, ¿qué harías?", dijo Adriá, de 46 años, a Reuters en una entrevista.

"Llamarías a un amigo y le dirías 'tengo una reserva en El Bulli'. Así que si esto es lo que ocurre, no tenemos cancelaciones", añadió.

Votado el mejor restaurante del mundo en cuatro ocasiones, según encuestas de la publicación Restaurant Magazine, El Bulli sirve platos pequeños, cada uno de los cuales está presentado con exquisitez y es fruto de meses de experimentación culinaria. Algunos lo llaman gastronomía molecular.

Adriá y su equipo de 70 personas usan ingredientes como nitrógeno líquido, centrifugadoras y básculas de precisión para crear gelatinas calientes, fruta asada e innovaciones como el caviar de melón.

Los platos están diseñados para entretener tanto como para alimentar, y algunos son deliberadamente provocadores.

Un barquillo de apariencia angelical llamado "Leche eléctrica", elaborado con la flor de la pimienta de Sichuán, envía un shock a la lengua parecido a lamer los dos polos de una batería.

"Nunca en tu vida has experimentado esta sensación en tu paladar", dijo Adriá.

Un nuevo libro que revela las experiencias a los comensales muestra que muchos encontraron la provocación un exceso.

En "Food for Thought, Thought for Food", el periodista estadounidense Bill Buford dijo que su esposa casi se salió del restaurante tras la inesperada sensación de la pimienta de Sichuán en la boca.

"Casi le incineró la lengua", dijo en un mesa de discusión de críticos que habían sido invitados a comer en El Bulli.

El libro detalla cómo El Bulli fue durante cien días en 2007 un puesto oficial del festival de arte internacional "documenta", que se celebra cada cinco años en Kassel, Alemania.

Cada día dos personas eran seleccionadas y llevadas a El Bulli para cenar, con la única condición de que después tenían que narrar su experiencia.

"La comida fue una experiencia y un arte", escribió un estudiante de unos veinte años. "Disfruté muchísimo y me hizo vomitar", añadió.

Otros fueron menos jocosos. "He comido en El Bulli y el mundo ya no es lo que era", escribió Aldo Duelli. "Se come cosas que son todo y nada, aire y tierra, fuego y hielo", agregó.

Extraordinario para un libro sobre comida, el volumen de 350 páginas está editado por dos figuras destacadas del panorama artístico, el veterano artista pop Richard Hamilton, un habitual de El Bulli, y Vicente Todoli, director de la galería Tate londinense.

Contiene un catálogo fotográfico de casi 1.500 platos servidos en El Bulli desde 1987 pero en lugar de recetas, incluye discusiones sobre la relación entre arte y la cocina de Adriá.

Este es un tema que excita a Adriá, que dijo que quiere fomentar el diálogo entre la cocina y el mundo del arte.

Eso no significa que los cocineros se vuelvan pintores o los pintores cocineros, dice. Quiere una colaboración que resulta en el tipo de "creatividad emocional" que te pone la carne de gallina.

"Todos los días recibo correos electrónicos de personas que quieren hacer trabajos sobre la cocina de vanguardia -fotógrafos, pintores, artistas de todo el mundo", dijo.

"Pero quieren hacer un trabajo sobre nuestro trabajo, no quieren un trabajo paralelo conjunto", añadió.

El nuevo libro claramente es un nuevo paso para Adriá, que dijo que estaba sobrecogido de que Hamilton y Vicente dedicaran 18 meses de su tiempo a este trabajo.

"Nadie puede imaginar cómo me siento hoy", dijo Adriá en un evento en Londres para el lanzamiento internacional del libro.

"En mi carrera me han pasado muchas cosas buenas, pero ésta es el zenit", apuntó.

(Traducido por la Redacción de Madrid)