Actualizado 28/02/2014 22:57

COLUMNA-Venezuela no es Ucrania, las cosas se deteriorarán pero no explotarán

(Las opiniones son personales del autor, un columnista de Reuters)

Por Ian Bremmer

28 feb, 28 Feb. (Reuters/EP) -

- Los presidentes asediados por las protestas callejeras parecen usar el mismo breviario.

Luego de que las manifestaciones se volvieron excepcionalmente violentas, la agencia de seguridad ucraniana las consideró "una operación antiterrorista" en represalia.

En cuestión de días, el apoyo al presidente Viktor Yanukovich se desmoronó, huyó del país y las "fuerzas radicales" que había despreciado se hicieron con el poder.

En Venezuela, el presidente Nicolás Maduro ha calificado la ola de protesta como una corriente de "fascismo" que tiene por objeto eliminarlo y llamó a que la oposición detenga sus actos de "terrorismo".

Pero Venezuela no es Ucrania y es improbable que Nicolás Maduro sufra pronto el destino de Yanukovich. He aquí el por qué.

Las cosas no han ido bien para el presidente Maduro, con protestas masivas alentadas por una aumento constante de los problemas económicos, el crimen y la inflación.

La débil oposición inicialmente hizo algunos progresos a través de las vías electorales: el ex candidato presidencial Henrique Capriles quedó a un 1,5 por ciento de derrotar a Maduro en una elección el año pasado que el opositor denunció como parcialmente amañada.

Sin embargo, la perspectiva de esperar hasta el 2018 para infringir una derrota a Maduro ha desmoralizado a una oposición que se ha radicalizado. El líder opositor Leopoldo López ha capturado ese sentimiento con sus llamados para que los venezolanos lleven su descontento a las calles.

Cuando el Gobierno acusó a López de terrorismo y asesinato, López se entregó (no sin antes ofrecer un apasionado discurso). Eso sólo ha fortalecido su apoyo y ha puesto a Maduro entre la espada y la pared: liberar a López para que encabece más protestas o provocar a la oposición con su encarcelación.

Maduro es un presidente débil, eso es seguro, y las protestas son hasta ahora el más grave reto a su autoridad. Pero Maduro tiene cartas que Yanukovich no tenía. Controla y tiene la lealtad del aparato estatal clave: los militares, la policía, las fuerzas de seguridad, el parlamento y la petrolera estatal PDVSA (la principal fuente de ingresos de Venezuela).

No hay un comando unificado de las fuerzas de seguridad que pudiese volverse en su contra de una manera organizada y las fuerzas de seguridad están mucho más dispuestas a reprimir y apoyar al Gobierno que en Ucrania.

Maduro es además popular. Si bien la prensa internacional se ha enfocado en las protestas opositoras, la aprobación de Maduro aún está sobre el 40 por ciento y el partido gobernante PSUV tiene importantes niveles de apoyo, como claramente mostró su desempeño en las elecciones regionales de diciembre pasado.

Las protestas no se han propagado significativamente más allá de la oposición, ni han calado en la base chavista de Maduro; de hecho, le ofrecen al presidente la oportunidad de reforzar su apoyo y su legitimidad entre su base más radical.

En términos de opinión internacional, Estados Unidos se le opone, pero Maduro tiene hoy relaciones aceptables con la mayoría de los países de América Latina.

Se han oído lamentos de varios vecinos, pero poco en una línea de crítica abierta. La petrolera estatal ha comprado favores de muchos países en la región con generosos acuerdos energéticos.

¿Así que cuál es la estrategia de Maduro en adelante? Se atrincherará, distraerá y dividirá. Recientemente anunció una ampliación de las fiestas de Carnaval a un feriado de seis días.

Se mantendrá en su enfoque de todo o nada, rehusándose a realizar concesiones significativas a la oposición, dándoles poco para que consigan impulso. Esperará a que en las próximas semanas la oposición se dé cuenta que no ha obtenido nada significativo y las cosas se apagarán gradualmente.

Maduro no tiene incentivos para renunciar ni hay un mecanismo institucional claro para hacerlo.

Es muy difícil tanto para la oposición como para los militares -si comienzan a ver al presidente como un pasivo demasiado grande- conducir una transición sin Maduro dentro de un marco constitucional.

Si los militares, que ampliamente apoyan al chavismo, lo remueven, tendrían que llamar a elecciones que la oposición probablemente ganaría. Sería un fracaso.

Así que es poco probable que veamos a Maduro huir del país pronto. Pero sobrevivir a esta batalla es algo muy diferente a ganar la guerra y Venezuela se desperdicia mientras Maduro se aferra al poder.

La economía seguirá sufriendo y no hay voluntad política en el Gobierno para tomar medidas para enfrentar rápidamente una inflación acelerada y un panorama fiscal que se deteriora.

De hecho, la insatisfacción pública que se está desplegando ahora hace menos probable que Maduro acometa reformas dolorosas que puedan reforzar las protestas. Eso significa que veremos más jornadas de descontento social en adelante.

Si Maduro tuviese un liderazgo fuerte y la voluntad de reformar, probablemente podría salir del atolladero. Pero su Gobierno ha manejado pobremente la economía y sólo está empeorando. La respuesta del Gobierno continúa siendo débil, inconsistente y dividida.

No obstante, dado que Maduro cuenta con el apoyo de la mayoría del chavismo y del aparato de seguridad, el resultado más probable es el de una transición incierta y desordenada, en la medida en que la situación más que explotar se deteriore.

Esta no es una primavera venezolana. Hay que esperar que las cosas empeoren lenta y consistentemente antes de que mejoren.

(Ian Bremmer; Editado en español por Javier López de Lérida)